MODERADOR: Damas y caballeros, se encuentra con nosotros el presidente de México, quien se dirige a la escolta de bandera para saludar a nuestro Lábaro Patrio.

(SALUDO A LA BANDERA)

MODERADORA: Damos inicio a esta ceremonia con los honores al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

(HIMNO NACIONAL)

MODERADOR: Sean tan amables de tomar asiento.

Preside esta ceremonia: 500 años de Resistencia Indígena, 1521, México-Tenochtitlán, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

MODERADORA: Lo acompañan la licenciada Kahsennenhawe Sky-Deer, jefa del Consejo Mohawk de la Comunidad Kahnawa:ke, Canadá. 

MODERADOR: Doctora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de México.

MODERADORA: Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

MODERADOR: Maestra Jamescita Mae Peshlakai, senadora del estado de Arizona, Estados Unidos. 

MODERADORA: Doctora Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación.  

MODERADOR: Ciudadana María Magdalena Huerta Velázquez, presidenta del Comisariado de Zapotitlán. 

MODERADORA: General Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional. 

MODERADOR: Almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina. 

MODERADORA: Doctor Esteban Moctezuma Barragán, embajador extraordinario y plenipotenciario de México ante los Estados Unidos de América. 

MODERADOR: Y licenciado Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores.

MODERADORA: También nos acompañan representantes de los pueblos originarios de las alcaldías Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco.

MODERADOR: Embajadores de Argelia, Australia, Canadá, Haití, Honduras, Japón, Palestina y Tailandia.

MODERADORA: Representantes de medios de comunicación.

MODERADOR: Y quienes nos siguen por internet a través de las redes sociales, reciban todos la más cordial bienvenida.

MODERADORA: Hace uso de la palabra la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

CLAUDIA SHEINBAUM PARDO, JEFA DE GOBIERNO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: Señor presidente de México, licenciado Andrés Manuel López Obrador; secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; secretario de la Defensa, secretario de Marina, doctora Beatriz Gutiérrez Muller, secretaria de Gobernación, y espero no equivocarme al decir los nombres de Kahsennenhawe Sky-Deer, jefa del Consejo Mohawk de la Comunidad Kahnawa:ke, y Jamescita Mae Peshlakai, senadora del estado de Arizona.

Vale la pena imaginar -perdón, a la familia Moctezuma que está aquí presente, también nuestros saludos- vale la pena imaginar lo que había en este espacio, en esta tierra hace más de 500 años. A unos metros de donde nos encontramos hoy se erguía el centro ceremonial de Tenochtitlan, dominado por el Tempo Mayor, una pirámide con dos templos dedicados a los dioses Tláloc y Huitzilopochtli, y que para los mexicas representaba el Coatépetl, la montaña sagrada, que almacenaba la lluvia, los rayos y las semillas multiplicadoras de la vida.

El templo era considerado el centro del universo, la morada de los dioses, y el lugar por excelencia en que las personas podían descender a los niveles del inframundo o ascender a los niveles de los cielos.

El recinto sagrado, con sus abundantes palacios, encarnaba al mismo tiempo el creciente poder político y económico de los mexicas, imperio que dominó otros pueblos de Mesoamérica y del sur.

Los mexicas contaban con escuelas, recintos para los sacerdotes y los guerreros, juegos de pelota y otras estructuras religiosas como el templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, el dios del Viento.

Fray Bernardino de Sahagún relata la presencia de 78 edificios dentro de la gran plaza principal de Tenochtitlán, la Ciudad de los Lagos.

El Templo Mayor estaba separado del resto de la ciudad por una gran plataforma con escalinatas hacia ambos lados, y de él partían las tres grandes calzadas que, a su vez, comunicaban la ciudad con tierra firme: hacia el sur Iztapalapa, hacia el poniente la de Tlacopan, Tacuba, y hacia el norte la de Tepeyac.

Los únicos que tenían acceso permanente al recinto sagrado eran los sacerdotes, guerreros, gobernantes y estudiantes del Calmécac; la gente común sólo tenía permitida la entrada durante la celebración de las fiestas cívico-religiosas.

Pero, más allá de su arquitectura, podemos decir que la cultura mexicana fue síntesis, conjunción, también destrucción y reconstrucción, modificaciones y nuevas interpretaciones de las creencias y tradiciones milenarias, centenarias de los antiguos pueblos mesoamericanos, de una complejidad que implicaba una filosofía sobre la existencia misma y su historia, sobre la filosofía de las personas, sobre la creación del universo, lo divino y lo terrenal, la astronomía, la agricultura, la cosmogonía de los pueblos originarios, de estas tierras y su complejidad que aún no alcanzamos a visualizar no es quizá, como ninguna otra, una historia lineal y progresiva; es diversa, condensa luchas, migraciones centenarias de diversos pueblos.

