MODERADOR: El presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, en compañía del presidente de la República Argentina, se dirigen a la escolta de bandera para saludar a nuestro lábaro patrio

(SALUDO)

MODERADORA: El presidente de México izará nuestro lábaro patrio, simultáneamente escucharemos Canto a la bandera.

(IZAMIENTO DE BANDERA)

MODERADORA: Se rendirán honores plenos al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

(HONORES)

MODERADOR: En el marco de los 200 años de la promulgación del Plan de Iguala, presiden esta ceremonia de izamiento de bandera el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

MODERADORA: Doctor Alberto Fernández, presidente de la República Argentina.

MODERADOR: Señora Fabiola Yáñez, primera dama de la República Argentina.

MODERADORA: Doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente de México.

MODERADOR: Integran el presídium, el general de división diplomado de Estado Mayor, André Georges Foullon Van Lissum, subsecretario de la Defensa Nacional, en representación del general Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional.

MODERADORA: Almirante de cuerpo genera diplomado de Estado mayor, Eduardo Redondo Arámburo, subsecretario de Marina en representación del almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina.

MODERADOR: Licenciado Héctor Astudillo Flores, gobernador del estado de Guerrero, en compañía de su distinguida esposa, señora Mercedes Calvo de Astudillo.

MODERADORA: Senador Eduardo Ramírez Aguilar, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.

MODERADOR: Ministra Ana Margarita Ríos-Farjat, en representación del ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

MODERADORA: Antropólogo Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

MODERADOR: Doctora Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación.

MODERADORA: Doctor Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores.

MODERADOR: Licenciada Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura.

MODERADORA: Señor Felipe Carlos Solá, ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina.

MODERADOR: Licenciado Alejandro Encinas Rodríguez, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación.

MODERADORA: Maestro Zoé Robledo Aburto, presidente de la Comisión Presidencial de Hechos, Procesos y Personajes Históricos de México.

MODERADOR: Y doctor Antonio Salvador Jaimes Herrera, presidente municipal de Iguala de Independencia, Guerrero.

MODERADORA: También nos acompañan distinguidos embajadores de El Salvador, Francia, Haití y República Dominicana, apreciables funcionarios de la República Argentina, integrantes del Gabinete Legal del Gobierno de México, personal docente y dependientes de la Secretaría de Educación Pública, representantes de medios de comunicación y quienes nos siguen por internet a través de las redes sociales.

Reciban todos la más cordial bienvenida.

MODERADOR: El licenciado Héctor Astudillo Flores, gobernador del estado de Guerrero, hará uso de la palabra.

HÉCTOR ASTUDILLO FLORES, GOBERNADOR DE GUERRERO: Ciudadano licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; doctor Alberto Fernández, presidente de la República de Argentina; señora Fabiola Andrea Yáñez, primera dama de la República de Argentina; doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Senador Óscar Eduardo Ramírez Aguilar, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores; ministra Ana Margarita Ríos, representante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; comitiva y equipo de trabajo del gobierno de Argentina; secretarias, secretarios, jóvenes estudiantes, pueblo de México, pueblo de Guerrero:

Venimos a la cuna de la bandera nacional a honrar al símbolo de las luchas del pueblo de México, que sintetiza su independencia, libertad, justicia e igualdad.

Nuestro lábaro patrio es indisoluble a las mejores causas de los mexicanos, ya que esta bandera ha sido ondeada por los consumadores de la Independencia, por los defensores de nuestra soberanía ante invasiones extranjeras en la proclamación de las Leyes de Reforma y en la Revolución social de 1910.

En 1823 se incorporó a la enseña el escudo nacional que, junto con nuestro Himno Nacional, constituyen los símbolos máximos que nos animan y comprometen a las mexicanas y a los mexicanos.

La bandera nacional es majestuosa e infinita, porque nos envuelve a todos y es perdurable como la nación misma.

Iguala es timbre de orgullo para los guerrerenses y los mexicanos. Aquí en Iguala se proclamó el Plan que lleva su nombre, el Plan de Iguala, un día como hoy del año 1821 hace 200 años. Los guerrerenses siempre queremos recordar la brillante historia de Iguala.

El Plan de Iguale es el programa político que terminó con 300 años de dominio español mediante la reconciliación de fuerzas adversarias.

En el Plan de Iguala destacan dos personajes que valen la pena recordar:

El primero y el más importante, Vicente Guerrero Saldaña, auténtico consumador de la Independencia.

El segundo, el coronel Agustín de Iturbide, representante militar de las fuerzas virreinales.

Destaco los méritos de Vicente Guerrero. Sostiene la flama libertaria insurgente cuando ya habían sido eliminados los principales promotores de la Independencia y, sumada a la amnistía, casi estaba sofocado el fuego insurgente.

Este primer mérito pertenece a la confrontación, al arte de la guerra, a las tácticas guerrilleras concretamente, a las que hay que agregarle el valor y la perseverancia de Vicente Guerrero.

El segundo mérito concierne a la conciliación, al arte de la política y se acredita a la astucia o inteligencia natural de Vicente Guerrero Saldaña.

Es probable que Vicente Guerrero advirtiera que primero era el ser y luego el modo de ser. El primero era lograr la independencia y luego instalar la república.

