En los próximos años, el papel de la juventud será crucial para arribar a la igualdad entre los hombres y las mujeres, jóvenes estudiantes en las universidades; millones que están participando en la economía de sus hogares; miles que se desarrollan en los campos agrícolas y aquellos que están creando nuevas formas de desarrollo científico, a quienes se les convoca a transformar algunos de los problemas acuciantes: igualdad, pobreza y desarrollo.

Sabemos que en ellos y ellas, cerca de 25 millones, tuvieron oportunidad de ir a las urnas; muchas y muchos están participando políticamente, son actores y actoras que podrían hacer la diferencia en los tiempos por venir, en el cambio de relaciones de pareja, en la responsabilidad en las relaciones sexuales y en la creación de las alternativas sociales.

Sin embargo, que esta juventud se enfrenta a rezagos importantes en materia de educación, trabajo, vivienda, acceso a servicios, salud, alimentación, espacios de participación y de fomento. La mirada apunta a conseguir su crecimiento, autonomía y desarrollo. El compromiso es crear para ellos y ellas mejores condiciones de vida de modo que cada joven en México tenga la oportunidad de hacer valer sus méritos en condiciones de igualdad y que el fruto de ese esfuerzo se traduzca en bienestar y felicidad.

Habrá que transformar la realidad en empleo digno que esté bien remunerado. Erradicar los barruntos de discriminación de las jóvenes para que su voz encuentre canales de expresión adecuados, más aulas de educación media superior y superior que fomenten nuevas habilidades para que se conviertan en capacidades en el futuro inmediato en todas las actividades productivas del país. Se necesitan respuestas suficientes y oportunas a una serie de demandas estructurales que es imperativo atender para lograr una mejora significativa en los niveles de condiciones de vida del sector juvenil.