Pero esa historia fue cortada, tuvo un vuelco hace 500 años. No se trata de olvidar al imperio y el sojuzgamiento de los mexicas frente a otras culturas o la alianza de los españoles y otros pueblos para derrotar al imperio mexica; se trata de debatir, de poner en el centro lo que significó la invasión española, lo que significó esa ruptura que impuso una visión dominante desde occidente, que trajo una pandemia, la viruela, que acabó con miles de los pobladores originarios, la caída de México-Tenochtitlán, la captura del último tlatoani, Cuauhtémoc, y los 300 años de Colonia posterior nos hacen, al menos, cuestionar de fondo la idea que durante mucho tiempo pretendió ser dominante de los civilizatorio, de occidente frente a la barbarie, de los pueblos originarios, del descubrimiento de una tierra que ya tenía grandes civilizaciones, la llegada, lo avanzado supuesto frente al retraso, la crueldad supuesta frente a la piedad.

Como dice Pedro Salmerón: ‘El triunfo de la modernidad frente al retraso, como si las armas modernas, la tecnología, la ciencia, la religión fueron las que permitieron la asombrosa victoria española y la caída del México-Tenochtitlan’.

No, esa ya no puede ser la única interpretación ni la dominante, porque entonces propagamos una historia desde un solo punto de vista que proviene de los vencedores y olvida las culturas de estas tierras; no sólo las civilizaciones precolombinas, sino su histórica resistencia, porque como dice Federico Navarrete: ‘La Conquista evoca en los mexicanos el referente directo de un momento fundador a un cataclismo sin paralelo, a una derrota lacerante y también a una victoria incontestable’.

La llamada Conquista española representó el inicio de la Colonia, la imposición de una visión, pero también la resistencia de los pueblos. Hace 500 años la historia de esta tierra donde nos encontramos hoy y la historia del mundo entero cambió con un hecho histórico que conocemos como la caída de México-Tenochtitlan y que hoy reivindicamos también como 500 años de resistencia.

Reivindicar a las mujeres indígenas de entonces y de las generaciones que llegan a la resistencia de hoy, no se trata de una visión romanticista, sino como la reivindicación de que la grandeza de México proviene desde ahí, y la grandeza de nuestra Ciudad de México es símbolo de esa diversidad cultural de entonces y de ahora.

Porque la palabra conquista -y por ello la reflexión indispensable-implica la eliminación de una diversidad que conforma nuestro México pluricultural, de la riqueza de los más de siete millones de mexicanos y mexicanas que hablan, conservan y procuran 68 lenguas que representan culturas, historia, vínculo con nuestro glorioso pasado, presente y futuro.

Porque el progreso con bienestar, o reconoce a los pueblos originarios su diversidad, o no es bienestar ni es progreso.

Por ello, en el rescate de nuestra memoria histórica debe enorgullecernos las cosmovisiones, el sincretismo y el no sincretismo, del reconocimiento y la reivindicación de los orígenes culturales previos a la llegada de los españoles, que siguen presentes con orgullo y que representan también el porvenir.

Si no cuestionamos esa visión, estamos condenados a seguir preservando una cultura de la discriminación y la renuncia a nuestra historia como la riqueza milenaria de nuestros pueblos originarios.

Hablar hoy de México-Tenochtitlán y los 500 años de resistencia,obliga entonces a una indispensable política de memoria sobre la invasión de 1521, pues en ese momento histórico se originó uno de los fenómenos que aún lastiman a nuestra sociedad: el racismo. 

Hay que recordar que los sistemas coloniales establecidos a partir del siglo XVI establecieron una jerarquía social con base en el origen étnico de las personas.

Es fundamental mostrar que, a pesar de tener 200 años de independencia, los valores del colonialismo, del racismo, han permanecido en nuestra sociedad, pues reproducen prácticas y valores discriminatorios, es por ello que es tan necesaria la memoria histórica.

La herida colonial de nuestra sociedad sólo podrá sanar si hablamos de ello.

Hace siete siglos, en esta ciudad se levantó la legendaria Tenochtitlán, cuna de la cultura mexica, que la vida… que lleva el nombre de nuestro país, de nuestra nación: México.

Huitzilopochtli ordenó que fundaran la ciudad donde estuviera un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente, y hoy es el elemento central de nuestra bandera, este pedazo de tela que nos distingue, nos une en la diversidad de la grandeza de México que nos enorgullece.

La Ciudad de México tiene una historia milenaria donde sus habitantes jamás han dejado de resistir y de luchar por la justicia, la libertad y la igualdad.

Por ello, nuestra ciudad es progresista, es centro cultural de México, es historia y es presente, es origen y continuación de todas las luchas, es futuro y es esperanza.