Para conocer a Vicente Guerrero el mejor método es el contrapunto, exponerlo frente e Iturbide, lo expreso de la siguiente manera:

El arreglo para integrar el Ejército Trigarante, para Guerrero fue un acto de astucia, para Iturbide un acto de traición. Si ambos murieron trágicamente, Iturbide lo fue por lo que ha se iba: la monarquía; y Guerrero murió por lo que estaba llegando: la república. Guerrero veía el futuro, Iturbide quiso amarrarse al pasado.

Iturbide miraba a la política como el arte de los intereses, Guerrero miró a la política como lo que es efectivamente: el arte del servicio, el arte del desprendimiento.

Más allá de las diferencias entre estos dos personajes, Iturbide y Guerrero en algo se parecieron: los dos fueron fieles a sí mismo. Iturbide mantuvo su alianza de clase y se entregó a los actores del viejo régimen, Guerrero no dejo a los suyos, ni siquiera cuando fue presidente de la República, siempre supo Guerrero que el que sirve al pueblo no se equivoca y que el pueblo da fuerza, fuerza para el mando, fuerza para la toma de decisiones.

Nuestra bandera nacional fue confeccionada por el ilustre igualteco José Magdaleno Ocampo. El Día de la Bandera fue establecido el 24 de febrero de 1934 y reconocido oficialmente en 1940 por decreto del presidente Lázaro Cárdenas.

Celebramos que a esta heroica ciudad de Iguala, junto con los poderes de la federación, encabezados por el presidente de México, licenciado Andrés Manuel López Obrador, sea distinguida la presencia por el presidente de la hermana República de Argentina, Alberto Ángel Fernández Pérez, a quien le expresamos desde el pueblo de Guerrero la más cordial bienvenida, a usted, a su esposa y a su equipo.

En Argentina la bandera oficial de la nación posee sus colores ordenados en tres franjas horizontales, dos celestes y una blanca en el centro, que exhibe un sol con 32 rayos resplandecientes.

Es grato recordar este hecho histórico del pueblo argentino, porque la épica de nuestro continente eleva los sables victoriosos de José de San Martín, de Simón Bolívar y de Vicente Guerrero.

Recordemos también, señor presidente Fernández, que Argentina inició, igual que México, en 1810 su proceso de independencia nacional.

Señor presidente Andrés Manuel López Obrador, señores representantes de los poderes:

Señoras, señores:

Iguala, a quien el poeta Francisco Bocanegra, autor de la letra, reconoce en el Himno Nacional el sacrificio siempre dispuesto por lograr el laurel inmortal que corone la patria y de Iguala, la enseña querida, es de México su espada y su laurel inmortal.

En el bicentenario de la Independencia nacional con usted, presidente Andrés Manuel López Obrador, formamos parte de los comprometidos con el bienestar de la patria; 200 años después aquí en Iguala, donde nació la bandera nacional y se organizó el primer ejército mexicano, continuamos con la celebración del bicentenario de la proclamación de la Independencia de México.

Recordamos también la vida digna y la expresión de Vicente Guerrero, que es historia, es presente y una gran enseñanza para el futuro.

¡La patria, la patria es primero!

¡Que viva México!

MODERADORA: Hace uso de la palabra el antropólogo Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

DIEGO PRIETO HERNÁNDEZ, DIRECTOR GENERAL DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA (INAH): Señor presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador; excelentísimo presidente de la nación argentina, Alberto Fernández; querida doctora Beatriz Gutiérrez; estimada señora Fabiola, a quien tuvimos el privilegio de recibir el día de ayer en el gran Museo Nacional de Antropología; representantes del Poder Legislativo y Judicial de México; señor gobernador del estado libre y soberano de Guerrero; señor presidente municipal de Iguala de la Independencia; queridas amigas y amigos del gobierno de México, amigas y amigos de las escuelas que hoy nos acompañan, personal médico y todos los que nos siguen en las redes.

Hoy es un día especial para la nación mexicana, hoy el gobierno de la República y toda la sociedad mexicana conmemoramos el bicentenario de la proclamación del Plan de Iguala, documento fundacional que vino a formalizar la alianza política y militar que hizo posible la consumación de la Independencia de México y tuvo la virtud de unir, bajo la bandera de la Independencia, a los bandos confrontados: los insurgentes y los realistas.

Vayamos al invierno caliente del sur del territorio, todavía entonces novohispano, en 1821, en algún lugar entre esta sierra y el litoral del Pacífico, en tierras del actual estado mexicano de Guerrero.

La crisis en el gobierno virreinal había llevado al comandante realista Agustín de Iturbide a encabezar la guerra contra los insurgentes del caudillo Vicente Guerrero, pero la rapidez y la constancia de las guerrillas del sur y sus continuados triunfos, así como la inestabilidad política y los vientos liberales que soplaban desde España tras el restablecimiento de la Constitución de Cádiz, convencieron a Iturbide de la necesidad de dialogar con Guerrero para buscar la separación de España, tratando de proteger así los intereses de la oligarquía criolla a la que él representaba.

El 10 de enero lo invita por medio de un correo a unirse y tomar acuerdos. Guerrero contestó que la Independencia y la libertad eran los propósitos de los insurrectos y de los pueblos de la región que los cobijaba.

