La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016 confirmó que todavía el 66% de las mujeres mayores de 15 años reconocen sufrir violencia solo por ser mujeres; 6 de cada 10 alguna vez en su vida, sin considerar las cifras de violencia contra las niñas.

El fenómeno es recurrente, histórico, sistemático, consentido por la sociedad y no suficientemente reconocido como un problema que atenta contra la estabilidad social, como un problema de Seguridad Nacional, como lo ha sostenido la Secretaría de Gobernación. De ahí la trascendencia de las políticas impulsadas desde distintos frentes para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.

Uno de ellos son los gobiernos, federal, estatal y municipales, a los que se les ha llamado a invertir en prevención; mejorar los sistemas de identificación de la violencia y hacer campañas para promover la conciencia comprometida en la sociedad.

Este año se cumplen 36 años desde que, en Bogotá, Colombia, durante el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se propuso que en homenaje al sacrificio y de cómo fueron asesinadas, torturadas, perseguidas y violadas las hermanas Mirabal en República Dominicana en 1960. Cada 25 de noviembre se realiza una jornada de trabajo para reflexionar sobre esta situación que afecta a las mujeres de todo el mundo. En 1999 se adoptó por las Naciones Unidas y ahora, a iniciativa del Secretario General de la ONU, cada día 25 de mes, con un moño color naranja, se reactiva el compromiso de parar la violencia contra las mujeres, que la sabemos inaceptable.

En INMUJERES hemos hecho un llamado sistemático a promover tolerancia cero porque la violencia de género afecta a toda la sociedad. Hemos hecho hincapié en la importancia de que el sistema judicial actúe con mayor compromiso, así como lo que la sociedad debe transformar para comprender de que manera lastima la violencia las relaciones de pareja, la familia, las relaciones interpersonales y la vida comunitaria. Insistimos en la urgencia de generar una revolución cultural en el país, que haga posible acabar con la exclusión y discriminación de las mujeres, fuente de la violencia de género.