En esta ciudad se vive la rebeldía y el amor; por ello, el racismo, el clasismo y todos esos ismos que son reminiscencias del México colonial no tienen más futuro, son el pasado, es el pueblo de la ciudad su solidaridad y su amor lo que nos distingue.

Como jefa de Gobierno de la Ciudad de México me siento orgullosa de nuestro pasado y nuestro porvenir, y estoy comprometida a defender esta, nuestra grandeza milenaria, y a reivindicar la resistencia para convertirla en la riqueza del presente y el futuro de nuestra ciudad.

La transformación, revolución de las consciencias y reivindicación de una patria diversa, multicultural, sobre esa base se construye el bienestar, respetando la diversidad, sí, esa es la transformación de la vida pública de México.

Nuestra memoria, nuestro glorioso presente y nuestra esperanza.

¡Vivan los 500 años de resistencia!

¡Viva la heroica Ciudad de México!

MODERADOR: Hace uso de la palabra la licenciada Kahsennenhawe Sky-Deer, jefa del Consejo Mohawk de la Comunidad Kahnawa:ke, Canadá.

KAHSENNENHAWE SKY-DEER, JEFA DEL CONSEJO MOHAWK DE LA COMUNIDAD KAHNAWA:KE CANADÁ(HABLA EN LENGUA INDÍGENA) (INTERPRETACIÓN DEL INGLÉS AL ESPAÑOL): Señor presidente, señora Beatriz, señora Sheinbaum, invitados distinguidos.

Muchas gracias por invitarme a este evento histórico en la Ciudad de México, me siento honrada estar aquí en representación de los pueblos indígenas del norte.

Yo soy Kahsennenhawe Sky-Deer y soy parte de la nación Mohawk como parte de la Confederación Mohawk. Soy parte del Clan de los Lobos, herencia de mi madre, puesto que ella lo heredó de la suya,como somos una sociedad matriarcal.

Vivimos en la provincia de Quebec, pero mantenemos que nuestras tierras no son únicas y que se expanden más allá del código postal de las reservas a las cuales nos hemos visto disminuidos a habitar.

Recientemente se me eligió como jefa del consejo en enero de este año, soy la primera mujer en este puesto en mi comunidad y también la primera miembro abierta de la comunidad LGBTQ+ en ser parte de este consejo.

El resurgimiento de nuestra cultura, identidad y bioma indígena ha sido un gran momento para sobrellevar los obstáculos de la opresión desde el inicio de nuestra historia.

También intentamos buscar unidad en nuestras personas para buscar una mejor nación y crear puentes con otras naciones, tribus y pueblos indígenas, no sólo en nuestra isla, sino alrededor del mundo.

Se ha dicho que los pueblos indígenas tienen conocimientos ancestrales que pueden ayudar a la humanidad en estos momentos difíciles de calentamiento global y los problemas que están causando el sobreconsumo y la destrucción de nuestra madre tierra.

Entendemos la conexión de todos los seres vivientes y nuestra experiencia nos lleva a respetarlos y honrarlos, ya que todo viene de la misma creación, como nosotros, los humanos. 

Nosotros como pueblos indígenas nos hemos visto subyugados por mucho tiempo, así que lo que veo que está sucediendo en el mundo es que es momento del resurgimiento indígena, es momento de ser aliados una vez más, trabajar en conjunto para fortalecer el futuro para nuestros pueblos.

Hemos pasado por racismo y opresión, entre otras cosas, desde hace demasiado tiempo y es momento de alzar la voz, y alzar la voz por todos los niños -también- que fueron enterrados en tumbas masivas en Canadá.

Ellos fueron las semillas que plantaron para que pudiese haber un cambio en este milenio; nuestras generaciones futuras merecen lo mejor.

Debo reconocer a mi hermana de la comunidad Mohawk por comenzar el trabajo de crear alianzas y ayudar a mexicanos y a otros pueblos indígenas marginados, como la fundadora del Centro Norteamericano Indígena de Nueva York.

Yo no estaría el día de hoy si no hubiese sido por su recomendación de que yo viniera en su lugar y también porque ella cree en mí como una mujer fuerte de mi comunidad para promover cambios y políticas.

Yo creo que podemos influir e inspirar a otras mujeres indígenas a que se involucren en crear un futuro lleno de promesas. Estas son las palabras que me pidió que les comentara el día de hoy.

Por parte de la nación y el clan de su representación y el Centro Indígena de Nueva York, y en alianza con la Red de Pueblos Trasnacionales, nuestras historias como mujeres nativas al norte y el sur de la frontera están entrelazadas.

Antes de la colonización de las Américas, nuestros pueblos viajaban por estas tierras y aguas, nos reconocíamos en ese entonces y nos reconocemos ahora como naciones soberanas y pueblos sobrevivientes.