En la carta que dirigió Iturbide el 20 de enero de 1821 expresó: ‘Concluyamos con que usted equivocadamente ha sido nuestro enemigo y que no ha perdonado medios para asegurar nuestra esclavitud, pero si entra en conferencia consigo mismo conocerá que, siendo americano, ha obrado mal, que su deber le exige lo contrario, que su honor le encamina a empresas más dignas de su reputación militar, que la patria espera de usted mejor acogida, que su estado le ha puesto en las manos fuerzas capaces de salvarla y que, si nada de eso sucediere, Dios y los hombres castigarán su indolencia.

‘Ocúpese usted en beneficio del país donde ha nacido y no espere el resultado de los diputados que marcharon a la península, porque ni ellos han de alcanzar la gracia que pretenden, ni nosotros tenemos necesidad de pedir por favor lo que se nos debe por justicia, por cuyo medio veremos prosperar este fértil suelo y nos eximiremos de los gravámenes que nos causa el enlace con España.

‘Soy de sentir que lo expuesto es bastante para que usted conozca mi resolución y la justicia en que me fundo, sin necesidad de mandar sujeto a discurrir sobre propuestas ningunas, porque nuestra única divisa es la libertad. Independencia o muerte.

‘Si este sistema fuese aceptado por usted, confirmaremos nuestras relaciones, me explayaré algo más, combinaremos planes y protegeré de cuantos modos sea posible sus empresas; pero, si no se separa del Constitucional de España, no volveré a recibir contestación suya ni verá más letra mía.

‘Le anticipo esta noticia para que no insista ni me note después de impolítico, porque ni me ha de convencer nunca a que abrace el partido del rey, sea el que fuere, ni me amedrentan los millares de soldados, con quienes estoy acostumbrado a batirme. Obre usted como le parezca, que la suerte decidirá, y me será más glorioso morir en la campaña que rendir la cerviz al tirano.’

Con esa simple, pero indeclinable condición se realizaría la alianza. La reunión se logró en Acatempan, muy cerca, poblado cercano a Teloloapan, en la Tierra Caliente, la segunda semana de febrero de 1821.

La mañana del sábado 24 de febrero fue cálida, fue de cálida frescura en el Valle de Iguala, probablemente menos cálida que hoy dado el cambio climático.

En los alrededores del poblado se veía el movimiento de tropas al ritmo de los tambores, topas que fueron enemigas desde hacía más de 10 años, protagonistas de centenares de combates épicos y de violentos encuentros no exentos de crueldad. Resolvieron ese día que la guerra debía terminar con un único resultado: la separación de la Nueva España de la centenaria sujeción colonial al impero español.

Esta vez no pelearían, la conducta de los jefes y la tropa no era agresiva, todos hablaban del contenido de un plan que unificaría a los inminentes mexicanos bajo un mismo lema y una bandera. La historia lo reconocería como el Plan de Iguala y el símbolo tricolor de las tres garantías: unión, religión e independencia. Esa mañana, hace 200 años, en Iguala se vivía el amanecer de México.

El 27 de septiembre del mismo año nació México, ya no sólo como ciudad y centro político, como sueño y difuso proyecto, sino como país independiente y al menos formalmente soberano.

En la capital, el Ejército Trigarante entró triunfal. Iturbide desfilaba al frente. Las tropas del general Guerrero cerraban el contingente para proteger la retaguardia y señalar la presencia victoriosa de la revolución de Hidalgo y Allende, de Morelos y Guerrero, y Galeana, de Josefa y Leona, del ‘Pipila’ y ‘el Niño Artillero’, de los Bravo y el perseverante, sencillo patriota afromexicano Vicente Guerrero.

La Independencia de México fue entonces resultado de la convergencia de dos procesos que confluyen en el Plan de Iguala, también llamado Plan de Independencia de la América Septentrional.

Uno, el que deviene de la revolución popular que inició Hidalgo en 1810, que adquirió un carácter programático en los Sentimientos de la nación del Cura Morelos en 1813 y que pareció morir, como pretenden los reaccionarios de hoy, con su fusilamiento en 1815, pero que se mantuvo viva gracias a la constancia de Guerrero y también a que las clases populares tomaron consciencia de lo que podía lograr su lucha y su movilización en la búsqueda de una sociedad más justa y libre, en que se moderara la opulencia y la indigencia, se combatiera la ignorancia y todos fuésemos ante la ley.

El otro, que obedece a las contradicciones que animaron muchos de los procesos independistas en América Latina, derivado de la inconformidad de las oligarquías criollas americanas frente a un sistema colonial opresivo, que les negaba derechos e inhibía el desarrollo de las economías locales y que se resquebrajaba con la rehabilitación de la Constitución de Cádiz en 1820.

Porque la independencia de México, más que cualquiera otra de América Latina, estuvo sustentada en un levantamiento popular, campesino, indígena, negro y de la plebe urbana que cimbró la sociedad novohispana, pero que los regímenes posteriores a la independencia se encargaron de ahogar y desatender hasta que el volcán revolucionario de 1910 volvió a hacer erupción con toda fuerza, recuperando los anhelos justicieros olvidados a lo largo del siglo XIX americanos.

Quiero entonces apelar a la presencia del excelentísimo presidente de Argentina, Alberto Fernández, gran amigo de México, para retomar dos asignaturas pendientes de las independencias americanas:

La de la unidad entre las naciones latinoamericanas siempre hermanas, pero frecuentemente confrontadas por la interferencia de intereses exteriores, intención imperialista.

