MODERADOR: Damos inicio a esta ceremonia con los honores al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.

(HONORES)

MODERADOR: Preside esta ceremonia de petición de perdón por agravios a la comunidad china en México el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

MODERADORA: Lo acompaña la doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente de México.

MODERADOR: Excelentísimo señor Zhu Qinqqiao, embajador de la República Popular China en México.

MODERADORA: Ingeniero Miguel Ángel Riquelme Solís, gobernador constitucional del estado de Coahuila de Zaragoza.

MODERADOR: Doctor José Rosas Aispuro Torres, gobernador constitucional del estado de Durango.

MODERADORA: Doctora Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación.

MODERADOR: Licenciado Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores.

MODERADORA: General Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional.

MODERADOR: Almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina.

MODERADORA: Licenciada Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura.

MODERADOR: Maestro Zoé Alejandro Robledo Aburto, presidente de la Comisión Presidencial para la Conmemoración de Hechos, Procesos y Personajes Históricos de México.

MODERADORA: Embajador emérito Sergio Ley López, exembajador de México en la República Popular China.

MODERADOR: Doctora Mónica Georgina Cinco Basurto, especialista en el tema sobre la comunidad china en México.

MODERADORA: Maestro Carlos Javier Castañón Cuadros, historiador y director del Archivo Municipal de Torreón, Coahuila.

MODERADOR: Y licenciado Sergio Lara Galván, presidente municipal de Torreón, Coahuila.

MODERADORA: También nos acompañan embajadores de los países amigos de Chile, Uruguay, Italia, Brasil, Panamá y Perú, representantes de la comunidad china en México, representantes de los medios de comunicación y quienes nos siguen por internet a través de las redes sociales, sean todos bienvenidos.

El ingeniero Miguel Ángel Riquelme Solís, gobernador constitucional del estado de Coahuila de Zaragoza, hará uso de la palabra.

MIGUEL ÁNGEL RIQUELME SOLÍS, GOBERNADOR DE COAHUILA: Señor presidente de México, licenciado Andrés Manuel López Obrador:

Le damos a usted y a la comitiva que le acompaña la más cordial bienvenida a Coahuila de Zaragoza, en especial a esta ciudad de Torreón.

Saludo con mucho gusto y respeto a su señora esposa, la doctora Beatriz Gutiérrez Müeller: también saludo a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; al secretario de la Defensa, general Luis Cresencio Sandoval; al de Marina, al almirante José Rafel Ojeda Durán; a la secretaria de Cultura, Alejandra Fraustro; asimismo, doy la bienvenida a nuestro estado al señor embajador de China en México, Zhu Qingqiao; al señor embajador emérito y exembajador de México en la República Popular de China, Sergio Ley López; agradezco también la presencia de la Comisión de Conmemoraciones en la persona de Zoé Robledo.

Muchas gracias a todas y a todos. 

Agradezco la presencia también de Mónica Georgina Cinco Basurto, investigadora e hija de repatriado chino, muchas gracias por estar aquí; al presidente municipal de Torreón, Sergio Lara; al director del archivo municipal.

A todos quienes hoy nos acompañan, empresarios, miembros de la comunidad China, embajadores que fueron mencionados. Muchas gracias a todas y a todos. 

La xenofobia, la discriminación y el racismo son flagelos que actualmente atentan de manera profunda contra la dignidad de las personas. 

Estas abominables expresiones encuentran su origen en un ideal arcaico de la otredad y en una percepción alterada de la realidad en la que el otro, concebido como diferente, representa una amenaza irracional que genera una absurda materialización de la expulsión de lo distinto y se manifiestan en la más burda ignorancia que se transmuta en temor, odio y resentimiento.

Si bien, en la sociedad contemporánea es posible advertir la persistencia de estas expresiones, durante los momentos más convulsos de la historia es cuando se trastocan en acontecimientos de resultados fatales y de alcances genocidas. Lo anterior, es importante aclarar, no justifica de modo alguno ninguna forma de agresión en contra de persona o comunidad por motivos de su raza, religión, origen étnico o nacional; por el contrario, rememorar y entender el contexto histórico donde ocurrieron estos actos aberrantes nos debe conducir a un único objetivo: concebir la tragedia en su debida y justa magnitud.

Asimismo, nos posibilita reconocer con humildad y responsabilidad la deuda histórica que nuestra comunidad tiene con las víctimas de lamentables sucesos. 

Finalmente, nos puede permitir externar una sincera disculpa y asumir el compromiso de nuestra sociedad por garantizar que tragedia de dimensiones genocidas no vuelvan a ocurrir nunca más.

Hoy estamos reunidos aquí para reconocer la responsabilidad de nuestra sociedad, de nuestro estado y del país por el ataque xenófobo que en mayo de 1911 causó la muerte de 303 personas de origen chinas en esta ciudad de Torreón.

El proceso revolucionario nacional de 1910 tuvo en Coahuila su origen con su líder más destacado, el párrense Francisco Ignacio Madero González, un coahuilense de grandeza que a lo largo de varios años de infructuosa participación política frente a la dictadura encontró como última oportunidad el llamado a una guerra.

Fue una confrontación en varias etapas que inició de manera dolorosa el largo camino de cambios sobre una década de sangre y de batallas. El movimiento maderista encontró un apoyo paulatino y creciente en todos los rincones del país, en una nación con regiones de diversas identidades culturales se nutrió de una serie muy amplia expresiones y de expectativas.

Los acentuados estratos sociales que provocaban una brutal desigualdad entre amos y peones acasillados del sur del México contrastaron con los grupos militares que en el norte se levantaron en armas con la bandera democrática.

En esta región lagunera, formada de manera efectiva con la llegada del ferrocarril, tuvo lugar una de las manifestaciones más reprobables de la efervescencia cívica de aquellos días. El movimiento maderista de 1810 expresaba los anhelos de democracia y el grito de justicia social de un gran porcentaje de la población, que en aquél entonces no sabía leer ni escribir; sin embargo, también manifestaba la ruptura de equilibrios entre la sociedad donde, polarizada por la guerra, afloraban las posiciones extremas bajo la idea de considerarse buenas o malas según el bando de donde precedían, unas justicieras y unas profundamente reprobables.