Los poderes coloniales y otras naciones tienen una gran historia de negarnos y no reconocer nuestra legitimidad como pueblo y tribus. En Estados Unidos, leyes racistas continuamente atacan y merman la autodeterminación de naciones tribales reconocidas, así como personas no documentadas de diferentes regiones.

Es importante estar en solidaridad los unos con los otros y reconocer que la xenofobia es una herramienta de la supremacía blanca. Muchos pueblos se han pasado por opresión, racismo, homofobias, xenofobia, entre otras fobias, y debemos honrar y celebrar a las mujeres de pueblos indígenas, personas no binarias y no conformadas, personas de todas las edades, personas con discapacidades y con otro tipo de situación, personas urbanas y rurales que deben reconocer la unidad en los centros diferentes de migrantes en Nueva York y todos los pueblos indígenas que trabajan para crear el futuro de nuestros pueblos con base en lo que creían nuestros ancestros que merecíamos; estarían orgullosos de nosotros.

Les envío mi amor y mi compromiso, y me paro aquí, ante ustedes el día de hoy, en apoyo.

Muchas gracias una vez más por permitirme participar en este evento histórico en la Ciudad de México, y espero que podamos seguir colaborando con base en las alianzas de nuestros pueblos.

MODERADORA: Atendamos las palabras de la maestra Jamescita Mae Peshlakai, senadora del estado de Arizona, Estados Unidos. 

JAMESCITA MAE PESHLAKAI, SENADORA EN EL ESTADO DE ARIZONA, ESTADOS UNIDOS: Buenos días. Hola.

(INTERPRETACIÓN EL INGLÉS AL ESPAÑOL) Estoy honrada de estar aquí el día de hoy ante la invitación de nuestros anfitriones, el presidente Andrés Manuel López Obrador, he estado practicando pronunciar su nombre.

Soy una mujer indígena de las américas, del estado de Arizona, sin embargo, no hablo español, discúlpenme, por favor, será una prioridad en mi futuro cercano aprender a hablarlo. 

También me siento honrada de escuchar las palabras de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, la gran jefa Sky-Deer y espero con emoción escuchar a los demás.

Me voy a presentar en navajo, mi idioma.

(HABLA EN LENGUA INDÍGENA)

De mis clanes ustedes sabrán que no sólo soy navajo, pero también soy descendiente de los pueblos del suroeste, descendiente de los conquistadores de México y también descendiente de los apaches chiricahua de Arizona.

Con base en la historia y el conocimiento de mis pueblos conozco el norte de México también.

Entonces, estoy aquí como parte de la familia para saludarles mis hermanos y hermanas de este país.

Muchas gracias. 

Yo soy Jamescita Mae Peshlakai, soy la primera senadora mujer de pueblos nativos estadounidenses a ser electa al Senado. También soy miembra de la Nación Navajo, la tribu soberana más grande de los Estados Unidos; también soy veterana de guerra del ejército de Estados Unidos en el cual fungí durante ocho años.

Estoy aquí gracias a mi… con mi hermosa madre, Mara Peshlakai;somos un clan matriarcal, entonces, ella también forma parte de este sistema y también del clan de (inaudible). Mis abuelos también forman parte de estos diferentes clanes de Arizona, y estamos honrados todos de estar aquí el día de hoy marcando los 500 años de resistencia indígena con ustedes y con nuestros amigos y honorables ponentes.

También estoy aquí en día de hoy con la gran jefa Sky-Deer para mostrarles a todas las personas, al mundo, a México, que los pueblos indígenas de las américas están presentes y que estamos bien, y que estamos prosperando, y que a pesar de que hemos pasado por las situaciones más horribles y trágicas de la pandemia que se ha llevado a tantos seres queridos, estamos aquí y necesitamos saber y decirles a nuestros hijas e hijos que hemos pasado por retos mucho más grandes, dolores mucho más fuertes, pero seguiremos persistiendo y resurgiremos, y que somos miembros contribuyentes de todas las sociedades, de todas las naciones en las américas, todas las naciones alrededor del mundo.

No bajamos la cabeza y decimos que hemos sido vencidos por un virus desconocido, vamos a hacer lo mejor, vamos a florecer y vamos a prosperar.

El día de mañana en el estado de Arizona yo iba a presidir un evento de la Nación Navajo, y la Nación Navajo, mi pueblo, es un pueblo de guerreros. Ellos vencieron al enemigo en la Segunda Guerra Mundial utilizando nuestro lenguaje, nuestro idioma navajo en el Pacífico.

Los guerreros que hicieron esto eran niños, jóvenes que habían sido arrebatados de sus familias para aprender inglés, para ser colonizados, arrebatados de su cultura y su idioma, y sin embargo nos salvaron a todos.

