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El suicidio debe atenderse como un problema de salud pública desde la prevención, considerando factores de riesgo y protección, así como el fortalecimiento de la cohesión social entre familias y comunidades.

Las niñas, niños y adolescentes, es la población más afectada emocionalmente por la pandemia de COVID-19, ya que por su edad y condiciones han sufrido mayor impacto secundario al aislamiento, desolación, desesperanza, tristeza y pérdida de sus seres queridos.

El director general del Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”, señaló que el Instituto Nacional de Estadística e Informática (Inegi) reporta que en 2020 ocurrieron siete mil 896 suicidios asociados -de manera directa o indirecta- con las consecuencias de la pandemia, por lo que se debe avanzar en la identificación de trastornos mentales, factores ambientales y genéticos para evitar que las personas se quiten la vida.

Del total de suicidios registrados en 2020, 81.6 por ciento ocurrió en hombres y 18.4 por ciento en mujeres. El mayor porcentaje fue en el grupo de 20 a 29 años, seguido del grupo de 10 a 19 años.

Para enfrentar este problema “es importante la detección temprana de factores de riesgo y seguimiento de casos; limitar el acceso a métodos suicidas; fomentar programas de salud mental y difundir de manera responsable noticias en medios de comunicación”.

Las políticas nacionales de salud mental deben fomentar temas como la tolerancia y la escucha, por lo que es necesario crear estrategias que prevengan el bullying y el ciberbullying.

Existen programas que estimulan el desarrollo temprano, promueven los cuidados sensibles y la lactancia materna durante la primera infancia; así como acciones dirigidas a grupos en situación de vulnerabilidad, como los pueblos indígenas y los migrantes.

Asimismo, ante la pandemia por COVID-19 es importante promover la interacción y el desarrollo sano para las niñas, niños y adolescentes, ya que el aislamiento les puede provocar serias secuelas como desolación, desesperanza, tristeza y pérdida del sentido de vida.

La pandemia por COVID-19, ha cambiado las rutinas, los periodos de descanso y alimentación. A esta situación se suma el impacto de la información falsa que reciben las personas todos los días.

La prevención del suicidio implica eliminar el estigma hacia la salud mental y trabajar para que las personas pidan apoyo siempre que estén ante una situación emocional complicada, además de aumentar la atención hacia mujeres violentadas.

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Más información:

Comunicado

CONADIC

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