Los nacimientos navideños, pesebres o belenes son uno de los elementos tradicionales en épocas decembrinas en México, particularmente entre fieles y creyentes del catolicismo, sin embargo, no es necesario formar parte de un culto religioso para apreciar la creatividad, la técnica, la estética e incluso el simbolismo y el empeño que se pone en el montaje o creación de un nacimiento.

La creación del nacimiento de atribuye a San Francisco de Asís, hace poco menos de 800 años en Italia. Tal inicio del nacimiento era a manera de representación de tamaño natural, es decir, con personas y animales de carne y hueso. La práctica se fue extendiendo en toda Europa, principalmente en centros religiosos; alrededor del siglo XV comenzó a utilizarse pequeñas figuras representativas, fue entonces que los fieles cristianos comenzaron a montar sus propios pesebres en sus hogares.

Es difícil determinar con exactitud cuáles eran los elementos originales del nacimiento. En México, comenzó a principios de la conquista como práctica y estrategia –como la pastorela y las posadas– para facilitar la tarea de evangelización de los pueblos originarios. Por su puesto, a lo largo de cinco siglos, tanto la composición como la técnica han variado enormemente.

La infinita variedad de formas de los nacimientos responde, principalmente, a los elementos culturales autóctonos de cada región o de cada pueblo, e incluso hasta de las características geográficas, ya que, para su elaboración, en algunos pueblos suele usarse materiales extraídos directamente de la naturaleza que se tienen a disposición de manera inmediata. Esto proporciona una estética muy particular a cada nacimiento hecho de manera artesanal.