El día de mañana estaremos honrándoles en el estado de Arizona, en la capital, sólo cuatro de 500 quedan: Peter MacDonald, Samuel Sandoval, Thomas Begay, John Kinsel, nuestros guerreros indígenas;esas son las personas que necesitamos recordar.

Tengo mucho que decir, pero lo he escrito todo, nuestros lazos indígenas no tienen fronteras, no están limitados por tiempo o espacio, fuimos creados por entes sagrados y se nos ha puesto aquí en nuestras tierras sagradas.

Esta mañana se me dijo que esta área es conocida como el ombligo del pueblo mexicano.

Cada día como seres humanos tenemos una oportunidad de aprender los unos de los otros. Déjenme decirles una lección muy importante de mi pueblo, que todos nosotros somos el centro, cada uno de nosotros somos el centro del universo, cada uno de nosotros tiene un ombligo, si todos nos paráramos les retaría a que ubicaran su ombligo.

Ustedes estuvieron atados a su madre y su madre a la suya, y así durante miles de años hasta el infinito, así que nadie está aquí por accidente, todos teníamos que estar aquí, cada uno de nosotros, incluso aquellos que nos están escuchando en el resto del país, escuchen mis palabras, todos estamos aquí con un propósito.

En nuestros países, nuestros líderes deben unirse para trabajar y conservar la sabiduría que he compartido con ustedes el día de hoy, porque somos tan buenos como nuestro conocimiento, nuestro corazón, nuestra compasión.

Y esto es lo que crea las diferencias entre ser y existir para los seres humanos. 

Me gustaría agradecer al presidente López Obrador por hablar ante la Organización de Naciones Unidas y pedir un acceso equitativo de las vacunas y esto debe seguir para promoverlo en todos los países del mundo, estamos en un momento crítico,

Mi gran jefa Sky-Deer también mencionó el cambio climático, conocemos la historia de nuestros pueblos a través de recursos, pérdidas, robos, racismo; todo esto es verdad, pero debemos seguir adelante como seres humanos, sin diferenciarnos de ninguna manera, indicando que algún ser vale más o menos que otro.

La democracia alrededor del mundo se basa en valores indígenas de igualdad y justicia.

También estoy feliz de participar en este evento el día de hoy en México para reconocer la resistencia indígena, la supervivencia y sus contribuciones alrededor del mundo. La historia no debe olvidarse, debe ser una lección. 

En Estados Unidos estoy promoviendo una legislatura y apoyando a nivel federal el reconocimiento del Día de los Pueblos Indígenas que reemplace el Día de Cristóbal Colón en todos los estados de los Estados Unidos de América.

Nuestra narrativa debe basarse en una historia real, en la verdad, y debe ser recordada por las generaciones futuras como una verdad, nuestra verdad indígena, y esta debe enseñarse en las escuelas, debe enseñarse en las universidades.

Me gustaría agradecer al señor presidente y a todas las personas del pueblo de México por su hospitalidad y el valor que han tenido para enseñar sobre temas indígenas en las américas, porque es un primer paso muy importante.

Existen muchas políticas y muchos problemas que debemos abordar, y les voy a dar un ejemplo más.

Como una veterana de la guerra de Estados Unidos, de la Guerra del Golfo, yo pido a mi país que dejen de deportar a veteranos militares de Estados Unidos que sirvieron en el Ejército y que protegieron a Estados Unidos. Se les debe dar el honor de poder reunirse con sus familias y tener la dignidad de poder vivir con sus familias en el país por el cual lucharon. 

Existen muchos problemas, como ya se los dije. A menudo les digo a mis hijos y a las personas que represento y a los líderes tribales que nuestro éxito, nuestra prosperidad y nuestras oportunidades a futuro se basan y se fundan, y están arraigadas en nuestra historia.

Nuestro conocimiento del ser, nuestro conocimiento de nuestros ancestros y nuestra posibilidad de regresar en el tiempo para sacar ese valor, luchar y alzar la voz por quienes somos, en lo que creemos, con base en la amabilidad, la compasión y el amor por todas las personas, y así debemos seguir.

Muchas gracias a todos, ha sido un honor estar aquí y espero poder hablar un español muy fluido la próxima vez que venga.

Muchas gracias.

MODERADOR: Escuchemos el mensaje que dirige el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR:Amigas, amigos:

Agradezco mucho la presencia en este importante acto cultural e histórico de la representante del pueblo mohawk, que nos acompaña y que ha expresado su sentimiento y lo que están haciendo hermanos nuestros en Estados Unidos y en Canadá.

También agradezco mucho a Jamescita Mae, senadora de Arizona; y nos da mucho gusto que esté con nosotros María Magdalena Huerta Vázquez, presidenta del Comisariado Ejidal de Santiago Zapotitlán, de la alcaldía de Tláhuac, de la Ciudad de México.

