Quienes por lo  general pertenecen al círculo social inmediato de la persona adulta mayor (familiar, amigo/a o incluso vecino/a), que no recibe una aportación económica, ni preparación previa para realizarlos.

Cuidados

Las personas cuidadoras informales en su mayoría no eligieron hacer esto, lo hicieron de forma circunstancial, por ser un conocido o un familiar. Por lo que se trata de una ayuda sin preparación específica, ni experiencia y, en muchos casos, de forma altruista, exponiendo a la persona cuidadora a un mayor riesgo de sobrecarga física, mental y emocional que repercuten directamente en la calidad del cuidado y, por lo tanto, en la persona mayor.

Los cuidados informales son una labor que no se reconoce como trabajo y, por lo tanto, carece de valor para los demás.

¿Qué es la sobrecarga del cuidador?

Según la OMS (2019), el Síndrome de Burnout, “Síndrome de estar quemado”, es un trastorno acompañado por la sensación de agotamiento o cansancio excesivo, siendo consecuencia de estrés laboral crónico que se caracteriza por un estado de impotencia emocional, con actitud distante frente al trabajo, pérdida de identidad o personalidad, seguido de una sensación de ineficacia al hacer adecuadamente las tareas.

Incluye problemas de salud mental y muchas patologías psíquicas derivadas de un escaso control y de la carencia de una prevención de este síndrome.

En las personas que brindan cuidados a familiares dependientes, su calidad de vida se ve afectada por la sobrecarga de los cuidados, a mayor nivel de carga, la satisfacción de vida disminuye en la persona cuidadora. Teniendo fuertes consecuencias sobre el que recibe los cuidados y a su vez puede repercutir en malos tratos y abusos hacia la persona dependiente.

El síndrome de sobrecarga se caracteriza por ser un estado de agotamiento emocional, estrés y cansancio en las personas (Acker, 2011) acusan falta de sueño, de tiempo para sí mismos, falta de libertad, abandono de relaciones sociales y descuido de la propia familia nuclear, lo que además provoca conflictos con cónyuges, hijos y otros familiares directos (Ferrara et al, 2008). Todas ellas, consecuencias de tipo emocional y afectivo producto de la impotencia ante el progreso de la enfermedad del familiar, y la dependencia, la sobrecarga de trabajo, la sensación de aislamiento y abandono por parte del entorno familiar, el posible desentendimiento de otros familiares y el sentimiento de culpabilidad por pensar que no se está cuidando a la persona como se debiera y que no se están haciendo bien las cosas (IMSERSO, 2009).

Los síntomas nos pueden indicar que una persona puede estar padeciendo el síndrome de sobrecarga del cuidador

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Una herramienta que identifica el nivel de sobrecarga de la persona cuidadora, es la escala Zarit, Zarit, la cual explora áreas físicas y psicológicas, además de los recursos financieros y sociales que se invierten en el cuidado; con la finalidad de detectar a tiempo el nivel de sobrecarga para su atención.

Autocuidado en la persona cuidadora

Cuidarse a sí mismo es el primer paso para las personas que son cuidadoras ya que hay un alto riesgo de presentar alguna enfermedad durante y en el transcurso por el que se brinda el cuidado de manera constante, por lo que se deben realizar actividades personales que beneficien la salud física y emocional.

Orem (2017) propone que el autocuidado debe aprenderse y aplicarse de forma intencionada y continúa en el tiempo, siempre atendiendo las necesidades de regulación que tienen las personas para el fomento, conservación y cuidado de su propia salud.

La mayoría de las veces el ser cuidadora/or es impuesto por las situaciones, condiciones, familia y no por elección propia. Es por eso que como cuidador/a se debe reconocer cuando se necesita ayuda de otras personas e incluso asistencia médica o terapéutica.

Se sugiere que las personas se capaciten en el cuidado de personas y/o soliciten asesoría profesional de instituciones formales cuyo quehacer sea la formación de recursos humanos en la atención de personas mayores, por ejemplo, el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, quien ofrece capacitación para personas cuidadoras primarias, así como otros temas relacionados con la cultura de la vejez y el envejecimiento.

Algunas recomendaciones para el autocuidado de la persona cuidadora, son:

Habilidades para el autocuidado

La habilidad de la persona cuidadora es muy compleja, se relaciona directamente con el rol que asume, con la toma de decisiones, la responsabilidad del cuidado directo, la supervisión, el acompañamiento y el desarrollo de tareas que cambian en los diferentes escenarios en que el cuidado se brinda.

Existen tres indicadores que ayudan, fortalecen y son característicos de estas habilidades.

  • Responsabilidad
  • Capacitación
  • Empatía

El autocuidado permitirá a la persona cuidadora:

  • Estar en mejor disposición física y mental para realizar las tareas del cuidado.
  • Tener fortaleza y capacidad para afrontar los diversos problemas que supone cuidar a una persona dependiente.
  • Realizar los esfuerzos físicos y emocionales que precisan algunas tareas.
  • Tener sensación de control de su vida y realidad cotidiana.
  • Tener habilidades para la solución de problemas.
  • Mantener un estado de serenidad y bienestar en todo momento.

Hábitos saludables recomendables para las personas cuidadoras

  • Comer en horarios definidos e ingerir una alimentación saludable.
  • Realizar ejercicio por lo menos 30 minutos al día, por ejemplo, caminar.
  • Aprovechar cualquier momento para descansar, procurar dormir bien.
  • Practicar alguna actividad recreativa, social, cultural o comunitaria.
  • Evitar la soledad y el aislamiento, mantener en lo posible las relaciones socio familiares.
  • Dedicar tiempo a actividades de interés.
  • Capacitación constante.
  • Aprender a administrar el tiempo; donde pueda organizar el tiempo para la realización de actividades de cuidado

Algunas estrategias

Toda la ayuda es buena y necesaria, es importante que la persona cuidadora la solicite para evitar la sobrecarga y procurar el cuidado de sí mismo. Esta ayuda puede ser para los cuidados de la persona a cargo, o bien con apoyo a las propias necesidades de la persona cuidadora.

  1. Organizar entre los miembros de la familia o la comunidad diferentes tareas para el cuidado de la persona, por ejemplo, realizar actividades que le gusten a la persona mayor, darle un paseo, acudir a citas médicas o acompañamiento.
  2. Ayudas técnicas y adaptaciones en el hogar, lo que facilita el cuidado y la prevención de accidentes
  3. Apoyo en la compra de insumos para el cuidado, así como el lavado de ropa, limpieza del hogar, apoyo para el baño y aseo de la persona que se cuida.
  4. Mantener una comunicación continua y eficiente con la persona que se cuida y el resto de la familia.
  5. Reconocer la dimensión del problema; realizando un listado de lo que se necesita hacer un calendario y distribuir cargas.

 

Referencias