En 2014, la Secretaría de Marina (Semar), en colaboración con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), publicó el libro “… Y la Independencia se consolidó en el mar”, donde da cuenta del devenir heroico de la marina mexicana quien ha defendido a sangre y fuego la soberanía nacional.

Según documenta esta obra, México nació ofreciendo la paz, pero fue obligado desde sus primeros pasos a ponerse en pie de guerra. Las grandes potencias marítimas que surgieron desde el siglo XV y hasta el siglo XIX desarrollaron su poder naval por adolecer de territorio continental suficiente. Debido a ello, se lanzaron al mar en pos de alimentación y comercio, hasta que en algún punto del océano confluyeron los intereses de dos actores que tenían el mismo objetivo: el dominio de las rutas comerciales, lo que las llevó a armar sus embarcaciones para proteger sus costas, y luego, dominar el espacio en disputa para impulsar su expansión.

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De 1821 a 1836 se libró una guerra naval entre las escuadras española y mexicana en las aguas del Golfo de México, conflicto en el que nuestros marinos militares combatieron con honor y bravura, con lances heroicos y acciones valientes, se empeñaron en alcanzar la victoria, que consistía en asegurar la libertad de la Patria. Este hecho resulta por demás sobresaliente si se considera que por aquellos años nuestro país contaba con una Marina débil, pequeña e incapaz de atrapar una sardina. Para octubre de 1821 México aún no había consolidado su independencia respecto de España.

El gobernador y comandante general de la provincia de Veracruz, brigadier José Dávila, negó el reconocimiento de los Tratados de Córdoba y se replegó junto con sus fuerzas en la fortaleza de San Juan de Ulúa, donde permaneció cuatro años. Ante esta amenaza, el gobierno mexicano se vio obligado a organizar una fuerza naval.

En 1825, la primera escuadrilla naval, al mando del capitán de fragata, Pedro Sainz de Baranda, bloqueó la fortificación de San Juan de Ulúa. Los españoles firmaron la capitulación de la plaza y fueron expulsados el 23 de noviembre de 1825. No obstante, el rey de España, Fernando VII, se negó a reconocer la independencia de México, mantuvo la guarnición militar en San Juan de Ulúa, así como una amenaza real y peligrosa desde el apostadero naval de La Habana en la Isla de Cuba. Nuestro país declaró oficialmente la guerra en 1823, misma que terminó formalmente con la firma del Tratado de Paz en 1836.

"… Y la Independencia se consolidó en el mar"

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