Y la de la justicia social, en una región desgarrada y confrontada por una insultante e inaceptable desigualdad social, agudizada con frecuencia por la discriminación, el racismo y la segregación de clase.

Es tiempo ahora de revisar las asignaturas pendientes de nuestras independencias, de nuestras democracias y de nuestros proyectos nacionales porque, sin dejar de mirar hacia el norte, el sur también existe.

Hoy, en una circunstancia difícil para México por la pandemia que no termina de retirarse, la contracción económica, que afecta sobre todo a los más necesitados, pero también a los empresarios grandes y medianos, y la polarización política, cuyo origen no es otro que la desigualdad social, la inseguridad y la criminalidad rampante.

Debemos pensar en un nuevo Plan de Iguala, pongámonos de acuerdo en restablecer un pacto de unidad nacional, sencillo y precario, pero claro, basado en acuerdos simples e incuestionables: el combate a la corrupción, el respeto a la legalidad, la lucha contra la inseguridad, la superación de la emergencia sanitaria y la solución democrática de nuestras diferencias.

Si Iturbide y Guerrero pudieron ponerse de acuerdo, entonces ¿por qué no nosotros ahora? Sólo se trata de recuperar la frase prístina de don Vicente: ‘La Patria es primero’.

MODERADOR: Escuchemos el mensaje que dirige el doctor Alberto Fernández, presidente de la República Argentina.

ALBERTO ÁNGEL FERNÁNDEZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ARGENTINA: Señor presidente de los Estados Unidos de México, mi querido amigo Andrés Manuel López Obrador; mi querida amiga Beatriz, gracias por recibirme con tanta hospitalidad y con tanto cariño; Marcelo, gracias también.

Gracias a todos, gracias al gobernador de Guerrero, gracias al presidente de esta hermosa ciudad de Iguala, gracias a todos los que en estos tres días en que volví a México me dieron tanto cariño, tanto afecto y fueron tan fraternos con nosotros.

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador me preguntó si estaba dispuesto el 24 de febrero a acompañarlo al recuerdo del bicentenario, la conmemoración del bicentenario del Plan de Iguala, debo haber tardado 30 segundos en decirle que sí, porque es muy importante que en el tiempo que vivimos recordemos la historia y recordemos cómo fue, y recordemos todas las dificultades que debimos enfrentar como latinoamericanos para poder lograr esta independencia, que hemos logrado, pero no del modo que todavía nosotros quisiéramos lograrla.

América Latina, Argentina y México tienen tiempos parecidos, inclusive en los tiempos que necesitaron para poder lograr la independencia del imperio español de aquel entonces.

Allá en Argentina con una azorada en Buenos Aires, la Revolución de mayo de 1810; aquí en el Grito de Dolores, de 1810 también, con Hidalgo a la cabeza.

Argentina ha sido un derrotero de muchos desencuentros, hasta que en 1816 logró su independencia como país, liberarse plenamente del dominio español; México tarda un poquito más. Y estuvo en el medio, como estuvimos los argentinos, muertes incomprensibles, fusilamientos que no entendemos. Así como nunca entendieron los mexicanos ni justificaron la muerte de Morelos, tampoco los argentinos entendimos la muerte de Dorrego, y podríamos también sumar muchos nombres a nuestra historia común.

Pero finalmente, como pasó en la Argentina, las declaraciones de independencia de nuestros países tuvieron una característica singular, que era buscar el paso entre los establecido y el futuro, como bien dijo el gobernador de Guerrero, lo que representaba Iturbide y lo que representaba Guerrero. Uno aferrado al pasado, tratando de sostener un tiempo perimido; otro aferrado a un futuro incierto y complejo, pero en el que confiaba y el estrecho futuro era lo que lo animaba en su lucha.

Lo mismo pasó en Argentina, cuando San Martín o Belgrano iniciaron sus campañas libertadoras para defender y enfrentar a los ejércitos realistas. La realidad es que tuvieron muchísimos problemas y muchísimas dificultades por personas que habían sido inclusive partícipes del levantamiento del 25 de mayo, pero que no estaban tan interesados en que la independencia se lleve tan rápido y la libertad ocurra tan pronto, y se encontraron con esas fuerzas conservadoras de entonces que operaban como fuerzas reactivas al cambio y a la transformación.

Pero, así como ustedes tuvieron a Guerrero, nosotros los argentinos tuvimos muchos nombres y muchos hombres. Y la América Latina tuvo mujeres como Juana Azurduy, que fueron capaces de enfrentar al pasado que quería sostenerse y construir el futuro que nuestro continente reclamaba.

Allá en Argentina hay dos nombres que sobresalen: el de San Martín y el de Belgrano.

San Martín, un militar por naturaleza, un estratega como pocos en la historia. Fue capaz de pelear por Argentina, de cruzar los andes y ayudar a O'Higgins a liberar Chile y después de Chile seguir su derrotero hasta Perú para ayudar a que los peruanos de una vez por todas derroten a los ejércitos realistas y tengan también su independencia.

Belgrano no tenía nada de militar, era un abogado, un hombre de la intelectualidad de aquel entonces, preocupado por la economía, pero que entendió que debía cargarse el uniforme, cargar las armas y con enorme voluntad fue a defender la frontera norte de la Argentina.