En esta ciudad, como en las principales de Coahuila, se habían establecido desde finales del siglo XIX varias familias y comunidades de inmigrantes, españoles, sirio-libaneses, japoneses y la floreciente comunidad China, donde prosperaron sus empresas, industrias, agricultura y escuelas.

Después del ataque infructuoso a la ciudad de Torreón por las tropas maderistas, los días 13 y 14 de mayo de 1911, realizado durante el día y la noche, con fuerzas formadas apenas meses atrás de muy diversos orígenes y con mandos nuevos el día 15 sucedió el trágico y lamentable asesinato de 303 miembros de la comunidad china de Torreón a manos de soldados revolucionarios. 

Los jefes Emilio Madero y Benjamín Argumedo, entre otros que mandaban las tropas, no se hicieron responsables de lo que los soldados habían ejecutado. El asunto fue remitido al ámbito legal y se integró a un largo proceso durante el régimen maderista en el que se propuso una indemnización y otros actos reivindicatorios que, tras la muerte de Madero, quedaron truncos.

Como sociedad, hoy asumimos la ignominia de este intolerable acontecimiento. Ese reprobable hecho de sangre fue una terrible expresión de xenofobia de jefes revolucionarios que en no pocos casos vieron el odio como bandera. 

Por ello, queremos refrendar que esa posición fue propia de un reducido grupo de personas que dedicadas a la estéril tarea de desestabilizar y agitar aquella sociedad se alejó de los ideales coahuilenses y del movimiento revolucionario emprendido por Francisco I. Madero, un movimiento genuino y legítimo en el cual nunca hubo cabida para expresiones discriminatorias, como la historia lo demuestra. 

Los anhelos maderistas estuvieron marcados por el reconocimiento y la reivindicación de los derechos fundamentales. 

A 110 años de esa cobarde masacre, insistimos en que no es esa nuestra naturaleza. Las y los coahuilenses nos distinguimos por alto sentido de hospitalidad, fraternidad y solidaridad, tenemos un profundo respeto por los derechos de todas las personas y por aceptar las diferencias como base de la riqueza de la multiculturalidad.

En nuestro gobierno trabajamos con un marco muy claro y garantista de los derechos culturales, de la inclusión, la equidad y no discriminación, entre mutua y respetuosa colaboración entre los poderes del Estado unimos esfuerzos para afianzar el Estado de derecho, la legalidad y el orden público, así como en hacer valer el respeto a la diversidad, elemento indispensable para una verdadera libertad y que esta sea el motor central de un camino de progreso.

Hoy Coahuila se asume con un estado solidario, un lugar de acogida para las personas en búsqueda de mejores oportunidades y para quienes necesitan asilo o refugio. Muestra de ello es que somos el estado donde se puso en práctica el primer Programa de Ciudades Solidarias de la Oficina para Refugiados de Naciones Unidas, el cual ha permitido la integración de cientos de familias extranjeras a nuestra comunidad. 

Actualmente llevamos a cabo un profundo estudio de nuestro orden jurídico para impulsar que se elimine de él cualquier expresión discriminatoria, racista o xenófoba. De esta manera, toda persona independiente de su origen étnico o nacional, en Coahuila ejerce sus derechos en una sociedad solidaria, justa y equitativa.

Lo antes expuesto tiene por objeto vislumbrar, aunque sea de manera breve, las acciones claves que reflejan el compromiso de nuestro estado para que una tragedia como la ocurrida en Torreón en mayo de 1911 no se vuelva a repetir; asimismo, para insistir en el compromiso que tenemos de erradicar cualquier forma de expresión de discriminación en todo espacio público, privado, familiar, laboral, educativo o social.

Hoy más que nunca debemos estar conscientes de que son factores inherentes a la globalización, la movilidad humana, la conexión y el bienestar interdependiente de las sociedades. En nuestra civilización, a diferencia de otras etapas de la humanidad, donde los muros, las fronteras y la autosuficiencia eran símbolos de poder y dominio, ahora rige la necesidad de interactuar con el mundo entero.

Vivimos una época en la que somos interdependientes con el orbe y se requieren de esfuerzos conjuntos entre las naciones para avanzar hacia un futuro esperanzador y de paz.

En Coahuila hemos hecho patente nuestra voluntad y disposición por entablar puentes de cooperación y hermanamiento con China y todos los pueblos del mundo. En siete giras de promoción económica por Asia nos sentimos muy honrados de confraternizar con este gran pueblo, en especial, con Jiangsu, con quien compartimos premisas en el ámbito de cooperación internacional y de apoyo mutuo por las causas más nobles de la humanidad.

Celebramos así que la nación china reafirme su interés en las oportunidades que ofrece nuestra entidad para el desarrollo industrial, el comercio, los negocios, importaciones y exportaciones, así como el crecimiento del turismo con nuevas formas de vinculación.

En los últimos siete años han emprendido sus operaciones en territorio coahuilenses 14 empresas globales de origen chino que, con una inversión de más de siete mil millones de dólares, han incrementado nuestras fortalezas para enfrentar los desafíos económicos.

Señor presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Señoras y señores:

En Coahuila forjamos un futuro con base a la integración del mundo globalizado y la cooperación con otras culturas con el propósito de superar con éxito los retos que tenemos en común. En este día con el mayor respeto y responsabilidad nos unimos a la petición de perdón que el Estado mexicano presenta a la comunidad China en nuestro país.

Refrendo también mi apoyo personal y el total respaldo de nuestro gobierno al pueblo chino, así como nuestro respeto, acompañamiento y solidaridad con quienes son descendientes de las personas que sobrevivieron a aquellos trágicos acontecimientos de mayo de 1911.

Aquí en Coahuila tendrán siempre patente nuestra amistad, nuestra alianza y un gran número de admiradores de su extraordinaria cultura y nación.

Por su atención, muchas gracias. 

