MODERADORA: Preside esta ceremonia conmemorativa al 148 aniversario luctuoso de Benito Juárez, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Andrés Manuel López Obrador.

Integran la línea de honor:

La doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente de la República.

Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Licenciado Alejandro Murat Hinojosa, gobernador constitucional del estado de Oaxaca.

Ciudadano Federico Hernández Ramírez, presidente municipal de San Pablo Guelatao de Juárez, Oaxaca.

También nos acompañan los integrantes de Gabinete Legal y Ampliado del Gobierno de México, representantes de los medios de comunicación y a quienes nos siguen por internet a través de las redes sociales en el mundo.

Sean todos bienvenidos.

Hace uso de la palabra el doctor José Alfonso Suárez del Real y Aguilera, secretario de Cultura de la Ciudad de México.

JOSÉ ALFONSO SUÁREZ DEL REAL Y AGUILERA, SECRETARIO DE CULTURA DE LA CIUDAD DE MÉXICO: Ciudadano licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; ciudadana doctora Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; ciudadano licenciado Alejandro Murat, gobernador constitucional del estado de Oaxaca; ciudadana doctora Beatriz Gutiérrez Mueller, presidenta honoraria de la Comisión de Memoria y Cultura del Gobierno de México; ciudadano Francisco Hernández, presidente municipal de Guelatao de Juárez, Oaxaca; distinguidos y distinguidas integrantes del Gabinete, distinguidos amigos.

Con su venia, señor presidente.

Poderme dirigir a ustedes en ocasión del 148 aniversario del deceso del presidente de la República, don Benito Juárez es, como ciudadano y servidor público de la Ciudad de México, un inmerecido honor al que espero corresponder con el respeto y sobriedad que nos legó el prócer a lo largo de su prolífica existencia.

En la carta que el presidente Juárez envía a su yerno don Pedro Santacilia, fechada desde Chapultepec el 13 de julio de 1867, el presidente reconoce las dificultades para llegar a las afueras de la capital y comenta que, entre comillas, el ayuntamiento y los amigos se han empeñado en que la entrada sea el lunes, porque no es posible que antes concluyan los preparativos para la recepción, que quieren que sea lo mejor posible.

El más mínimo atisbo de venganza surge en el ánimo de parte de don Benito Juárez, quien podría haber aprovechado la fiesta nacional francesa para instaurar gloriosamente a la República liberal mexicana, vencedora del ejército galo y del imperio impuesto por Napoleón III.

Benito Juárez cedió a lo que el pueblo le pedía: esperar hasta el lunes para poder ser recibido lo mejor posible y ese 15 de julio el presidente Juárez entró a la ciudad y desde el zócalo del fallido monumento santanista expresó a la nación los siguientes sentimientos.

El gobierno nacional vuelve hoy a establecer su residencia en la Ciudad de México, de la que salió hace cuatro años. Llegó entonces la resolución de no abandonar jamás el cumplimiento de sus deberes. Tanto más sagrado, cuanto mayor era el conflicto de la nación, fue con la segura confianza de que el pueblo mexicano lucharía sin cesar contra la inicua invasión extranjera en defensa de sus derechos y de su libertad.

Salió el gobierno para seguir sosteniendo la bandera de la patria por todo el tiempo que fuera necesario hasta obtener el triunfo de la causa santa de la independencia y de las instituciones de la República.

El triunfo lo han alcanzado los buenos hijos de México combatiendo solos, sin auxilio de nadie, sin recursos, sin los elementos necesarios para la guerra; han derramado su sangre con sublime patriotismo, arrastrando todos los sacrificios antes que consentir en la pérdida de la República y de la libertad.

Lleno de confianza en ellos, procuró el gobierno cumplir sus deberes sin concebir jamás un solo pensamiento de que le fuera licito menoscabar ninguno de los derechos de la nación. Ha cumplido el gobierno el primero de sus deberes no contrayendo ningún compromiso en el exterior ni en el interior que pudiera perjudicar en nada la independencia y soberanía de la República, la integridad de su territorio o al respeto debido a la Constitución y a las leyes. Todos los Juárez en Juárez.

El claro mensaje del entonces presidente y su inmortalidad, hoy nos obligan a la reflexión. Juárez, el liberador, el fundador de las instituciones, el impulsor del Estado laico como garante de la libertad del pensamiento.

Juárez, el reformador, el educador, el defensor de la República, a pesar de las calamidades y de situaciones extremas que le tocaron vivir y a pesar de esa terrible circunstancia que le acompañó la mayor parte de su vida. Juárez, el patriota, el que, a pesar de las enormes presiones que se concentraron en contra de la nación en 1859, supo anteponer a tiempo los intereses superiores de la patria.