Allí, en el norte, había un ejército de gauchos que conducía un general, un general que se había puesto al frente de esos gauchos, se llama Martín Miguel de Güemes. Fue el único general que la Argentina tiene muerto en una batalla, murió pelando con sus soldados.

Esos hombres existieron en nuestro continente. La historia tan bien contada por quienes precedieron en la palabra da cuenta que la historia se repite una y otra vez, como diría Nietzsche, esa lógica circular de la historia que siempre vuelve al punto de arranque.

Y así como entonces, la disyuntiva de hoy no parece ser distinta. Seguimos discutiendo entre los que quieren sostener el orden establecido -orden entre comillas- y los que queremos un sistema distinto. No ha cambiado.

A veces, como hoy existen otros mecanismos para que nuestra templanza se pierda y para que nuestro ánimo decaiga, la pelea parece ser muy dispar, muy difícil, pero cuando esto nos pasa y cuando sentimos que nos acorralan de mil modos modernos, que entonces gracias a Dios no existían… Ayer Beatriz, en un extraordinario discurso, recordaba lo que pasó en México en 1911, si no me equivoco, con Madero, 13, 1913 y cómo los diarios de entonces lo contaban.

Pero nosotros, cuando el desánimo aparece, de verdad tenemos que encontrar en los San Martín, en Los Belgrano, en los Güemes, en Juana Azurduy, en Bolívar, en Guerrero, en Hidalgo, los nombres que nos den la fuerza para volver a ponernos de pie, para recuperar la lógica que nos ha hecho llegar hasta acá, que no fue otra que la de la preocuparnos por los más humildes, por los que menos tienen, para fortalecer una igualdad que, como bien se ha dicho aquí, en América Latina no existe.

Esta bandera maravillosa que flamea en un mástil inmenso que, según me decía el presidente, debe ser el mástil más alto que el mundo ha puesto sobre la tierra, tiene tres colores que representan lo que fue la base sobre la que funcionó el Plan de Iguala.

Los colores era la garantía de lo que había que respetar hasta lograr la independencia absoluta y hasta un ejército de hombres y mujeres salidos del pueblo construyeron un ejército distinto a todos los ejércitos que conocimos en América Latina. Era el Ejército Trigarante, era el ejército que venía a garantizar las tres reglas que esa bandera en cada color impone. Esos tres colores representan, como bien se ha dicho acá, la unidad, la igualdad y la religión; difícil de entender hoy, pero en aquel entonces eso pesaba mucho.

Las tres reglas deberían estar presentes en cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros en América Latina debe tener el deber de trabajar por la igualdad latinoamericana, porque no hay ninguna posibilidad de un continente que progrese, dividido muchas veces, como se ha dicho aquí, porque nos encierran en debates que ni siquiera son los nuestros, son debates que a otros les interesan y son debates que a nosotros nos postergan.

Unidad, igualdad, la igualdad en el continente más desigual que el mundo tiene. ¿Quién puede vivir en paz con su consciencia, decir que ha abrazado a la política, decir que viene de movimientos populares y hacerse el distraído en un continente donde muy pocos concentran la riqueza y millones distribuyen la pobreza?, ¿quién puede estar en paz con su consciencia?

Unirnos para trabajar por la igualdad.

San Martín le decía a un caudillo argentino, Estanislao López, en un momento de resignación de López, donde sentía que no iban a poder lograr los objetivos que se proponían: ‘Unidos somos invencibles’, le dijo a San Martín. Cuánta razón tenía. ¿Por qué a nosotros nos cuesta entender tanto que unidos somos invencibles? De una vez por todas entendámoslo.

Y esa banda que ha dado el respeto a la religión en el siglo XXI quiere decir respetar la diversidad, respetar la diversidad, respetarnos en las diferencias. Porque una sociedad democrática no genera discursos únicos, una sociedad democrática respeta el pensamiento del otro, no lo tolera, lo respeta. No es lo mismo tolerar que respetar, tolerar es algo que uno hace sin ganas y respetar es poner al otro en el lugar que merece, aun cuando las diferencias nos separen ocasionalmente.

Por la unidad, por la igualdad, por el respeto a la diversidad, tal vez sea ahora en este bicentenario que hoy celebra en México, que en Iguala nazca un nuevo plan para la América toda, es el deber que tenemos.

Porque que nuestro continente cambie, no depende otros, depende de nosotros. Y si San Martín tuvo coraje y si Guerrero tuvo coraje, ¿cómo no vamos a tener coraje nosotros?

Venía cruzando la ciudad de Iguala y veía a los habitantes de allí, hombres, mujeres, niñas, hacer flamear la bandera mi patria con la bandera de México. Este México, que fue el lugar de socorro para miles de argentinos que escaparon a la más cruel dictadura que Argentina ha vivido.

Nosotros podemos hacer posible, porque no es un sueño pensar en una América Latina integrada, unida, que luche en conjunto para sacar de la pobreza y de la marginalidad a los millones de compatriotas de la patria grande que están sumidos en ese lugar, y podemos hacerlo.

Y cuando sentimos que no podemos, recordemos a Guerrero, recordemos a Hidalgo, recordemos a San Martín, recordemos a Güemes, recordemos a Belgrano, recordemos a O´Higgins, recordemos a Bolívar, recordemos a Juana Azurduy, recordemos a Artigas, en el Uruguay, y démonos cuenta que se puede, nunca bajemos los brazos.

