El incremento de la esperanza de vida y, por tanto, de la población adulta mayor, es uno de los grandes logros de la humanidad. Esto se debe, entre otras razones, a los avances en el ámbito de la salud. Sin embargo, el hecho de que las personas vivan más años no siempre se traduce en que vivan esos años en buen estado de salud. La población que envejece no está libre de enfermedades; de hecho, la acumulación de enfermedades crónicas durante largos periodos ha dado lugar a que un porcentaje importante de las personas adultas mayores se encuentren en una situación de dependencia y, por tanto, requieran, un cuidador de forma permanente.

Un cuidador es quien asiste o ayuda a otra persona a realizar sus actividades de la vida diaria, ya sea de forma remunerada (recibiendo un salario) o no remunerada (sin recibir un sueldo). En México, los cuidadores suelen provenir del mismo núcleo familiar, siendo la mayoría de las veces la esposa, las hijas o nueras quienes desempeñan esta tarea, generalmente sin recibir un ingreso por esta labor.

No todas las personas requieren el mismo tipo de asistencia o cuidados; éstos dependerán del grado de limitación o dependencia que haya generado la enfermedad o enfermedades en el paciente. La labor del cuidador puede resultar muy desgastante, sobre todo si la persona a la que cuida tiene muchas limitaciones físicas o requiere de asistencia para la mayoría de sus actividades.

En ocasiones, para cumplir su tarea, los cuidadores se ven obligados a invertir gran parte de su tiempo y energía, modificando sus hábitos de vida, ocupaciones y responsabilidades, e incluso descuidando su propia salud. Esta situación de estrés persistente puede dar lugar a la aparición o al descontrol de enfermedades en el cuidador.

Para que el cuidador pueda ejercer de forma responsable su labor, sin que aparezcan los problemas asociados, es indispensable que tome conciencia del tiempo que invierte en sí mismo, que busque momentos y espacios para realizar actividades propias y cuidar su salud; que reconozca sus limitaciones y solicite ayuda a familiares, amigos o profesionales cuando lo considere necesario. Sobre todo, es indispensable que externe los miedos, emociones y sentimientos relacionados con la labor de cuidado que ejerce.

Para ello, el cuidador debe mantenerse en contacto con profesionales de la salud (medicina, enfermería, psicología, trabajo social…), a fin de poder intercambiar opiniones y adquirir información que le resulte de utilidad para desempeñarse de la mejor manera posible, sin afectar su salud física o mental. Los grupos de apoyo son una excelente opción para este intercambio.