Esta festividad procedente de España y que encontró un vínculo con los dioses prehispánicos, en particular con Tláloc, deidad de la lluvia para los antiguos pobladores de Mesoamérica, se ha convertido en la fiesta religiosa de mayor relevancia en nuestro país, superando el culto que se le profesa en Europa.

“San Juan Bautista es el único santo que se festeja el día de su nacimiento, el 24 de junio, coincidiendo con el término de la primavera y la entrada del solsticio de verano, momento que se asocia también con el inicio de las lluvias, las siembras y la agricultura”, señala Amparo Rincón Pérez, Jefa de Arte Popular de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas.

Esta penetración de su celebración en las costumbres y tradiciones de prácticamente todos los pueblos de México, ha propiciado que su nombre sea el que también lleven innumerables personajes de nuestra historia, como Juan Diego, Juana de Asbaje, Juan Aldama, Juan Escutia, Juan de la Barrera… Juan Rulfo. Así como pueblos o comunidades de nuestro país: San Juan Teotihuacán, San Juan Ixtenco, San Juan Copala, San Juan Tetelcingo, San Juan Ixhuatepec, entre muchos otros.

Los mitos y las leyendas de la cultura popular también se han apropiado de este nombre: Juan charrasqueado, Juan Camaney, Juan del Diablo, Juanito, Juan Querendón, y las canciones de la tradición popular, como Juan Colorado, Juanita Banana, Juan Guerrero o La Rielera.

De esta manera, Juan se ha convertido en el nombre más utilizado en la geografía nacional. ”Conozco mínimo 200 fiestas de San Juan alrededor de nuestro país; es el santo más festejado. Por lo menos hay diez municipios en cada estado que en su nombre llevan Juan”, resalta la también etnohistoriadora. Y agrega: “Su nacimiento coincide con la llegada de Hernán Cortés a Veracruz. El primer pueblo que él bautizó en México fue San Juan de Ulúa, porque correspondía a la conmemoración del santo. Por ello, se decía que San Juan fue quien trajo a los españoles con el agua y los llevó hasta Veracruz”.

De igual forma, hay muchas otras comunidades donde se festeja a San Juan aunque no sea el santo patrono de la localidad, como en Tlayacapan de Morelos. “Allí la fiesta se realiza  en honor a él porque está relacionado con la lluvia, con la agricultura, con la mitad del ciclo agrícola. Asimismo, entre los mayos de Sonora y Sinaloa se hacen festejos a San Juan aunque no haya en sus territorios iglesias con este nombre”.

En la Ciudad de México hay más de un mercado tradicional que se llama así, hecho que también ocurre en otras capitales del país. La vocación a este mártir, identificada con el agua, debido a que la historia señala que él fue quien bautizó a Jesucristo, tiene en las hierbas el segundo elemento iconográfico de su veneración.

Su festejo se lleva a cabo en cerca de 130 comunidades de México. “En San Juan Chamula se le cantan las mañanitas desde muy temprano; el 24 de junio es el único día del año en que se abre el portón de la iglesia en todo su esplendor. Durante esta celebración se llevan a cabo muchos ritos: se varean a las plantas, sobre todo al maíz; se les ‘juanea’, esto es que se les pega para que crezcan. A los niños también se les pega con varas o con un lazo; ahí se dice que se les ‘sanjuanea’ para que se desarrollen”.

Sin embargo, las movilizaciones de diferentes grupos de sus comunidades, la presencia de otros credos o la penetración cada vez más profunda de viajantes y turistas, han hecho que la forma original de representación de esta festividad vaya perdiéndose. “El catolicismo aglutinaba estos festejos, pero ante la invasión de otras religiones, se ha ido abandonando el compromiso de continuar con esta celebración, y esto es un riesgo.

“El turismo también ha penetrado y la fiesta se ha transformando. La migración ha hecho que la gente se vaya a otros lugares y, cuando regresa a sus comunidades para participar en sus advocaciones, llega con otras ideas”.

Por ello, es necesario que se tengan que implementar acciones que propicien la preservación y reforzamiento de estas manifestaciones. “Sobre su futuro veo un cambio, una aculturación. Para no perder su esencia primero debe haber información y fortalecimiento cultural al interior de las comunidades, pero este fortalecimiento debe ser en todos los niveles, para que los niños y jóvenes se vayan sintiendo nuevamente orgullosos de sus raíces”, concluyó la investigadora.

Información: EOV

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