Amigas y amigos:

Hoy, 13 de agosto, fecha funeral, como diría el maestro Carlos Pellicer, recordamos la caída de la gran Tenochtitlan y ofrecemos perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española de Mesoamérica y del resto del territorio de la actual República mexicana.

No es fácil el análisis objetivo sobre el proceso de ocupación militar y colonización española en nuestro país. Son pocas las fuentes primarias y, aunque existen códices y relatos de los pueblos originarios posteriores a los iniciales acontecimientos, predominan las crónicas y escritos de soldados, historiadores y evangelizadores que tienden a justificar la invasión en nombre de la libertad, la fe, la superioridad racial o de la civilización, como ha sucedido siempre en hechos históricos de esta naturaleza en cualquier lugar del mundo.

Es por eso que considero hasta ofensivo y ocioso en estos tiempos volver a la vieja polémica de que los originarios de Mesoamérica, y en particular los mexicas, eran bárbaros, porque, entre otras cosas, comían carne humana; pensaban que el caballo era una bestia sobrenatural monstruosa, que los españoles fueron salvados en batallas por un hombre de a caballo que figuraba ser el apóstol Santiago, o que Cortés y sus soldados eran enviados de la divinidad, según la supuesta profecía indígena del regreso de Quetzalcóatl, o que la adoración de ídolos era una práctica demoniaca.

Baste decir, para responder, como sostenía Fernando Benítez, que entre las llamas que achicharraban a los herejes y los sacrificios humanos de los aztecas hay pocas diferencias.

Pero sí hay asuntos que deben aclararse en la medida de lo posible. Por ejemplo, hace unos días un escritor promonárquico de nuestro continente -que no son pocos, por cierto- afirmaba que España no conquistó a América, sino que España liberó a América, pues Hernán Cortés, cito textualmente, ‘aglutinó a 110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas y que lucharon con él’; agrega que ‘pedir perdón por liberar a los mexicanos de los aztecas es como pedir perdón por haber derrotado a los nazis’.

Es sabido que varios pueblos originarios como los totonacas, los tlaxcaltecas, los otomíes, los de Texcoco y otros, no 110 naciones, ayudaron a Cortés a tomar Tenochtitlan, pero este hecho no debe servir para justificar las matanzas llevadas a cabo por los conquistadores ni le resta importancia a la grandeza cultural de los vencidos.

La idea dominante por mucho tiempo hasta -nuestros días- de que Moctezuma era un tirano puede ser cierta, pero los hechos narrados en las crónicas reflejan que sus opositores se sumaron a Cortés y a sus huestes por sentirse libres y no por vivir como esclavos.

Es demostrable también que los pueblos sometidos al dominio mexica tenían que pagar tributo o impuestos al poder central; pero la versión de que se los comían es más bien una típica inventiva de cualquier colonizador; una vulgaridad, por lo general, nunca comprobada.

No debe descartarse, sin embargo, que en otros tiempos la hegemonía mexica se haya impuesto mediante la fuerza en todo Mesoamérica, pero a la llega de los españoles era evidente la decadencia del poderío de Moctezuma y de sus aliados. De haber existido un poder central fuerte, una tiranía, no habría sido posible que Cortés llegara con apenas 400 soldados españoles la primera vez a Tenochtitlán luego de enfrentar pocas batallas -dos o tres- desde la península de Yucatán hasta el Valle de México. 

La esclavitud como tal es la que explica y narra el mismo Cortés, quien en sus Cartas de Relación al rey Carlos V de España, después de su primer derrota en Tacuba, en la sede de batalla de la Noche Triste o de La Huida, sostiene que, en venganza por la muerte de españoles y ante la rebeldía de los indígenas, que además, cito textualmente, ‘comen todos carne humana’, empezó a convertirlos en esclavos. En Tepeaca, Tecamachalco, Izúcar, Huaquechula y otros lugares del Valle de Puebla aplicó la estrategia de respetar a los que se sometían y a arrasar y a esclavizar a los que resistían.

Pero tampoco debe verse a Cortés como un demonio; era simplemente un hombre de poder, un militar con valor, aplomo; un militar desalmado, un político audaz y ambicioso de fortuna que hábilmente aprovechó las divisiones y las debilidades de los mexicas para imponerse con discursos, argucias, terror y violencia hasta conseguir apoderarse del anhelado tesoro en oro y plata de Tenochtitlan.

Pedro Salmerón, en su reciente libro La batalla por Tenochtitlan,empieza con la atinada advertencia de que, ‘haciendo a un lado justificaciones de toda índole, el motivo primordial de dicha expedición fue el afán de riqueza’.