Juárez, el estadista, el héroe de 1867, quien también supo reconocer que el triunfo contra la reacción y frente a las potencias extranjeras se logró merced al esfuerzo de los buenos hijos de México, aquellos que combatieron solos y sin auxilio de nadie, y supo también con claridad y contundencia definir ante nuestro heroico pueblo que el primer deber de un gobierno legítimo es el rechazo institucional a cualquier compromiso que ponga en peligro independencia y soberanía de la República, la integridad del territorio y el respeto al estado de derecho, es decir, a la Constitución y a las leyes que promueve.

Pero el Benemérito va aún más allá y contundentemente afirma que el gobierno que él encabezaba, sustentado en la confianza de un pueblo que luchaba por su patria en situación harto desventajosa, procuró cumplir sus deberes sin concebir jamás un solo pensamiento de que le fuera lícito menoscabar ninguno de los derechos de la nación, es decir, su gobierno no traicionó ni con el pensamiento los valores e instituciones que el pueblo le encomendó.

Con esta regla de oro, Juárez estableció el principio rector del Estado mexicano, la primera obligación del buen gobierno y la condición sine qua non para construir y consolidar a la República como una entidad federal, democrática, institucional, liberal, laica y justa.

A 148 años de que don Benito Juárez trascendiera al oriente eterno, hoy contempla a la República, gobernada por quienes creemos firmemente en su legado y que la nación mexicana está dirigida por hombres y mujeres que hemos asumido la conducción de la patria y de la ciudad con el mismo fervor y entrega que el prócer imprimiera a todas y cada una de sus acciones públicas y privadas.

Y al igual que le ocurrió al liberalismo mexicano del siglo XIX, hoy enfrentamos de nuevo a la solución conservadora, cuyo único objetivo es recuperar prebendas y fueros cancelados por la exigencia popular, lo cual nutre nuestro compromiso de desterrar del Estado mexicano la descomposición heredada por los enemigos del liberalismo asumidos por don Benito Juárez como un eje rector del gobierno nacional.

Hoy, al igual que en la segunda mitad del siglo XIX, la solución conservadora esgrime y difunde argumentos tan peligrosos como la falsa incapacidad del actual gobierno de la República, es decir, de los mexicanos, para transformar nuestra realidad y, bajo ese sofisma, critican las acciones correctas y precisas que el Gobierno de México que preside el licenciado Andrés Manuel López Obrador lleva a cabo inspirado en el legado del presidente Juárez bajo la consigna cotidiana del quehacer público a favor de las y de los mexicanos, pues somos plenamente respetuosos de todas las ideologías políticas y religiosas, y profundos defensores de los derechos y libertades de cada uno de nuestros compatriotas.

Como atinadamente señaló nuestro actual presidente, añora el frente, esa suerte de solución conservadora de estos días, el retorno a esa descomposición; es decir, quieren retroceder a los días del régimen a modo, recuperar la senda de la corrupción y del entreguismo y para así, en aras de la modernidad, continuar con el remate de las riquezas nacionales al mejor postor, hipotecando a la nación, amparándose en tragedias sanitarias o físicas como las que recientemente estamos padeciendo. Y esta solución conservadora se coaliga para intentar frenar el apoyo popular con el que cuenta la Cuarta Transformación pacífica de México.

Tal actitud tan contraria al precepto juarista que aquí hemos analizado sacrifica a favor de unos cuantos la posibilidad real de recuperar para nuestros hijos e hijas una patria en camino de prosperidad, amando y sosteniendo siempre nuestra independencia y nuestra libertad, como nos lo confió don Benito Juárez al concluir su magistral discurso del triunfo de la República el 15 de julio de 1867.

Por ello hoy, al conmemorar este 148 aniversario de la pérdida física del presidente Juárez, exigimos que a la solución conservadora le quede clara la histórica lección del 1° de julio de 2018, que sepan todos que a pesar de la traición de algunos malos ciudadanos, a pesar de una invasión extranjera, a pesar de la imposición de gobiernos espurios, a pesar de la permanente debacle económica auspiciada por la deshonestidad y la ambición, la enorme mayoría de los mexicanos no perdieron en el siglo XIX, ni perderemos en el siglo XXI, la esperanza.

Los mexicanos pudimos y los de hoy podemos defender nuestra independencia, nuestra democracia, nuestra libertad, nuestra soberanía, nuestra Cuarta Transformación, a fin de hacer de la patria un Estado liberal de justicia y bienestar, y para ratificar a toda la nación mexicana que el legado de don Benito Juárez se revitaliza día a día en nuestros corazones y en la transformación pacifica de la patria.