MODERADOR: Hace uso de la palabra la doctora Mónica Georgina Cinco Basurto, hija de repatriado chino y especialista en el tema sobre la comunidad china en México. 

MÓNICA GEORGINA CINCO BASURTO, HIJA DE REPATRIADO CHINO Y ESPECIALISTA EN EL TEMA SOBRE LA COMUNIDAD CHINA EN MÉXICO: Muy buenos días. Mi nombre es Mónica Cinco Basurto, soy hija de un chino, Jorge Cinco, y una mexicana, Josefina Basurto.

Mi papá es descendiente de una de las familias chino-mexicanas que durante los años 30 del siglo XX salieron del país por las persecuciones antichinas ocurridas durante más de tres décadas. Mi abuelo, como muchos chinos, llegó a México proveniente de la Provincia de Cantón, en el sur de China, en la segunda mitad del siglo XIX y se asentó en Sinaloa. 

Los chinos llegaron a México durante el porfiriato en el marco de las políticas estatales de colonización para poblar el norte y los litorales, y asegurar mano de obra barata. 

Desde 1895 y hasta 1920, miles de chinos llegaron al país de manera constante en un contexto en el que fueron acusados de ser portadores de enfermedades y se les calificó de raza inferior, opiómanos, amorales y provenientes de una cultura abyecta.

Sabemos que los chinos llegaron a México de China, de Estados Unidos y de Cuba, entraron por Manzanillo, Ciudad Juárez, Salina Cruz, Mexicali y Mazatlán, se distribuyeron por prácticamente todo el territorio, pero se concentraron principalmente en Baja California, Chihuahua, Coahuila, Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Chiapas, Veracruz, Yucatán y la Ciudad de México.

Los chinos se dedicaron a la agricultura, trabajaron en las minas, en los ferrocarriles y fueron tenderos, cocineros, zapateros, panaderos y lavanderos. Contribuyeron con su trabajo al desarrollo económico de los poblados donde se asentaron y con sus actividades dinamizaron las ciudades que iban surgiendo a lo largo del ferrocarril y las minas. 

Los chinos lograron tejer redes de solidaridad entre ellos y se organizaron en asociaciones, se casaron con mexicanas y tuvieron descendencia. 

Entre 1900 y 1920 las comunidades chinas fueron prósperas, pero los sentimientos antichinos gestados desde su llegada les restaron la posibilidad de seguir creciendo y aportando al país. 

Bajo los argumentos de que los chinos desplazaban de los empleos a los mexicanos, abarataban los trabajos, contaminaban la salud pública y engendraban hijos racialmente inferiores, el antichinismomexicano encontró su periodo más álgido entre 1911 y 1934.

El evento ocurrido en esta ciudad de Torreón hace 110 años inauguró la violencia explícita en contra de los chinos y se mantuvo durante la siguiente década con expresiones de intolerancia en aumento. A partir de los años XX el sinoracismo se sofisticó, combinando sus argumentos con elementos nacionalistas y patrióticos, no sin contradicciones en el proceso.

La violencia hacia los chinos manifestada en saqueos a sus negocios, agresiones físicas y expulsiones vulneró y lastimó a la población china, pero también a sus familias chinomexicanas. En el discurso, el antichinismo brindaba protección a las mexicanas, en la acción el término ‘chinera’, acuñada por los antichinos, representó una forma de señalarlas y excluirlas al hacerlas también objeto de agresiones y expulsarlas.

Entre 1930 y 1934 miles de chinos y sus esposas e hijos salieron del país expulsados o temerosos de ser objetos de violencia. A muchos de ellos no les fue reconocida la nacionalidad mexicana que habían adquirido por naturalización y a sus esposas e hijos no sólo les fue vulnerado el derecho a permanecer en sus lugares de origen, sino también su derecho a ser considerados mexicanos.

Cuando mi abuela, nacida en Sinaloa, salió del país en 1932 con destino a China, su documento migratorio decía que su nacionalidad era china por matrimonio y así ocurrió con cientos de mujeres más que no pudieron regresar por falta de documentos de identidad por lo menos hasta 1960. Treinta años se mantuvieron apátridas y sin ninguna protección del gobierno mexicano.

Los años difíciles de estas familias en China y los muertos de Torreón de 1911 son un triste legado de los pasajes más oscuros de la historia del país. La indolencia e indiferencia con la que el Estado mexicano, por acción u omisión, trató a las comunidades chinas y a sus descendientes en el pasado debería ser hoy recordatorio y una alerta permanente de que el racismo, la discriminación, la xenofobia nos lastiman como país y no permiten mirar en el otro un nosotros, no permite ver que la diversidad suma, aporta, enriquece y que México está formado también por miles de extranjeros, como los chinos, que siguen viéndonos como un día para echar raíces.

México sigue siendo un país que recibe migrantes. Tenemos ante nosotros el reto y compromiso de no permitir que nunca más historias como las persecuciones antichinas se repitan. Reconocer nuestras propias hostilidades nos permite avanzar hacia un país en donde el derecho a ser diferentes, el derecho a la memoria, a la justicia restaurativa y al no racismo estén garantizados.

Llegar a este momento para muchas de nuestras familias significó un proceso doloroso de memoria y recordatorio de la vulnerabilidad y la fragilidad en la que nuestros abuelos y padres se encontraron por décadas.

Visibilizar los agravios que vivieron y reconocer que el Estado mexicano se equivocó significa también visibilizar que los chinos y sobre todo sus descendientes seguimos estando aquí y que todos los días trabajamos por hacer de nuestras comunidades un lugar mejor desde lo que somos: orgullosos mexicanos de ascendía china. 

Esta ceremonia resignifica nuestra memoria y nos representa como país la oportunidad de potenciar el respeto y la empatía para que nunca más se violente a ninguna comunidad migrante y expresiones como ‘escupitajos de la naturaleza’ o ‘chinos cochinos’, acuñados durante el antichinismo y perpetuados por décadas o los prejuicios derivados de la pandemia por COVID que diferentes países han generado discursos de odio y exclusión, tengan cabida en nuestro querido México. 

Muchas gracias.