En un poema escrito en un día como hoy, pero en 1964, lamentando la destrucción de Tenochtitlán, el maestro Carlos Pellicer decía:

‘Me da tristeza, no por mexicano, sino sólo por hombre. Bueno, sí, la ambición, destruir, matar para obtener y poseer; esta es la razón de tanto duelo, de tanta ruina, de tantas lágrimas oscuras, de tanto pecho destrozado y aún vivo de tanto estar mirando el horizonte y sin nada entender.’

Y en efecto, la pregunta obligada es si las matanzas de miles de indígenas de Cholula, en el Templo Mayor, en la toma y masacre de Tenochtitlan, y los asesinatos de Moctezuma, Xicoténcatl y Cuauhtémoc y otras autoridades indígenas trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España.

¿Valieron la pena tantas muertes, tanto pueblo arrasado, saqueado y quemado, tantas mujeres violadas, tantas atrocidades ordenadas por el mismo Cortés y por él relatadas en sus cartas al rey?

Pensemos, por ejemplo, en ese pasaje que narra que fueron tantos los indígenas asesinados en Yecapixtla que un río que corre cerca de aquel pueblo por más de una hora fue teñido de sangre, o ese parte lapidario del día 12 de agosto, en la víspera de la caída de la toma de Tenochtitlán, según el cual, cito textualmente, ‘aquel día se mataron y prendieron más de 40 mil ánimas’.

¿Verdad que no hay justificación alguna ante tan terrible desgracia?

La respuesta es un no categórico.

Puede matizarse, alegando que se construyeron durante la Colonia palacios y bellos templos, que se creó la universidad y había imprenta antes que en Estados Unidos, y que se registró un auge económico, sobre todo en la minería; pero todo ello, ni más, no es suficiente, y menos si se tiene en consideración que no fue en beneficio de todos.

Durante los tres siglos de dominación colonial los indígenas sólo tuvieron dos opciones: sobrevivir en la pobreza en zonas de refugio -en la sierra, los pantanos o en la selva, porque fueron despojados de sus mejores tierras-, o ser enganchados para trabajar en las minas o en las haciendas como esclavos.

En el caso de la ciudad, Fernando Benítez sostiene que a los habitantes de la antigua Tenochtitlan se les condenó a vivir en las afueras, en las orillas, en la marginación. A la miseria de los vencidos se oponía la riqueza de los vencedores, que habitaban en los palacios cerca a esta plaza mayor, o en las huertas y jardines de San Cosme, más allá de la Alameda.

Pero tampoco la acumulación de capital para los propietarios de la Nueva España y para la Corona fue abundante o significativa. En todo el periodo colonial no hubo avances tecnológicos y siempre se padeció de la llamada falta de brazos.

Un dato. El oro que se llevaron de México los europeos, los españoles, en 300 años de dominación, 182 toneladas, es equivalente en la actualidad a sólo dos años de lo obtenido por las empresas mineras nacionales y extranjeras, que en 2017 y 2018 extrajeron 192 toneladas.

En contraste, empezó desde hace 500 años, para los pueblos sometidos, una era de violencia, sobreexplotación, esclavitud, desánimo y tristeza. Y como las malas noticias nunca llegan solas, siempre se hacen acompañar de otras, la Conquista provoco una crisis sanitaria, una catástrofe peor que la invasión militar porque, sin que nadie lo deseara, la población indígena fue reducida drásticamente por la llegada de enfermedades desconocidas que los curanderos aborígenes no sabían cómo enfrentar y se convertían en terribles epidemias; la gente contagiada no podía resistir por falta de fortaleza física, emocional y de anticuerpos, y morían miles sin remedio.

En el libro de Pedro Salmerón, que ya citamos, vienen tres referencias sobre los efectos de la viruela en la víspera, el sitio y durante la batalla por Tenochtitlán. En una, el soldado español Bernardino Vázquez de Tapia sostiene

‘Vino una pestilencia de sarampión y vínoles tan recia y tan cruel que, creo, murió más de la cuarta parte de la gente de indios que había en toda la tierra, lo cual mucho nos ayudó para hacer la guerra y fue causa que mucho más prestó para que se acabase, porque, como he dicho, en esta pestilencia murió gran cantidad de hombres y gente de guerra, y muchos señores y capitanes, y valientes hombres, con los cuales habíamos de pelear y tenerlos por enemigos, y milagrosamente nuestro señor los mató y nos lo quitó delante.’ 

El soldado confundió sarampión con viruela, que fue la epidemia que causó en ese entonces muchas muertes; entre otras, la de Cuitláhuac, quien había tomado el mando luego del asesinato de Moctezuma y fue después sustituido por Cuauhtémoc.

