Por su valor y ventajas nutricionales, el frijol es un alimento base en la dieta de las familias mexicanas. A pesar de los fenómenos climáticos adversos como la sequía, cultivarlo, es el trabajo de miles de familias que se dedican a su producción en nuestro país.

El científico del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Dr. Jorge Alberto Acosta Gallegos, declaró en entrevista que, desde la época precolombina, el frijol ha formado parte de la alimentación de México y otros pueblos hermanos, pues se distribuye desde Chihuahua hasta el norte de Argentina. Es una de las principales fuentes de proteína vegetal, además de carbohidratos, minerales y compuestos funcionales (antioxidantes y fibra) que disminuyen el riego de contraer enfermedades como la diabetes y el cáncer de colón.

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Con casi 49 años de especialidad en el grano básico, el Dr. Acosta Gallegos mencionó que en la última década el INIFAP ha registrado alrededor de 30 variedades de frijol en diferentes partes del país. Sobre mejoramiento genético, detalló que primero se define el nivel productivo para desarrollar variedades, ya que las nuevas semillas deben producir más que las anteriores, con características que les permitan adaptarse a condiciones extremas, y que contengan mejores propiedades nutricionales que sus predecesoras.

Para trabajar eficientemente nos asociamos con otras instituciones y universidades, para evaluar/probar que las nuevas variedades se adapten (en diferentes localidades por largos periodos de tiempo) a los sistemas que manejan los productores, asegurando así un mayor rendimiento con la nueva variedad. Además, la vida de anaquel del grano se debe garantizar a los productores, comercializadores y consumidores (cadena de valor) para favorecer su almacenamiento, una cocción rápida, y un bajo uso de energía en su preparación, explicó Acosta Gallegos.

Entre las prácticas agroecológicas que el INIFAP ha puesto en marcha en la generación de variedades de frijol, se incluye la resistencia a enfermedades -producidas por bacterias, hongos y virus-, para evitar el uso de agroquímicos; así como la aplicación de micronutrientes que protegen el polen del frijol contra las altas temperaturas, manifestó el investigador.

El Dr. Acosta hizo un llamado para impulsar el cultivo de frijol en estados donde se favorece su crecimiento -en áreas de temporal-, cerca de lugares donde su consumo se demande, y explotar su siembra en épocas del año favorables a la producción de grano. Ésto mientras el INIFAP desarrolla variedades tolerantes a las altas temperaturas, que posteriormente puedan registrase y certificarse, y que de ser posible los productores inviertan en sistemas de riego por goteo para disminuir el efecto negativo del calor y crear un microclima debajo de las plantas.

Las variedades certificadas del INIFAP contribuyen a equilibrar el nivel productivo del frijol, su resistencia a enfermedades, tolerancia a plagas, y la adopción de nuevas prácticas, lo posicionan como un alimento emblemático del país que debe intensificar su producción y comercialización.