Durante todo este tiempo hemos sufrido una serie de cambios significativos en nuestro comportamiento. Para empezar, como sociedad, tomamos las riendas de lo que convenía hacer. Muchas personas a lo largo y ancho del país aceptaron, con pesar, los sacrificios que implicaba cerrar negocios, salir lo mínimo para vender en los cruceros, cerrar parte de la economía personal, familiar, del país y mantener la distancia social, usar cubrebocas y no abrazarse.

La primavera pasada nos dejó en casa, sin contacto humano, sin abrazos. Pero durante un año nos enseñó que somos una sociedad más consciente, cooperadora y considerada, y tal vez no esta sino la siguiente primavera podamos volver a abrazarnos.

Claramente, esto aún no ha terminado, pero — tomando las debidas precauciones— siempre valdrá la pena salir y tomar las calles, porque las ciudades en marzo se visten de nuevos colores.