MODERADORA: Escuchemos con atención el toque del caracol, símbolo de convocatoria a la comunidad y posteriormente el toque de gong, para establecer un buen ánimo en todos los presentes y estar en condiciones de iniciar el acto de petición de perdón. 

(TOQUE DE EL CARACOL Y TOQUE DE GONG)

MODERADOR: El embajador emérito Sergio Ley López, exembajador de México en República Popular China, hará uso de la palabra

SERGIO LEY LÓPEZ, EXEMBAJADOR DE MÉXICO EN REPÚBLICA POPULAR CHINA: Señor presidente de la República; señora Beatriz Gutiérrez Mueller; señor gobernador del estado de Coahuila, honorables miembros del presídium.

Señoras y señores: 

Le agradezco, señor presidente, la oportunidad que me brinda para que sea mi persona a nombre del gobierno mexicano el encargado de exponer las razones y los principios que nos obligan como una nación que se reconoce en la historia a pedir perdón por los agravios cometidos contra la comunidad china residente en México en las primeras tres décadas del siglo XX, muy especialmente al conmemorarse 110 años de los ataques ocurridos en esta ciudad de Torreón.

La memoria histórica de una nación y de un pueblo es nuestra mejor herramienta contra el olvido. Recordar, comprender, perdonar tres grandes verbos de nuestra lengua que nos reúnen esta mañana.

Si ha sido legítimo exigir disculpas de aquellos que nos han agredido y ultrajado en el pasado, es justo reconocer a aquellos pueblos a los que hemos ofendido e injuriado años atrás, como las comunidades mayas y yaquis o los migrantes chinos, a quienes dañamos desde una idea equivocada de nuestro nacionalismo.

La historia de las relaciones entre México y la República Popular China en los últimos 50 años ya nos han reconciliado en muchos sentidos, pero es preciso voltear la mirada y aprender las lecciones de lo ocurrido el 15 mayo de 1911, a fin de que nunca más vuelva a repetirse.

Somos en el presente dos países que están llamados a jugar un papel determinante en la escena mundial, cuyos profundos lazos se nos presentan hoy en día como un nuevo territorio de retos y oportunidades.

Es acaso la complejidad y la profundidad de nuestras relaciones actuales la mayor prueba de que hemos trascendido al pasado, hemos construido un nuevo horizonte para impulsar las relaciones entre México y China desde la amistad, el mutuo entendimiento y la cooperación.

De cara a los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, México y China tenemos un horizonte abierto de coincidencias y oportunidades a partir de una serie de principios rectores que nos son afines.

La paz internacional con justicia y equidad, el combate a la pobreza, el comercio justo entre las naciones, la lucha contra el cambio climático, el trato digno a los migrantes, forman parte de esa agenda bilateral en la que nos reconocemos como dos naciones que aspiran al mismo futuro compartido.

Si usted me lo permite, señor presidente, ahora hablaré con esa otra identidad que tengo, como el quinto hijo de un emigrante chino que llegó a México precisamente en 1911 en busca de nuevos horizontes y sueños de una nueva patria.

Se tiene registro que entre 1902 y 1921 llegaron a México más de 50 mil nacionales chinos, en su gran mayoría de la provincia sureña de Cantón, que es de donde provenía mi padre. Conforme ahorraron y prosperaron, abrieron sus propios negocios e invirtieron en empresas de transporte colectivo como los tranvías eléctricos de Torreón, entre muchas otras actividades, hasta consolidarse como una comunidad que contribuía al desarrollo económico del país. Esa creciente prosperidad alimentó de manera gradual el resentimiento, la incomprensión y, finalmente, el odio xenofóbico y la violencia. 

La matanza del 15 de mayo de 1911 en la ciudad de Torreón fue el más grave, pero no el único acto de violencia racista y discriminatoria que se prolongaría hasta la década de los años 1930, hubo otros actos de persecución y violencia en el norte y el noreste del país.

A lo largo de ese periodo de hostilidades se les confiscaron propiedades, saquearon una y otra vez sus negocios, y finalmente se les expulsó junto a sus esposas e hijos mexicanos. Los cientos de negocios que, al huir o ser expulsados dejaron encargados a socios mexicanos, nunca fueron recuperados.

La historia de mi padre y de mi familia y mi propia historia como diplomático mexicano del servicio exterior, por lo cual tuve el privilegio de representar a nuestro país como embajador ante la República Popular China, son el resultado de ese cruce histórico y cultural entre México y China en el arranque del siglo XX.

Tras la persecución, los pocos chinos que lograron permanecer en México se dispersaron en pequeñas poblaciones, ese fue el caso de mi padre, Juan Ley Fong, y de mi madre, Rafaela López Trejo, que se casaron en 1932, lograron establecerse y empezar una nueva vida en Tayoltita, un pueblo minero escondido en la Sierra de Durango.

Veintitrés años después, concluido el capítulo de Tayoltita en 1955, mi padre y toda la familia nos establecimos en Culiacán, Sinaloa, para abrir un nuevo negocio que a la vuelta de los años y de las décadas se convertiría en la principal cadena de tiendas de autoservicio del noreste del país: la Casa Ley. 

En esos años mi padre se dio el tiempo para cultivar una de sus grandes pasiones: el béisbol. En 1965 adquirió el equipo profesional de Los Tomateros de Culiacán y en 1967 tuvo el placer de ver coronado a su equipo con su primer campeonato de la Liga Mexicana del Pacífico, poco antes de fallecer. 

La expansión y la diversificación del negocio que fundó mi padre llegan hasta nuestros días. Somos parte de la historia económica del noroeste mexicano, somos parte de una historia que nos recuerda el potencial del diálogo histórico entre México y China, y la generosidad del pueblo mexicano.

Mis padres fundaron una familia chino-mexicana que hoy llega a la quinta generación. Amamos a México, trabajamos por él, nos orgullecemos de la doble herencia cultural que nos conforma. 

¿Qué lecciones podemos sacar en el presente? 

Sabemos que la comunidad china en México es muy trabajadora y ha demostrado su gran capacidad para ahorrar, acumular capital e invertir de nuevo, que este, y no otro, es el auténtico camino de la prosperidad. 

