Desde 1999 se estableció al 25 de noviembre como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y a partir de ese año las distintas asociaciones, como ONU Mujeres, realizan activismo con la finalidad de generar conciencia sobre este tema. El proclamado “Día naranja” junto con la campaña “Únete de aquí al 2030 para poner fin a la violencia contra las mujeres”, son algunas de las formas en las que estas instituciones realizan labores sociales y actividades de difusión para salvaguardar a mujeres víctimas esperando otorgarles una vida libre de violencia. 

En la actualidad, la pandemia de COVID-19 fue el escenario perfecto para que una gran cantidad de mujeres sufrieran algún tipo de violencia, entre ellas, las mujeres y niñas indígenas.  Este sector es comúnmente ignorado tanto por los medios, las organizaciones como por el público general, y es que, según datos de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (CONAPRED), se estima que: 66% de las mujeres mexicanas de 15 años y más de edad han sido víctimas de violencia o han padecido, al menos, un incidente de violencia en cualquier ámbito y momento de su vida. Con base en el tratamiento de la información de la encuesta y la aplicación del criterio de hogar indígena, se estima que 59% de las mujeres indígenas ha experimentado algún tipo de violencia (emocional, física, sexual, económica, patrimonial o discriminación laboral) a lo largo de su vida. 

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Entre las manifestaciones de violencia más comunes contra las mujeres indígenas se encuentran la sexual, familiar y de pareja, laboral, lingüística, patrimonial, obstétrica, educativa, espiritual, psicológica, doméstica, 
clasismo y racismo. En México, los  estados con mayor índice de  violencia contra la mujer indigena son: Baja California, Sonora, Chihuahua, Nuevo León, San Luis Potosí, Jalisco, Hidalgo, Puebla, Estado de México, CDMX, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Yucatán.  Se cree que algunos de los factores que influyen en estas prácticas son las situaciones de pobreza, ideas obsoletas sobre los roles de género y la propia invisibilización de las comunidades indígenas, pues generalmente se entiende como “indígena” únicamente a lo masculino minimizando así la existencia del sector femenino de las poblaciones. 

Con los años se han llevado a cabo distintas acciones para poner fin a estas problemáticas; tal es el caso de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, también llamada “Convención Belém do Pará” que fue celebrada el 9 de junio de 1994, y que, junto con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), estableció acuerdos y artículos para garantizar una vida libre de violencia.

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En esta pequeña colección de cuentos queremos presentarte distintas historias sobre mujeres y sus escenarios de violencia (desplazamientos forzados, prejuicios por ser afromexicana, unión temprana, o privación de la educación), esperando visibilizar las situaciones que viven las mujeres y niñas indígenas. Desgraciadamente las víctimas de violencia son minimizadas, ignoradas y silenciadas; sin embargo, es realmente necesario sensibilizarnos ante esto para comprender que alrededor de todo el país miles de mujeres viven bajo estas circunstancias tan normalizadas como el pasar de los días.  

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