La celebración de la muerte es, entre la mayoría de los pueblos indígenas de México, un acontecimiento altamente significativo. En muchos casos se relaciona más bien con el culto a los propios ancestros, a quienes la muerte ha mimetizado en seres divinos intercesores de los hombres ante los dioses. Así, la fiesta de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos puede interpretarse como la apoteosis de un ciclo de conmemoración a los parientes difuntos. Es un momento culminante en donde los lazos familiares y sociales son venerados, un espacio de fusión entre la familia y la comunidad.

Antología. El Día de Muertos entre los pueblos indígenas de México. (Descarga el libro digital)

En otras concepciones, los muertos son la representación de los vientos del norte que llegan anunciando un cambio de estación. Son portadores del frío y las heladas, pero también portan un potencial fertilizador con el cual lograrán que la tierra renueve su capacidad reproductora haciendo posible el próximo ciclo de siembra. Los vientos del norte son peligrosos, pueden traer enfermedades para los pobladores; por ello es necesario respetarlos y ofrendarlos. El hecho mismo de representarlos simbólicamente a través de los característicos atavíos asignados en cada cultura, aminora su virulencia y los torna seres capaces de barrer y llevarse las envidias, el mal de ojo y otras entidades patológicas.

En otras comunidades indígenas la concepción de la muerte es diferente, reflejando la creatividad y diversidad cultural de estos pueblos. Por ejemplo, los cucapás del estado de Sonora no celebran las fiestas del 1 y 2 de noviembre. Un año basta para que la memoria de los difuntos esté presente en la familia y en la comunidad. Después de dicho lapso se realiza un último ritual para dejarlos descansar, tras lo cual no se les molesta más. Esta manera de relacionarse con los difuntos nos habla de una cosmovisión distinta a los pueblos de origen mesoamericano.

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Los muertos son venerados en distintos espacios y tiempos ceremoniales, más allá de los primeros días de noviembre. En varias regiones, durante el Carnaval por ejemplo, los ancestros también son convocados a estar presentes y a consagrar con su presencia las acciones rituales. Con este fin se colocan altares en donde serán recibidos y se preparan ofrendas especiales para agasajarlos. Las cornetas, tambores, conchas de tortuga, cohetes, cuernos, campanas, son algunos de los objetos sonoros utilizados como señales de las ánimas o, al menos, indicadores de su llegada.

La fiesta de los muertos es la escenificación de los mitos guardados durante siglos en la memoria colectiva de las culturas indígenas, es decir, en el verdadero hábitat de los “abuelos”. Ellos no descansan, continúan trabajando para beneficio de sus comunidades trayendo lluvia, bendiciendo cosechas, y año con año, en algunos lugares, toman prestados los cuerpos bulliciosos de los jóvenes disfrazados para revivir la antigua palabra a través de la música, a través de la danza.

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Esperamos en el futuro publicar una versión más amplia, que incorpore una cantidad mayor de regiones y en casos como la fiesta de xantolo o las fiestas de muertos purépechas. se aborden en publicaciones independientes. Colaboran es esta edición Evelyn Ruiz Aragón, Liliana Flores Estrada, Verónica Chávez Aldaco, Oscar Saúl Hernández Miranda, Carlos Raúl Rivero Padilla y Cesar Eduardo García Martinez.

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