Esa comunidad ha creado empresas, generado empleos y contribuido al desarrollo de México, puede ser un puente para incrementar aún más nuestras relaciones económicas con China y atraer la inversión que permita generar nuevas fuentes de trabajo.

Reconstruir nuestros vínculos centenarios con el mundo asiático que se rompieron a principios del siglo pasado es una tarea y un compromiso de nuestro presente, el rostro activo del perdón. 

China es hoy una gran potencia y es nuestro segundo socio comercial en el mundo, un indicador estratégico a la hora de imaginar un nuevo y diversificado horizonte de oportunidades para nuestro país.

Por todo lo anterior, señor presidente, de conformidad a los lineamientos de su gobierno, con el gran honor que usted me ha conferido, hoy, en nombre del Estado mexicano, le pedimos perdón a…

MODERADOR: Favor de ponerse de pie.

SERGIO LEY LÓPEZ: Hoy, en nombre del Estado mexicano le pedimos perdón a la comunidad china en México por los agravios cometidos en su contra a lo largo de nuestra historia.

Señor presidente: 

Le agradezco profundamente este acto que lo enaltece y le da sentido a sus acciones de gobierno.

Muchas gracias.

MODERADORA: Sean tan amables de tomar asiento.

El excelentísimo señor Zhu Qingqiao, embajador de la República Popular China en México, hará uso de la palabra.

ZHU QUINGQIAO, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA EN MÉXICO: Excelentísimo señor presidente, Andrés Manuel López Obrador y distinguida señora Beatriz Gutiérrez Mueller; estimado gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme; estimados funcionarios públicos mexicanos, representantes de los tres poderes; excelentísimo embajador Sergio Ley; embajadores presentes, representantes de comunidades chinas en México, señores, señoras, amigos todos.

Buenos días.

Para mí es un gran honor asistir en el evento de hoy y quiero agradecer a la parte mexicana por su cálida invitación y todo su esmero.

Vale recordar que hace cuatro siglos los barcos mercantes orientales, cruzando el inmenso océano, llegaron a México y trajeron té, seda y porcelana de China. Los lugareños los llamaron cariñosamente la lana de China.

A raíz de la segunda mitad del siglo XIX cada vez más chinos llegaron a México, se dedicaron a la construcción de ferrocarriles de minería y la siembra de algodón, y establecieron sus hogares y negocios aquí gracias a su trabajo honesto, haciendo contribuciones importantes para el desarrollo nacional de México y la formación de diversidad de culturas.

No obstante, a principios del siglo XX algunos de ellos vivieron injusticias en algunos lugares como Torreón, pero a través del evento de hoy se consuela a las vidas perdidas y se curan las cicatrices que ha dejado la historia.

La parte China aprecia al señor presidente Andrés Manuel López Obrador y al gobierno mexicano por su sentir de responsabilidad histórica y su compromiso. La historia es el mejor libro de referencia. Revisamos la historia para aprender lecciones del pasado y evitar que se repitan las tragedias.

El agravio de los chinos en Torreón ya pasó hace más de 100 años y el México de hoy se ha convertido en un hogar para la convivencia entre las personas de diferentes colores, creencias y culturas. Sin embargo, en algunos lugares de este planeta todavía existen el racismo, la xenofobia y odio y violencia contra las minorías étnicas debido a la discriminación son frecuentes y preocupantes en algunos países.

En la actualidad en toda la humanidad compartimos el mismo futuro, estos errores seguramente serán rechazados resueltamente por la sociedad humana. 

Revisamos la historia para apreciar más la amistad China-México. La sombra de lo que pasó en Torreón ya se ha disipado y la amistad entre China y México se ha vuelto cada vez más fuerte a la luz del tiempo.

Desde el establecimiento de relaciones diplomáticas, hace 49 años, nuestros países siempre han tratado con sinceridad, con respeto y se ayudan mutuamente para lograr una cooperación compartida. 

Ambos países se han convertido en socios estratégicos integrales indispensables el uno para el otro y han formado un paradigma de desarrollo de las relaciones amistosas entre países con diferentes sistemas políticas y culturas diversas. 

Ante la pandemia de COVID-19, bajo la administración del presidente Xi Jinping y el presidente López Obrador, ambos países han logrado resultados destacados en la cooperación contra la pandemia. Nunca olvidaremos el apoyo y la solidaridad de todo México a China en el periodo más crucial de la lucha en contra del coronavirus.

Al aparecer el COVID-19 en México, los aviones de carga de materiales sanitarios y las vacunas chinas que llevan esperanza y convicción a México ha dejado una fuerte historia de relaciones entre nuestros dos países. 

Revisamos la historia para crear un futuro más promisorio. Este año marca el centenario de la fundación del Partido Comunista de China y China se ha embarcado en la expedición de construir integralmente un país socialista moderno, mientras México está avanzando hacia su Cuarta Transformación con el liderazgo del presidente López Obrador, por lo que ambos países compartimos más similitudes en las estrategias de desarrollo. 

El próximo año marcará el quincuagésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y México, y esta coyuntura importante China está dispuesta a trabajar con México para fortalecer nuestra tradicional amistad, profundizar la cooperación mutuamente beneficiosa y amistosa, y en todas las áreas y en mayor beneficio para ambos pueblos, y hacer más contribuciones a la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad.

Antes de terminar, quiero citar dos poemas de la dinastía Tang para describir la amistad, la hermandad y camaradería entre China y México.

El primero es: ‘Mientras los monos aúllan sin cesar, a las orillas mi barca ligera ya cruza entre las montañas’, y sacrifica que no importa cómo cambia esa situación, la mistad bilateral siempre avanza a grandes pasos hacia adelante.

Y el segundo es: ‘Si quisieras ensanchar en la vista, asciende un piso más’, es decir, debemos tener una visión de largo alcance y crear un nuevo panorama para la asociación estratégica integral China-México.

Muchas gracias.

MODERADOR: El presidente de México hará entrega del Árbol de la Vida al embajador de la República Popular China. Este árbol es un símbolo de reivindicación de la memoria histórica y reconciliación nacional partiendo de dos raíces culturales profundas.

