Los matlatzincas de San Francisco Oxtoltipan, hijos del sol y la luna; el “Padre Viejo” y la “Madre vieja” respectivamente, descendientes de Tlamatzín y fieles seguidores de Coltzin y Otontecuhtli fueron y son una población aguerrida que por más de 500 años han preservado sus tradiciones y patrimonio cultural.
Se asentaron en lo que hoy es el Valle de Toluca en el Estado de México, y fueron un pueblo en demasía codiciados, ya que, debido a su ubicación geográfica contaban con tierras fértiles y óptimas para el desarrollo humano, justamente estos factores fueron razones por las cuales el imperio mexica los sometió, bajo el reinado de
Axayácatl entre 1474 y 1476, y posteriormente en 1560 por los españoles por su potencial minero.
Sin embargo, y pese a las múltiples imposiciones por sus conquistadores, los matlatzincas han podido mantener vigente el estilo de vida y la concepción de ésta, rindiéndoles homenaje a sus antepasados, transmitiéndoles a las futuras generaciones el conocimiento heredado; las festividades, actividades económicas, la gastronomía y la medicina ancestral.
La vida matlatzinca se rige por la ceremonia, mayormente ligada a la agricultura, que es la principal actividad económica de la región, y a lo largo del año celebran diversas fiestas que buscan conectar y agradecer a la tierra, la fiesta de la ropa vieja es una de ellas. También se festeja a los santos; San Francisco de Asis, San Marcos, Santa Teresa, San José, entre otros, incluso tienen una festividad cuyo propósito es conseguir pareja o formalizar con ella.
La dieta básica de este pueblo se basa en la preparación de platos a base de maíz como tamales, tortillas, atoles, frijoles, habas y en las épocas de recolección, incorporan a su alimentación los hongos comestibles, así como frutas y hortalizas cultivadas en los huertos familiares.
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