El Plan de Iguala es un ejemplo de que, en la diversidad, que no es otra cosa que la diversidad de siempre, la diversidad entre el pasado y el presidente. Puede haber un punto de encuentro donde los pueblos se hagan libres y las sociedades más justas.

Gracias, señor presidente, por haberme dejado participar de un bicentenario tan hermoso como este.

¡Viva México!

¡Viva Argentina!

¡Y Viva América Latina!

Muchas gracias.

MODERADORA: El titular del Poder Ejecutivo de la nación tomará la protesta de bandera al personal que con esta fecha asume el compromiso de custodiar a nuestro enseña nacional, en compañía de los distinguidos integrantes del presídium.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Ciudadanos general, inspector, jefe, capitán, oficiales, personal de tropa, marinería y escala básica, directores y jóvenes estudiantes:

Vengo en nombre de México a encomendar a su patriotismo esta bandera, que simboliza su independencia, su honor, sus instituciones y la integridad de su territorio.

¿Protestan honrarla y defenderla con lealtad y constancia?

VOCES A CORO: ¡Sí, protesto!

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Al concederles el honor de ponerla en sus manos y velar por ella, la patria confía en que, como buenos y leales mexicanos, mujeres y hombres, sabrán cumplir con su protesta.

Muchas gracias.

MODERADOR: El presidente de la República presenciará el abanderamiento de las escoltas de la Secretaría de Educación Pública, de nuestras Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional.

MODERADORA: Recibe nuestra Enseña Nacional para su guardia y custodia la 7ª Brigada de Infantería de Marina.

MODERADOR: Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos número 3.

MODERADORA: Escuela Secundaria Plan de Iguala.

MODERADOR: Colegio de Bachilleres Plantel número 3.

MODERADORA: 50º Batallón de Infantería.

MODERADOR: 25º Batallón de Guardia Nacional.

MODERADORA: Centro de Estudios de Bachillerato José Vasconcelos.

MODERADOR: Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica número 112.

MODERADORA: Centro de Bachillerato Tecnológico e Industrial y de Servicios número 56.

MODERADOR: Y Base Aérea Militar número 7.

MODERADORA: Con motivo del abanderamiento a unidades de las Fuerzas Armadas, Guardia Nacional y escuelas dependientes de la Secretaría de Educación Pública, escucharemos el Toque Militar ‘Tres de Diana’.

(TOQUE MILITAR)

MODERADOR: Escuchemos el mensaje que dirige el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigo presidente de Argentina, Alberto Fernández; autoridades civiles y militares; pueblo de México:

La independencia de nuestra nación, como la de Argentina y de otros países hermanos de América Latina, se consiguió, como es sabido y se ha dicho aquí, por el debilitamiento del poder de la Corona española y también por el empeño y la lucha de los pueblos de América y sus dirigentes para abolir la esclavitud y hacer valer la justicia.

Aquí en Iguala, Guerrero, hace 200 años Agustín de Iturbide, representante del Ejército Realista, y Vicente Guerrero, auténtico líder popular, acuerdan consumar la Independencia de México.

Iturbide no sólo había combatido a los insurgentes, sino que, en la víspera de la firma del Plan de Iguala, mantenía informado al virrey Juan Ruiz de Apodaca, de quien dependía económicamente para mantener a su tropa con los suficientes elementos de guerra.

Por ejemplo, en una carta que le envía desde su cuartel de Teloloapan, en este estado, en la Tierra Caliente, fechado el 10 de diciembre de 1820, le dice con toda franqueza, o cinismo, que era muy importante entregar dinero a los soldados, pues ‘por eso –sostiene- aventuran los hombres sus vidas y hacen esfuerzos que no practicarían por algún otro estímulo’.

Como es obvio, Iturbide no creía en la abnegación del soldado que lucha por convicción y por la patria y no por la paga, como mercenario. Por eso, cuando le escribe a Vicente Guerrero el 10 de enero de 1821, sin andar con preámbulos, según sus propias palabras, le propone que detenga la hostilidad y se someta a sus tropas, que se someta con sus tropas al gobierno. Cito:

‘En el concepto de que yo dejaré a usted el mando de su fuerza y aún le proporcionaré algunos auxilios para la subsistencia de ella.’

La respuesta de Guerrero no tardó, le recuerda que los españoles sólo piensan -entre comillas- ‘mantenernos sumergidos en la más vergonzosa esclavitud’ y agrega que ‘la dignidad del hombre es muy grande, pero no está, ni cuanto pertenece a los americanos, han sabido respetar los españoles’-

Y sobre su propuesta de someterse bajo el mando de Iturbide, le pone como condición que primero se defina, le dice textualmente:

‘Decídase usted por los verdaderos intereses de la nación y entonces tendrá la satisfacción de verme militar a sus órdenes y conocerá a un hombre desprendido de la ambición, que sólo aspira a sustraerse de la opresión y no elevarse sobre las ruinas de sus compatriotas.’

Guerrero termina diciéndole:

‘He satisfecho el contenido de la carta de usted, porque así lo exige mi crianza y le repito que todo lo que no sea concerniente a la total independencia lo disputaremos en el campo de batalla.’