Vemos en fronda los frutos de un encuentro enriquecedor para ambas naciones.

(ENTREGA DEL ÁRBOL DE LA VIDA)

MODERADORA: Escuchemos el mensaje que dirige el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Señor Zhu Qingqiao, embajador en México de la República Popular China; Miguel Riquelme Solís, gobernador del estado de Coahuila; autoridades civiles, militares, diplomáticos, amigas, amigos: 

Como sucede en todo el mundo, la historia de los pueblos registra tiempos de esplendor y grandeza, así como momentos de oscuridad y vergüenza. 

Así ha sido la vida pública de Torreón y de la Comarca Lagunera. La joven ciudad, desde su nacimiento, contó con prosperidad y fortuna. Sus fundadores fueron gente de lucha en el más amplio sentido de la palabra, merecedores del lema del estado de Coahuila, según el cual el trabajo lo vence todo.

Antes de la llegada del ferrocarril ya la región producía alimentos para sostener a la población dedicada a la minería, el cultivo de la vid permitió producir el mejor vino de México.

Con el tendido de las vías férreas, 1888, Torreón experimentó un desarrollo rápido y espectacular. De ser una hacienda con poca población, se convirtió de la noche a la mañana en una importante ciudad y en un centro estratégico de actividades productivas.

Su población pasó de 225 habitantes en 1868, a 40 mil en 1910; su tasa de crecimiento sólo era comparable a la de los nuevos centros mineros, como Cananea, en Sonora, y Santa Rosalía, en Baja California Sur.

El ferrocarril permitió detonar el cultivo del algodón, el llamado oro blanco, en cuyo cultivo, al igual que en el sur de Estados Unidos, se recurrió a esclavos afroamericanos de ese país. Está documentado que en 1895 en Tlahualilo trabajaron en la pizca del algodón 700 jornaleros migrantes traídos de Alabama.

El auge minero, agrícola e industrial trajo aparejado el desarrollo comercial y financiero de La Laguna. En 1901 había nueve bancos en Torreón, y desde 1900 existían 12 industrias importantes, entre las que se contaban una fábrica de jabón, otra de hilados y tejidos, una fundidora, una cervecera, una ladrillera, una fábrica de muebles y otra de refrescos y dulces. Estaba también la que en ese momento era la principal metalúrgica del país y de la cual era socio don Evaristo, abuelo del futuro revolucionario Francisco I. Madero.

Sin embargo, como todo lo que aconteció en el porfiriato en las distintas regiones del país, el crecimiento económico no significó justicia social; más bien, concentró la riqueza en pocas manos, profundizó las desigualdades y produjo pobreza, marginación y profundos resentimientos.

De ahí que la enseñanza mayor del modelo económico neoliberal o neoporfirista es que la apuesta por el progreso material sin justicia nunca será una opción política viable y siempre estará condenada al fracaso; su falla de origen consiste en pasar por alto que la simple acumulación de riqueza sin procurar su equitativa distribución produce desigualdad y graves conflictos sociales. 

Torreón es un ejemplo de cómo antes del porfiriato un pueblo apacible, con pocos conflictos, se convirtió, a partir del progreso porfirista, en una madeja de problemas sociales y políticos; se profundizaron las disputas agrarias por el despojo de tierras, como sucedió en Ocuila y otros pueblos encabezados por el indígena y a la postre revolucionario Calixto Contreras. 

Comenzó la confrontación por el agua, las presas y los canales de riego, entre los agricultores de arriba, del río Nazas, y los de abajo.

La Laguna pronto fue de los principales centros de proselitismo magonista. En 1908, en Viesca, se produjo un levantamiento armado en contra de Porfirio Díaz y, a consecuencia de esa insurrección, fueron aprehendidos y llevados a la terrible cárcel de San Juan de Ulúa, Veracruz, los cabecillas, como se llamaba antes a los líderes de la oposición. 

Y qué mejor prueba puede haber del carácter indomable del lagunero si en San Pedro de las Colonias el presidente Madero, nativo de aquí cerca, de Parras, Apóstol de la Democracia, empezó su lucha revolucionaria en 1904, apoyando con dinero a los magonistas y oponiéndose en 1905 a la reelección del gobernador de Coahuila, Miguel Cárdenas, lo que más tarde haría en contra del mismo dictador Porfirio Díaz.

No olvidemos que en su hacienda de San Pedro de las Colonias, Madero les dio trabajo a los huelguistas textileros de Puebla y Veracruz, antes de que estos fueran brutalmente reprimidos en Río Blanco en 1907.

Y cómo olvidar que en San Pedro escribió el libro La sucesión presidencial de 1910 que, al contrario de lo que sostenían los intelectuales orgánicos de la dictadura y hasta los seudoantiporfiristas, se trata de una obra con buena prosa y mucha profundidad política.

Pues bien, en medio de esta efervescente realidad marcada por la polarización clasista y racista, tuvo lugar el llamado pequeño exterminio, que causó la muerte a 303 sinomexicanos, chinomexicanos de Torreón en los aciagos días del 13, 14 y 15 de mayo de 1911.

Sobre las causas y cómo sucedieron estos terribles y lamentables hechos, considero que el testimonio con más rigor histórico y literario es el que ofrece el escritor Julián Herbert, en su libro La casa del dolor ajeno. Ahí se narra que, luego de una de tantas crisis en China de la época, muchos de sus habitantes se vieron obligados a emigrar, primero a Estados Unidos, atraídos por la fiebre del oro en California y por la construcción del ferrocarril. Luego de que se les impidió el ingreso a ese país, a Estados Unidos, buscaron trabajo y refugio en otras partes del mundo, incluido México. 

El racismo que han padecido por siglos los habitantes de China es igual o peor que el que han sufrido indígenas mexicanos o africanos. Baste recordar que hasta 1968 una persona de cultura oriental, en especial de origen chino, no podría casarse en California con una mujer blanca, y por mujer blanca la ley entendía mujer occidental, lo irónico es que exclusivamente frente a los chinos este vago concepto consideraba mujeres blancas afroamericanas, a indias y a mestizas.

