El Día Mundial de la Alimentación, proclamado en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), es aumentar la conciencia entre la población acerca del problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.

En el mensaje del Secretario General de la ONU con motivo del Día Mundial de la Alimentación, nos expone que es un llamamiento mundial en favor del Hambre Cero, de un mundo en el que haya alimentos nutritivos y asequibles para todas las personas en todas partes.

Sin embargo, a la fecha, más de 820 millones de personas no tienen suficiente para comer. Y la emergencia climática es una amenaza cada vez más grave a la seguridad alimentaria.

Mientras tanto, 2.000 millones de hombres, mujeres y niños padecen sobrepeso u obesidad. La alimentación poco saludable conlleva un enorme riesgo de enfermedad y muerte. Es inaceptable que el hambre esté aumentando en un momento en que el mundo desperdicia más de 1.000 millones de toneladas de alimentos cada año. Es hora de cambiar la forma en que producimos y consumimos, lo que incluye reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La transformación de los sistemas alimentarios es crucial para alcanzar todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Las mujeres producen entre el 60 y el 80 por ciento de los alimentos de los países en desarrollo y la mitad de los de todo el mundo. No obstante, solo recientemente se empezó a reconocer su papel clave como productoras y suministradoras de alimentos y su decisiva contribución a la seguridad alimentaria del hogar.

Los estudios de la FAO confirman que la mujer, pilar de la agricultura de pequeña escala, del trabajo campesino y de la cotidiana subsistencia familiar, tiene mayores dificultades que el hombre a la hora de acceder a recursos como la tierra y el crédito y los insumos y servicios que aumentan la productividad.

Dado el papel fundamental de la mujer en la producción y suministro de alimentos, toda estrategia para lograr la seguridad alimentaria sostenible debe necesariamente abordar el problema su limitado acceso a los recursos productivos.

El limitado acceso de la mujer a los recursos y su insuficiente poder adquisitivo derivan de factores sociales, económicos y culturales, todos interrelacionados, que le relegan a un papel subordinado, en detrimento de su propio desarrollo y el de la sociedad en su totalidad.

En la mayor parte de las áreas rurales, las dos actividades que más consumen el tiempo de las mujeres son la recolección del agua y de la leña. La vasta deforestación y desertificación convierten estas tareas en cargas cada vez más pesadas e impiden a la mujer dedicar más tiempo a labores productivas y generadoras de ingreso. En algunos casos, las mujeres pasan parte de esta carga a sus hijos, y en general a las hijas. Aminorar este trabajo de recolección de agua y leña y elaboración de alimentos, permitiría a las mujeres disponer de más tiempo para el trabajo productivo y brindaría a sus hijas e hijos la posibilidad de acudir a la escuela.

Por tanto, el desarrollo de las intervenciones tendentes a reducir esa pesada carga puede reforzar considerablemente la contribución de la mujer a la seguridad alimentaria del hogar. Asegurar el suministro de agua e introducir el uso de equipos para el procesamiento de las cosechas, son medios decisivos para liberar el tiempo de la mujer. Tales tecnologías no sólo le brindan más oportunidades de participación en las actividades generadoras de ingreso, sino también ayudan a reducir su estrés y mejorar las condiciones de salud y nutrición de mujeres y niños.

 

Para saber más visite: http://www.fao.org/focus/s/women/Sustin-s.htm