• El reto es pasar de las actividades aisladas a un trabajo sistemático, permanente y diferenciado para cada plantel

Las adicciones atentan contra la libertad y autonomía de las personas, anulan las posibilidades de cuidar nuestro cuerpo, psique y recursos espirituales, y limitan la capacidad de amar y velar por los otros, afirmó  el licenciado Roberto Medina Luna Ayala, vicerrector de Bienestar y Formación de la Universidad La Salle, al presidir la inauguración del Sexto Simposio de la Red de Instituciones Educativas contra las Adicciones de la Ciudad de México (RIECA) “La prevención de las adicciones en la comunidades estudiantiles”.

Este encuentro académico, dijo, supone una oportunidad para que las comunidades educativas de todos los niveles, no sólo las universitarias, se abran a la rehumanización y ofrezcan nuevas posibilidades de vida y salud a los estudiantes. De esta forma, confió, ellos aprenderán que la mejor manera de procurar el bienestar de quienes los rodean, incluidas las comunidades a las que pertenecen, es comenzar por cuidarse a ellos mismos.

Sobre esto, el doctor Héctor Fernández-Varela Mejía, director general de Atención a la Salud de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y actual presidente de la RIECA, comentó que el foro es una oportunidad de intercambio de conocimientos y experiencias, así como de conjuntar las ideas y conocer las inquietudes de las 66 instituciones educativas que en la actualidad conforman la red.

El panel inaugural también estuvo conformado por la maestra Carmen Fernández Cáceres, directora general de Centros de Integración Juvenil; la profesora Rosario Tapia Medina, directora general del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la Ciudad de México (IAPA); y el licenciado José de Jesús Solís Rodríguez, director general de Coordinación y Vinculación Ciudadana de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic). Las dos primeras participaron, además, en la sesión “Prevención de adicciones en comunidades estudiantiles”, moderada por el licenciado Cuauhtémoc Solís Torres, director de Normatividad y Desarrollo Humano, de la Dirección General de Atención a la Salud de la UNAM.

Para la maestra Carmen Fernández Cáceres, un asunto que debe atenderse entre los estudiantes, sobre todo de nivel medio y medio superior, son las conductas sexuales de riesgo combinadas con drogas. Diversos estudios realizados por CIJ muestran que 40 por ciento de los jóvenes con una vida sexual activa han manifestado que tienden a relajarse más y a olvidarse de tomar medidas de precaución, como el uso de un condón, cuando se hallan bajo la influencia de alguna sustancia, sobre todo alcohol, que es la que más problemas representa, junto con el tabaco, en esta etapa de vida.

De la misma forma, la especialista recomendó tomar en cuenta la información epidemiológica disponible para el diseño de programas de prevención. Datos recabados de 2005 a 2017, entre 3 mil pacientes atendidos por CIJ, señalan que en los últimos años el problema del consumo de alcohol, se ha complicado por el aumento del uso de mariguana, pues de 2010 a la fecha ha repuntado el policonsumo de ambas sustancias, con el consecuente aumento en enfermedades mentales asociadas, como la esquizofrenia.

Hay que considerar también, sugirió, que entre la población en edad escolar existe una alta prevalencia de consumo de inhalables, que se ha colocado entre las principales drogas de preferencia, junto con el alcohol, el tabaco y la mariguana. Además, de 2012 a 2017 se ha presentado un repunte en el uso de metanfetaminas.

Las diferencias por zonas geográficas plantean, asimismo, la necesidad de formular enfoques diferenciados en los programas de prevención. En la Ciudad de México, por ejemplo, resalta la demanda de atención por uso de metanfetaminas; mientras que en zonas de retorno de migrantes hay un crecimiento de opiáceos, aunque su uso antes parecía estar confinado a la frontera norte del país.

Ante todo, concluyó, cualquier programa preventivo debe ofrecer alternativas de vida saludable a la población, que incluyan opciones deportivas, artísticas y culturales.

Al respecto, la profesora Tapia expresó que en la actualidad, el mayor reto en materia de prevención de las adicciones en el ámbito educativo es saber cómo pasar de las actividades aisladas a un trabajo sistemático que cree programas integrales. Por ahora, aceptó, las autoridades de salud y organismos especializados en el tema limitan su participación en las escuelas a brindar pláticas informativas y talleres o a participar en jornadas y ferias de salud; sin embargo, a largo plazo esto no genera la conciencia, en niños, niñas y jóvenes, de la importancia de mantenerse alejado tanto del consumo de drogas, como de conductas que pueden poner en entredicho su bienestar físico y mental.

En la Ciudad de México y, en consecuencia, en los planteles educativos que hay en ella, lo que más se necesita es la promoción de la salud. La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat, 2016-2017) mostró que en la capital del país, 70.8 por ciento de la población ─4.7 millones de personas de 12 a 65 años─ no consume drogas, por lo que requiere servicios de prevención universal; 18.6 por ciento (1.2 millones) no reporta consumo, pero está expuesto a drogas y, por tanto, necesita intervenciones de prevención selectiva; 9.8 por ciento (650 mil personas) presenta uso de sustancias sin dependencia y precisa de intervenciones breves; y 0.9 por ciento (56 mil personas) necesita ayuda especializada por el problema.

Ante esto, el objetivo por alcanzar, enfatizó la directora general del IAPA, es que cada plantel pueda desarrollar un programa escolar permanente, que más allá de las intervenciones esporádicas, permita prevenir el consumo de drogas y otras conductas de riesgo como autolesiones, violencia, prácticas sexuales de riesgo e ideación suicida, entre otras.

En este sentido y en seguimiento a las políticas de salud emitidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), explicó la profesora Tapia, los gobiernos deben obligar a las autoridades escolares a que tomen medidas de promoción de la salud que incluyan actividades deportivas y culturales; asimismo, se debe impulsar la participación de las madres y padres de familia en programas de crianza positiva; reorientar los servicios de salud, para privilegiar la prevención, antes que el tratamiento; generar redes de colaboración entre instituciones dedicadas a la atención del consumo de drogas; y desarrollar en la población escolar las habilidades de prevención necesarias, lo que incluye capacitar a docentes y directivos, y fomentar fortalezas en padres y alumnos.

Es fundamental, concluyó, que todas estas acciones se acompañen con mecanismos de evaluación y seguimiento que permitan saber cuáles estrategias funcionan y en cuáles otras es necesario realizar ajustes, a fin de garantizar que los programas de prevención propuestos para cada una de las escuelas ayuden, en la práctica, a preservar la salud y mejorar la calidad de vida de los estudiantes.

Ejemplo del trabajo que se puede hacer en los planteles educativos, lo ofreció la psicóloga Varinia Vilar, del Departamento de Orientación del Colegio Madrid. Explicó que, de forma permanente, se realizan con los alumnos actividades de prevención diferenciadas por edad, desde maternal hasta preparatoria. Adicionalmente, los niños, las niñas y los jóvenes cuentan con un tutor capacitado que los monitorea y les ofrece información acerca de cualquier tema sobre el que manifiesten alguna inquietud, incluidas las drogas. Con el fin de involucrar a toda la comunidad escolar en estas acciones, en los pizarrones del plantel se colocan mensajes, en los que se da cuenta de las actividades realizadas; a los padres de familia se les envía el boletín “Madrid informa”, disponible, también, en redes sociales.