La discriminación se sustentaba en lo más vil y ofensivo. Se repetía que los chinos eran sucios, incultos, arrogantes, individualistas y que carecían hasta de sentido del humor. Y estas estupideces se trasladaron a México, donde a la exclusión y al maltrato se le añadió el exterminio. Da tristeza que incluso en el mejor plan que se ha escrito en México, el Plan liberal de 1906 de los magonistas, existe un párrafo vergonzoso que mancha la memoria, la congruencia y la honestidad de estos dirigentes. En ese texto se lee, cito:

‘La prohibición a la inmigración china es, ante todo, una medida de protección a los trabajadores de otras nacionalidades, principalmente a los mexicanos. El chino, dispuesto -por lo general- a trabajar con el más bajo salario, sumiso, mezquino en aspiraciones, es un gran obstáculo para la prosperidad de otros trabajadores.’

Esto explica que revolucionarios y reaccionarios coincidieran en los procedimientos más crueles e inhumanos en contra de la comunidad china de México.

Desde 1911 quedó demostrado que en tiempos de revolución o guerra los excesos no provienen de una sola ideología. Aquí en Torreón el odio y las atrocidades, por ejemplo, de ‘los amarillos’, como se conocía a los defensores de Porfirio Díaz, no distaba mucho de las barbaridades de los revolucionarios maderistas, carrancistas o villistas.

Herbert, citando al novelista Francisco de Urquizo, afirma que ‘los amarillos de La Laguna eran un cuerpo de rurales integrado por capataces y guardias blancas de hacendados, cuyo odio a los revolucionarios rebasaba el encono el Ejército federal.

‘No sólo enfrentaron al enemigo, sino que lo cazaban, lo arrastraban a cabeza de silla entre nopaleras, le pegaban decenas de tiros, incluso estando muerto. Lo desmembraban, lo colgaban en los postes del telégrafo junto a las vías del tren para que aprendiera a respetar.’

Agregaría que este escuadrón de la muerte era igual de terrible y aplicaba prácticas parecidas a las atribuidas al Centauro del Norte y a sus dorados. Sobre estos episodios de barbarie, aún con toda la carga familiar antivillista, el libro La sangre al río, de Raúl Herrera Márquez, es para mí un clásico, es como La casa del color ajeno,otra gran obra, para comprender mejor la historia de las muchas regiones del gran mosaico social y cultural que es nuestro querido México.

La lección que nos dejan estas historias es que la violencia y la guerra deben evitarse por todos los medios, por sus terribles locuras y por ocasionar las mayores desgracias a los seres humanos. 

En los días fatales del 13, 14 y 15 de mayo de 1911 se vivió en Torreón una gran tragedia. Los revolucionarios se prepararon con anticipación para tomar la plaza y el Ejército federal se dispuso a defenderla a sangre y fuego. El encargado del destacamento militar porfirista fue Emiliano Lojero, que de joven combatió contra los franceses en la batalla del 5 de Mayo en Puebla y que luego formó parte del tribunal de tres jueces que condenó a la pena capital a Maximiliano de Habsburgo, entre otros méritos; sin embargo, los revolucionarios maderistas, que eran más numerosos, lucharon con pasión y a ellos correspondió la pírrica victoria. 

Un día antes del inicio de hostilidades militares para tomar Torreón, la sociedad de comerciantes y trabajadores ​chinos de esta ciudad mandó a imprimir y distribuir un volante que tradujo del inglés al castellano el historiador Juan Puig. En este documento se dice: 

‘Hermanos, atención, atención, esto es grave, han ocurrido muchos sucesos injustos durante la Revolución. Se nos ha informado que antes de las 10 de la mañana de hoy los alzados unirán sus fuerzas para atacar la ciudad. Es muy probable que durante la refriega se desate una multitud que se dé a saquear las tiendas, por eso aconsejamos a nuestra gente que cuando las multitudes se junten cierren sus puertas y se escondan, y bajo ninguna circunstanciaabran sus negocios, ni salgan a ver la pelea; y si forzaran algunas de sus tiendas, no opongan resistencia y déjenlos tomar lo que quieran, puesto que de otro modo sus vidas correrían peligro, esto es importante. Una vez que termine el percance, trataremos de llegar a un acuerdo.’

Pero todo fue en vano. A la medianoche del día siguiente, narra Herbert, ‘el cielo se nubló y empezó la matanza’. Tanto los testimonios compilados por el fiscal Rafael Ramos Pedrueza como los que provienen de la tradición oral coinciden en señalar que los campesinos asiáticos fueron asaltados al menos tres veces: llegaba una cuadrilla revolucionaria de Lerdo y les quitaba legumbres y herramientas; luego, otra de Gómez Palacio y los despojaba de ropas y centavos; y al final venía una tercera columna procedente de Matamoros o Viesca o Mapimí, y los encueraba, azotaba o apuñalaba porque ya no tenían nada que dar, porque se habían convertido, en pocas horas, en las personas más frágiles del país, de La Laguna, las más sencillas de matar.

No faltó quien opuso resistencia y cayó a tiros, pero a la mayoría de los súbditos celestes se le ejecutó porque sí, por odio racial, por envidia económica, por sevicia y para entretenimiento de la tropa. Varias decenas murieron esa noche, sus cadáveres quedaron tendidos entre los surcos agrupados en los graneros, descalzos, a las puertas de sus cuartos de adobe.

Un par de días más tarde, y habida cuenta del problema político que se avecinaba, el maderismo triunfante recolectó los cuerpos, algunos fueron remitidos a una fosa común en las inmediaciones del cementerio; otros, terminarían semihundidos en las norias del pajonal.

El genocidio costó la vida, como ya lo hemos dicho, a 303 personas de origen chino y a cinco de ascendencia japonesa. El resultado de la investigación limitó el castigo básicamente al fusilamiento de Benjamín Argumedo, quien esgrimió ante el juez la mentira de que, al recibir -entre comillas- un nutrido tiroteo, ordenó a la tropa ‘maten a los chinos’. Sin embargo, los más destacados jefes revolucionarios que participaron en la toma de Torreón ni siquiera fueron investigados. 