Pocos días después vino el entendimiento, el acuerdo, y un día como hoy de 1821 se proclamó aquí el Plan de Iguala, de las Tres Garantías: independencia, unión y religión.  Como símbolo del surgimiento de la nueva nación se confecciona y enarbola la primera bandera de México, del México independiente, con sus tres colores: verde, blanco y rojo, colocados en franjas diagonales.

Finalmente, tras la firma de los tratados de Córdoba, Veracruz, y de otros arreglos y acuerdos políticos, el 27 de septiembre entra triunfante a la Ciudad de México el Ejército Trigarante, encabezado por Agustín de Iturbide, en compañía de militares del antiguo Ejército Realista y de caudillos independentistas como Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y destacadamente, aunque sin mucho protagonismo, de Vicente Guerrero, quien llevaba 10 años en la lucha libertaria y fue subordinado leal de José María Morelos, el Siervo de la Nación.

Se había conseguido la independencia política de México, luego de tres siglos de dominación colonial, pero la formación de una nación es un proceso permanente e interminable de confrontación de intereses y de proyectos, es una historia sin fin, máxime cuando se presentan cambios políticos, pero permanecen intactas las estructuras de dominación heredadas del antiguo régimen, como sucedió luego de nuestra Independencia, con la persistencia de prácticas coloniales, esclavistas, la discriminación y el autoritarismo.

Muchas luchas por la justicia, la libertad y la democracia han acontecido desde que se proclamó el Plan de Iguala hasta nuestro tiempo, muchos han sido los sacrificios del pueblo y de sus dirigentes leales para enfrentar la reacción de los hombres del poder y de los grupos de intereses creados que se opusieron a la Independencia, a la Reforma y a la Revolución.

No se ha escrito todavía la historia de la represión en México, pero, sin duda, sería un relato sumamente cruel e inhumano. Nuestro pueblo en especial, sus comunidades indígenas y afromexicanas han padecido exterminio, esclavitud, cepos, azotes, encierros, deportaciones, destierros, desapariciones, fusilamientos, despojos y muchas otras formas de represión.

Aquí en Iguala, por ejemplo, el representante de Vicente Guerrero, para iniciar las pláticas y acordar con Iturbide, fue el coronel José Figueroa, quien además era tesorero de las tropas insurgentes del sur; pero durante la Revolución uno de sus descendientes, el gobernador Ambrosio Figueroa, protagonizó un suceso brutal y vergonzoso que pudo entredicho la buena fe del presidente Francisco I. Madero.

Aquí en Iguala el 14 de febrero de 1912 fue asesinado arteramente el dirigente opositor Salustio Carrasco Núñez. Su fusilamiento se llevó a cabo en las afueras de Iguala y su cuerpo quedó abandonado frente el panteón. Las cavidades de los ojos las tenía vacías porque en ellos se le dio el tiro de gracia.

En una carta enviada a Madero el 17 de febrero de 1912, el general Ambrosio Figueroa confiesa su crimen con singular cinismo. Empieza diciéndole que había ordenado la ejecución de un tinterillo llamado Salustio Carrasco Núñez, el día 14 de los corrientes, y explica su felonía con un cruel relato: reconoce que dicho individuo ciertamente no había tomado las armas en contra del gobierno, pero eso sí -dice el gobernador de ese entonces- ‘predicaba de un modo desembozado la rebelión diaria y públicamente’, decía que el gobierno actual era un gobierno ilegítimo y otras necedades por el estilo.

Que Zapara triunfaría, decía Carrasco, y entonces se implantaría un gobierno sólido y duradero. Era, en fin, un hombre, sostiene el gobernador, ‘altamente nocivo, tanto por sus doctrinas anarquistas, que mucho influía en el ánimo de los incautos, como porque se había convertido en deturpador terrible del actual gobierno y en agente secreto del zapatismo al que buscaba diariamente adeptos’.

Dice: ‘Quizá en el procedimiento contra el expresado haya habido alguna irregularidad no se llenaron debidamente los requisitos que establece la ley sobre suspensión de garantía, pero yo estoy resuelto a hacer la paz en este estado, a costa de sangre y de cuanto sea necesario, pues conceptúo -sigue diciendo- que, ajustándonos por completo a procedimientos rutinarios, muchos de los culpables, si se quiere, los más peligrosos, podrían fácilmente escapar al castigo que justamente merecen y de esta manera nunca terminaremos’.

‘He querido poner todo lo anterior en el superior conocimiento de usted -le dice a Madero- a fin de que no se vaya a tratar de sorprenderlo. Lo mismo para que usted con su poderosa influencia, si fuese necesario, haga cesar el escándalo que tiende a ser muy grande por la ejecución a que me he referido y a la que quizá no tarde, tenga que seguir otras de no menos significación, pues estoy sobre la pista de una conspiración que parece se tramaba en esta, en Iguala teniendo por jefe al expresado Carrasco.’

Hasta aquí la carta.

La actitud de Madero frente a este caso es por entero reprobable y contraria a sus convicciones humanitarias. El 17 de febrero de 1912 le escribe al gobernador de Guerrero, pero solo para lamentar que el fusilamiento -cito textualmente- ‘no haya cumplido con todos los requisitos legales, al mismo tiempo que lo justifica, pues, subrayo y entrecomillas, ‘comprende su actuación’ y le informa que fueron a verlo un grupo de guerrerenses y que procurará arreglar el asunto también, lo digo textualmente, ‘de modo conveniente’.

