* La metodología de vínculos y eslabonamientos permite observar la integralidad de la agenda y establecer relaciones entre metas de diferentes objetivos, en donde las y los jóvenes pueden ser clave en la implementación de la Agenda 2030.

Algunos de los principios más novedosos de la declaración “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” son la integralidad, la indivisibilidad y la vinculación. Hacen referencia a que el horizonte del desarrollo social no podrá ser sin el componente económico y ambiental, pero también, que todos los objetivos están interrelacionados entre sí, y que, al mismo tiempo, actuar en un tema específico incide y necesita de esfuerzos que se consideran en otros objetivos.

Bajo ente enfoque, una de las estrategias metodológicas para enfrentar esta integralidad e indivisibilidad es encontrar eslabones que vinculen metas entre diferentes objetivos de la Agenda 2030.

Con una lógica sectorial, podríamos pensar que el objetivo 6. Agua limpia y saneamiento, interpela a las y los jóvenes solamente en las metas que tienen que ver con el acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible (meta 6.1) y a lograr el acceso a servicios de saneamiento e higiene adecuados y equitativos (meta 6.2). Estos temas no son menores, pues en México el 7.9% de los jóvenes presentan carencia de acceso a agua potable y 7.0% presentan carencia de drenaje en sus viviendas (Imjuve, 2018).

Utilizando la estrategia de vinculación, encontramos que el acceso de las y los jóvenes a agua limpia y saneamiento, incide en temas de salud y bienestar (ODS 3), en la reducción de la pobreza (ODS 1), en lograr ciudades y comunidades más sostenibles (ODS 11) y en la reducción de las desigualdades (ODS 10), por mencionar algunos vínculos.

Sin embargo, pensar la Agenda 2030 como una oportunidad para poner a las y los jóvenes en el centro del desarrollo, implica no solo ver sus necesidades (lo cual es imprescindible atender), sino también los espacios en donde pueden ser protagonistas de los procesos de transformación social y cultural que hagan viable una agenda tan ambiciosa como lo es la Agenda para el Desarrollo Sostenible.

El caso del ODS 6 es uno de estos espacios, particularmente si nos enfocamos en la meta 6.6. dedicada a proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua. La revisión de los ODS y sus metas nos permite encontrar vínculos con el objetivo 15 “vida de ecosistemas terrestres” (meta 15.1), el objetivo 12 “producción y consumo responsables” (meta 12.2) y el objetivo 4 “educación de calidad” (meta 4.7) que se muestran en la figura 1.

En este caso, la participación de las y los jóvenes en la protección de los ecosistemas acuíferos puede y debe ser clave en dos sentidos. En primer lugar porque en el futuro próximo serán las personas a cargo de la gestión de los territorios en donde se encuentran estos ecosistemas, por una cuestión simple de relevo generacional; en segundo lugar, por su relevante papel en el activismo medioambiental que persigue la protección y cuidado de los ecosistemas.

La gestión sostenible de los recursos hídricos será viable si a la par de los conocimientos técnicos y los de las culturas a las que pertenecen las y los jóvenes, los procesos educativos incorporan el enfoque de desarrollo sostenible desde la educación básica, haciendo de este un estilo de vida que incorpore los derechos humanos, el valor de la diversidad cultural y el cuidado del planeta.

De la mano de la educación para el desarrollo sostenible, se puede avanzar en la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales, el agua entre ellos, fomentando con ello, que las y los jóvenes participen efectivamente en la conservación y restablecimiento de los ecosistemas que proveen de este recurso.

La oportunidad que las y los jóvenes tienen para ser protagonistas efectivos en la implementación de la Agenda de Desarrollo Sostenible, puede verse a través de una serie de eslabonamientos en donde la provisión de bienes básicos como el agua limpia y el saneamiento adecuado, además de factores estratégicos como la educación para el desarrollo sostenible, pueden posicionar a las juventudes en el centro de las estrategias de sostenibilidad ambiental, social y económica.

Figura 1. Vínculos y eslabonamientos de la meta 6.6.

Cuatro Educación de calidad, 4.7. Asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos para promover el desarrollo sostenible. Seis Agua limpia y saneamiento, 6.6. Proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua. Doce Producción y consumo responsable, 12.2. Lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales. Quince Vida de ecosistemas terrestres, 15.1. Asegurar la conservación, el restablecimiento y el uso sostenible de los ecosistemas terrestres e interiores de agua dulce.

                                                         Fuente: Elaboración propia.

Fuentes de información:

IMJUVE (2018), Agenda para las juventudes de México hacia el 2030. Alcances de la agenda de desarrollo sostenible. Documento técnico, México.

ONU (2015), Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, Documento A/69/L.85, Nueva York.