En las otras dos referencias a la viruela, el soldado español Francisco Aguilar señala que ‘en el cerco a Tenochtitlan había hambre y también viruela, todo lo cual -dice- fue causa de que los mexicas aflojasen en la guerra y no peleasen tanto’. Y el mismo cronista da gracias a Dios porque, ‘estando los cristianos harto fatigados de la guerra, a los mexicas les envió viruela y entre los indios vino una gran pestilencia’.

Estas terribles epidemias de viruela, sarampión, paludismo, cólera, tosferina, mal de bubas, peste y otras enfermedades diezmaron a la población. En Tabasco, en Las crónicas del siglo XVI, se sostiene que a la llegada de los españoles la población nativa alcanzaba los 135 mil habitantes, pero al poco tiempo las cosas cambiaron, la tierra se plagó de enfermedades y la población disminuyó con rapidez: para 1575, Tabasco apenas tenía ocho mil 500 habitantes; en sólo medio siglo, la población se había reducido en un 93 por ciento.

Enrique Semo afirma que ‘el cataclismo más atroz que sufrieron los amerindios en la Conquista fue, sin lugar a dudas, la combinación de guerras, destrucción de su tejido social y las enfermedades epidémicas para las cuales no tenían inmunidad’.

El mismo Semo, autor del libro La Conquista, catástrofe de los pueblos originarios, luego de analizar varias fuentes, llega a la conclusión de que en 1518 había en Mesoamérica y en Aridoamérica 11 millones de habitantes y 87 años después, en 1605, la población apenas llegaba a un millón 75 mil personas.

Este desastre, cataclismo, catástrofe, como se le quiera llamar, permite sostener que la Conquista fue un rotundo fracaso. ¿De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio, o la monarquía dominante no logra en tres siglos de colonización ni siquiera recuperar la población que existía antes de la ocupación militar?

Recordemos. En 1518 se contaba con 11 millones de habitantes y en 1821 la población del México que había logrado su independencia era de seis millones de habitantes.

Traigo a escena de nuevo a Tabasco, que llegó a tener, como ya hemos dicho, antes de la llegada de los españoles, 135 mil habitantes, pero su población disminuyó y en tres siglos de dominación colonial nunca pasó de 40 mil habitantes. Es hasta después de la Independencia, a partir de 1830, cuando la población empieza a crecer porque comienza a llegar y se empiezan a aplicar con cierta regularidad la quinina para combatir el paludismo y la vacuna contra la viruela, que se descubre hasta 1800. 300 años.

Ahora que estamos padeciendo del COVID tenemos que reconocerque en un año se contó con una vacuna, y en el caso de la viruela se tuvo una vacuna casi 300 años después de que empezó a afectar esta epidemia en México-Tenochtitlan.

En el caso de Tabasco, decía, a partir de 1830 la población empieza a crecer porque ya se contaba con la vacuna; inclusive, en el presupuesto del estado se incluía una partida destinada a proporcionar este servicio en forma gratuita.

En suma, la Conquista y la colonización son signos de atraso no de civilización, menos de justicia.

Sólo pensemos que, en nuestro país durante la Revolución por violencia, hambre y también por epidemias perdieron la vida un millón de mexicanos; sin embargo, en 1930, con sólo 20 años transcurridos, ya se tenía de nuevo la población de 1910.

De modo que la gran lección de la llamada Conquista es que nada justifica imponer por la fuerza a otras naciones o culturas un modelo político, económico, social o religioso en aras del bien de los conquistados o con la excusa de la civilización.

Las conquistas, las invasiones, las guerras, siempre serán un riesgo para la humanidad. Además del agravio principal, traen consigo afectaciones culturales, sociales y daños colaterales. Suele pasar que la ambición y la tristeza viajan, viven y duermen juntas. Políticos, monarcas y hombres de Estado no deben omitir estas lecciones que surgen de amargas realidades y se convierten en enseñanzas mayores. 

Ojalá todos hagamos el compromiso de la no repetición, de no repetir los mismos errores y horrores. Pongamos fin a esos anacronismos, a esas atrocidades y digamos nunca más una invasión, una ocupación o una conquista, aunque se emprenda en nombre de la fe, de la paz, de la civilización, de la democracia, de la libertad o, más grotesco aún, en nombre de los derechos humanos. 

No debemos aceptar que el poder militar, la fuerza bruta, triunfe sobre la justicia. Debemos, en cambio, procurar que desaparezca de la faz de la tierra la ambición, la esclavitud, la opresión, el racismo, el clasismo y la discriminación, y que sólo reine e impere la justicia, la igualdad, la paz y la fraternidad universal.

Muchas gracias. 

MODERADORA: Se les invita a entonar nuestro Himno Nacional. 

(HIMNO NACIONAL)

MODERADOR: El presidente de la República se dirige a la escolta de bandera para despedirse de nuestro lábaro patrio. ---