Aclaro que en esta deleznable masacre no participó, como algunos siguen pensando, Francisco Villa. Debe recordarse que en ese tiempo el Centauro del Norte estaba en Ciudad Juárez, donde con Pascual Orozco ayudó a Francisco I. Madero a obtener el triunfo en esa batalla contra el Ejército federal, decisiva para lograr la renuncia y el exilio a Francia del anciano dictador Porfirio Díaz.

También debo decir con pesar, con tristeza, que luego del llamado pequeño genocidio, para robarles, por racismo se continuó persiguiendo y asesinando impunemente a miembros de la comunidad china en México. Después de la matanza de Torreón de 1911, lo que emergió no fue arrepentimiento, ni siquiera autocrítica, sino un permiso simbólico de trasgresión, cualquier vejación contra los cantoneses tenía un antecedente histórico, que no sólo justificaba, sino que exculpaba la nueva atrocidad.

Es comprobable que en Sonora a partir de 1916 se constituyeron clubes antichinos. Las autoridades locales primero los confinaron en barrios, en guetos, luego los apresaban y los deportaban hasta llegar, en 1931, a expulsarlos del estado.

Algo parecido se padecía en Sinaloa, por lo cual muchos orientales terminaron refugiados y viviendo en pueblos apartados de Durango o de Zacatecas. La campaña propagandística antichina consistía en acusarlos de haberse apropiado de las fuentes de trabajo y de tener comercios, lavanderías, panaderías antihigiénicas, que propiciaban enfermedades y epidemias. 

También se les difamaba divulgando que pertenecían a una raza torpe, desequilibrada, en Sonora y Sinaloa se les obligaba a quitarse en nombre oriental y a llamarse Pedro, Juan o Manuel. Esta campaña se justificaba con la defensa de la raza y de la patria, una actitud semejante a la de los estadounidenses antinmigrantes.

Asimismo, es sabido que tanto en el gobierno de Álvaro Obregón como el de Plutarco Elías Calles se fomentó esta campaña, esta gran injustica. El Partido Nacional Revolucionario, PNR, surgido en 1929, tomó la bandera del racismo antichino al año siguiente de su fundación. En 1930 la población china en México era de 15 mil 960 personas y en 1940, según cifras oficiales, se había reducido a sólo cuatro mil 859 personas o habitantes.

Pero ¿saben quién les dio refugio a los orientales en el noreste de México? Los yaquis. Ahí hasta existe un panteón chino. Es una lección de humanismo sublime. Un pueblo perseguido como el pueblo yaqui, que resistió al exterminio que ayuda a otro en la misma circunstancia, sin importar culturas o fronteras.

En fin, considero que este acto en el que el Estado mexicano pide perdón a los familiares de las víctimas de la represión autoritaria cometida por movimientos, organizaciones y gobiernos de nuestro país, no sólo nos obliga a asumir nuestra responsabilidad y culpa, sino también a aceptar el compromiso con el pueblo y la República Popular de China de que el Estado mexicano no permitirá nunca más el racismo, la discriminación y la xenofobia.

Nuestro país y su gobierno siempre promoverán la igualdad, la diversidad cultural, la no violencia y la fraternidad universal.

Amigas y amigos.

Señor embajador Zhu Qingqiao:

Además de agradecer su presencia en este importante acto que nos reconcilia aún más y reafirma la amistad entre nuestros pueblos, quiero aprovechar también para agradecer de todo corazón al gobierno de su país por el oportuno e importante apoyo que nos han dado desde el inicio de la pandemia del COVID-19.

A raíz de la declaración de la pandemia actual en marzo de 2020, al igual que muchas naciones, México se ocupó de contar con abastecimiento de insumos y equipos médicos que permitieran enfrentar la pandemia y atender las necesidades de la población para proteger su salud.

Es por ello que llamé al presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, para solicitar su apoyo y colaboración con nuestro país. Hubo una respuesta rápida, fraterna y solidaria por parte del Gobierno Popular de China.

A través del puente aéreo México-China hemos recibido 38 aviones, 25 con insumos médicos como equipo de protección para trabajadores de la salud, ventiladores y pruebas diagnósticas, y 13 aviones con seis millones de dosis de vacunas Sinovac y sustancia activa para envasar en México, como lo estamos haciendo, otras seis millones de dosis de la vacuna de CanSino en la planta farmacéutica de Drugmex.

De esta vacuna de CanSino México ha recibido más de cuatro millones ya de la planta que produce, que envasa en nuestro país. Ya se han producido, repito, más de cuatro millones.

Al ser de una sola dosis, la vacuna CanSino fue seleccionada para vacunar a todos los maestros, maestras, a los trabajadores de educación del país. Al día de hoy hemos avanzado vacunando al 65 por ciento de los trabajadores de la educación de nuestro país y antes de que termine el mes habremos concluido.

Hoy quiero agradecer al presidente de China, Xi Jinping, y a su embajador en México, Zhu Qingqiao, así como a los científicos de China, a sus diplomáticos y a sus empresas, y quiero decir desde Torreón:

Nunca vamos a olvidar la fraternidad de China en los meses amargos y angustiosos de la pandemia por el apoyo solidario que recibimos. Más valioso resulta este apoyo si se considera que China tiene actualmente ingentes necesidades de vacunación, así como en su momento también necesitaba sus equipos de ventilación y siempre decidieron respaldarnos.

Gracias, presidente de China, y gracias al pueblo chino por su solidaridad. Gracias, muchas gracias de todo corazón. Gracias.

MODERADOR: Se les invita a entonar nuestro Himno Nacional, posteriormente se entonará el Himno Nacional de la República Popular China. 

(HIMNO NACIONAL MEXICANO)

(HIMNO NACIONAL DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA)

MODERADORA: El presidente de los Estados Unidos Mexicanos se dirige a la escolta de bandera para despedirse de nuestro Lábaro Patrio.

(SALUDO A LA BANDERA)

---