Se le invoca para agradecer su intervención cuando las cosechas eran exitosas en aquellas épocas donde la sequía se apoderaba de los campos.
Para los aztecas este dios era el rey de los fenómenos atmosféricos y el espíritu de las montañas, así que su poder era digno de grandes honores y sacrificios tanto de animales como de seres humanos pues la comunidad dependía del buen desempeño de estos para la prosperidad de su agricultura.
Además se cuenta que Tláloc es el esposo de la diosa Chalchiuhtlicue a quien se reconoce como deidad del agua y del amor, la belleza y las aguas de ríos, lagos, tormentas, mares, protectora de los navegantes y patrona del bautismo.
Tláloc y Chalchiuhtlicue tuvieron muchos hijos a quienes se les llamaba tlalocas, que son las nubes del cielo.