¡Viva don Benito Juárez!

¡Viva el Estado laico!

¡Viva la Cuarta Transformación de la República!

Es cuanto.

MODERADORA: Escuchemos el mensaje que dirige la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de la República.

BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER, PRESIDENTA DEL CONSEJO HONORARIO DE LA MEMORIA HISTÓRICA Y CULTURAL DE MÉXICO: Muy buenos días, buenos días a los que presiden esta ceremonia y a los invitados y medios.

Voy a leer un texto viejo de Justo Sierra dirigido a Emilio Castelar, político, diplomático, periodista, escritor, que en 1873 se convirtió en el presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española.

‘A Emilio Castelar.

‘El más grandioso periodo de nuestra historia nacional acaba de cerrarse con el mármol de un sepulcro. Juárez ha muerto. Intérpretes de la juventud liberal que ama en vuestra voz la personificación más elocuente de las democracias latinas, hemos querido asociarnos al duelo del país entero, hemos querido que, al pasar definitivamente a la posterioridad el noble del nombre patricio sellase vuestra carta de ciudadanía mexicana y para nuestra gloria y para vuestra honra colocamos sobre esa frente de gigante vuestro laurel de bronce.

‘Vos lo sabéis, el que ha muerto encarnó en México el advenimiento de las ideas redentoras de nuestro siglo. Su impasible figura se destaca en el horizonte matinal de la reforma como un dedo de granito escribiendo la profecía de muerte en medio de la orgía lúgubre de la reacción.

‘Cuando ese raquítico soñador del mal que concibió desde su trono bizantino el designio de desenterrar el cadáver de la tradición monárquica de su tumba impura, profanó con sus legiones nuestra tierra americana.

‘Juárez tuvo la suerte de representar el principio de las nacionalidades reconquistadas por el derecho y conservadas por la libertad contra el hombre que, si pensaba restaurarlas por el pueblo, quería guardarlas para los césares.

‘Fue el derecho de América a vivir, a respirar libre y soberana, desde donde engarzasen congelados cristales el eje imantado de los polos hasta su cíngulo tropical bordado por las constelaciones y cerrado por el sol. Tierra peligrosa era la que dejaba correr a torrentes por los canales respiratorios de sus cordilleras de oxígeno, generador de la fiebre, de la libertad.

‘El día brillaba tanto en América que empezaba a iluminar las tinieblas europeas. Era nuestro cenit una aurora en ultramar y temblaron los asfixiadores del género humano.

‘La marea de la invasión subió amenazadora, todo quedó hundido, todo, exceptuando la rompiente en que se abrigó el arca santa de la República.

‘Todas las frentes se inclinaron, todas, exceptuando la frente de Juárez, que permaneció ante el hundimiento de nuestra autonomía erguida como sólo puede erguirse la consciencia ante la fatalidad.

‘Y de este escollo, jamás quebrantado tras la invasión que huía de campanario en campanario, se precipitó nuestra águila anidando en los picos volcánicos de nuestra sierra, sublimes campanarios andes americanos.

‘Vos lo sabéis, vos, que lo habéis proclamado así en la tribuna, al parque Víctor Hugo en Patmos y en Caprera Garibaldi, el Ruy Díaz de la nueva era. Y por eso, Juárez ha conquistado el derecho de hacer de la bandera mexicana su paño mortuorio.

‘Mañana se levantará en Europa contra ese gran recuerdo la grita de los asalariados del odio. Os damos, tribuno, la palabra en defensa nuestra. Decidles que tenemos mucho amor a nuestra patria para no santificar las virtudes del que ha muerto y mucho orgullo para no arrojar sobre sus faltas el manto de nuestras glorias.

‘Entre tanto, al cerrar de la tumba junto a la cual suenan con eco tan solemne las palabras constancia y fe, hacemos ardientes votos por la República Española, que será hija de vuestra fe y de vuestra constancia.

‘Salud y fraternidad.'

Justo Sierra. Publicado en El Federalista 21 de julio de 1872, a los tres días de haber fallecido don Benito Juárez García.

Muchas gracias.

MODERADORA: En conmemoración al 148 aniversario luctuoso de Benito Juárez, atendamos con respeto y en su honor el toque militar Silencio.

(TOQUE MILITAR SILENCIO)

MODERADORA: Finaliza este evento con los honores al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Se les invita a entonar nuestro Himno Nacional.

(HIMNO NACIONAL)

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