Este encubrimiento a todas las luces cuestionable es de los pocos actos de incongruencia de Madero. Sin restarle responsabilidad debe tomarse en cuenta que ya vivía asediado y sometido a fuertes presiones. La prensa porfirista, que dejó de recibir dinero de gobierno tras la caída de la dictadura, mantenía en su contra una permanente campaña de linchamiento político, pero sobre todo el presidente se había distanciado de los campesinos y del pueblo raso, se encontraba prácticamente solo, dependiendo de militares, de oligarcas y de caciques, que poco o nada ayudaban a la causa de la Revolución y que más tarde terminaron asesinándolo de manera infame.

Es probable que Madero no hubiese deseado contar con los servicios de los Figueroa, en Guerrero, o de Huerta, a escala nacional, pero no tenía otra opción en el terreno militar, tenía muy pocos hombres, como el general Felipe Ángeles.

Y en el plano político también predominaban los oportunistas, proclives a traicionar en cualquier momento. Por desgracia no había muchos servidores públicos o políticos con ideales y principios.

En todo el tiempo transcurrido, desde entonces, ese talante autoritario del pensamiento conservador no ha dejado de existir, echó raíces y se ha mantenido hasta nuestros días en todo el país, en Guerrero y aquí en Iguala.

Por ejemplo, sería imperdonable estar en esta ciudad sin recordar el lamentable suceso del 26 de septiembre de 2014 cuando fueron reprimidos y desaparecidos aquí en Iguala jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

Ese día el autoritarismo mostró de nuevo su rostro siniestro y se hizo evidente la complicidad del gobierno con la delincuencia organizada. Por eso se pretendió engañar con la denominada ‘verdad histórica’, según la cual los 43 jóvenes desaparecidos habrían sido quemados en un basurero del municipio limítrofe de Cocula.

Todo ese infundio se ha venido cayendo con las recientes investigaciones; sin embargo, es tan temible la asociación delictuosa que produjo esta tragedia y el pacto de silencio que establecieron que, aún con 82 detenidos y con el ofrecimiento de protección y recompensa, pocos de ellos hablan y todavía no sabemos a ciencia cierta dónde están los estudiantes de Ayotzinapa.

Pero esto no quiere decir que nos daremos por vencidos o nos cansaremos de buscar a los jóvenes desaparecidos; por el contrario, el hablar de este caso aquí y en esta fecha importantísima en la historia de nuestro país significa continuar llamando a todo el pueblo a participar para que se informe de todo lo que se sepa sobre estos tristes hechos.

Y vengo a Iguala de nuevo a refrendar nuestro compromiso de no claudicar y seguir adelante hasta conocer la verdad, encontrar a los jóvenes y castigar a los responsables. El caso de Ayotzinapa es una espina que traemos clavada en el alma.

Por convicción y como representante del Estado mexicano reafirmo el compromiso de continuar trabajando en coordinación con la Fiscalía General de la República y del Poder Judicial de la Federación para saldar la deuda que tenemos con las madres y padres de los muchachos, con Iguala, con la sociedad en su conjunto y con la honra de México.

También subrayo, por el optimismo al que hizo mención nuestro amigo Alberto Fernández, presidente de Argentina, no nos pueden quitar nunca el derecho a la esperanza.

Cuando existen sinceras, cuando existe sincera voluntad política y verdadero amor al prójimo, cuando se le tiene amor al pueblo y no hay lugar para componendas ni se permite la impunidad de nadie, la verdad y la justicia pueden tardar, pero finalmente llegan y eso es lo que deseo en este caso de todo corazón.

Amigo presidente Alberto Fernández:

Agradezco sinceramente su compañía, la de su esposa, en este acto de conmemoración de los 200 años de nuestra independencia.

Se ha dicho muchas veces y lo repito, y aquí se expresó en al bienvenida que nos han dado en Igual: México y Argentina son naciones hermanas, nuestros pueblos han luchado siempre por la libertad, la justicia y la democracia y por la defensa de la soberanía, y no pocas ocasiones esas luchas se han entrelazado.

Hace 45 años, en efecto, la dictadura militar que se abatió sobre su país provocó un éxodo de argentinos que recibieron en este país -cosa que nos llena de orgullo- la condición de asilados y que enriquecieron nuestra cultura, la academia, la ciencia, las artes y otras dimensiones de México.

Hoy muchos, muchos mexicanos, mujeres y hombres de nuestra generación, disfrutan de la literatura de Jorge Luis Borges, recuerdan con admiración y afecto a Diego Armando Maradona y no dejan de invocar el arrojo y la congruencia de Ernesto ‘Che’ Guevara, y yo en especial también le admiro usted, digno presidente de Argentina, Albero Fernández.

¡Que viva la Independencia de México!

¡Viva Argentina!

¡Vivan los pueblos del continente americano!

¡Viva la fraternidad universal!

¡Viva la justicia!

¡Viva Vicente Guerrero!

Muchas gracias.

MODERADORA: Finaliza esta ceremonia con los honores correspondientes al presidente de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Se les invita a entonar nuestro Himno Nacional.

(HIMNO NACIONAL)

MODERADOR: El presidente de México, en compañía del presidente de la República Argentina, se dirigen a la escolta de bandera para despedirse de nuestro Lábaro Patrio.

---