Para el pueblo wixárika, la vida existe gracias al Sol, divinidad imprescindible para el cultivo de los campos. El hico o maíz también es la raíz de la fertilidad. Cuando se lleva a cabo la ceremonia del Cerro Quemado o Cerro del Amanecer se hace evidente la metáfora de los ciclos de creación y renovación del cosmos.
El ritual agrícola para los pueblos indígenas de Nayarit, sobre todo, el culto a la abundancia de la cosecha, comparte elementos con otras culturas mesoamericanas. Las cinco Nitwetsika de este relato representan los diferentes tipos de maíz, ya sea rojo, negro, pinto, blanco o la flor de calabaza y el amaranto rojo; flores rojas de cempasúchil, betónicas, flores de corpus y la vela conforman el gesto divino de veneración a las diosas. Ne pahorhamuki (tengo hambre) exclama la humanidad, pero esta tiene que retribuir con un trato digno a la semilla, la luz del sol, el agua, la tierra y a las deidades femeninas. Se reconoce que este conocimiento se transmite de generación en generación, por eso el personaje de la abuela tiene un papel valioso porque resguarda la tradición.
Los relatos son un ejemplo vivo de la conexión con las prácticas cotidianas de cada pueblo. La sabiduría de los viejos está presente en cada una de las historias. Se refleja en personajes que encarnan la palabra que da forma los consejos y el respeto hacia las personas mayores. Ya que ellos portan el secreto del bienestar si el pueblo se encuentra en momentos de crisis. Toci para los wixaritari es quien da orden al mundo, Nakawe la abuela del crecimiento y Utianáka la madre del maíz. Las voces de las mujeres hacen perdurar los saberes ancestrales.
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