Ramón Xirau, el hombre puente entre culturas, el aventurero de los mares embravecidos de la poesía y la filosofía, el autor que escribió mano a mano con Erich Fromm y fue admirado por Octavio Paz, el maestro que formó a muchas generaciones de escritores, fue homenajeado por la comunidad cultural la noche del lunes 11 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes.

Ante la presencia de Ana María Icaza de Xirau, viuda del poeta, así como de la escritora Elsa Cross, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y el músico Mario Lavista,  la directora del INBA, Lidia Camacho, dio lectura a un texto enviado por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, en el que afirma que México le abrió los brazos a Ramón Xirau y él no cesó de abrirle el mundo a los mexicanos.

“Fue mexicano por derecho, por afecto y por el corazón desde antes de ese 1955 cuando tuvo su nacionalidad. Octavio Paz, su amigo y admirador lo definía como hombre puente. Ramón Xirau decía: Soy un catalán de México y un español de España. Afirmaba que había un constante ir y venir entre la poesía y la filosofía, entre un país que quedó atrás, la España de la República y uno encontrado en México”.

María Cristina García Cepeda refirió en el texto que entre los españoles que formaron la diáspora del destierro se encontraba la inteligencia de una generación que encarna el entrañable Ramón Xirau, un árbol generoso que aquí echó raíces y cuyos frutos están en sus obras, en sus alumnos, en sus amigos, en sus lectores.

Recordó que en su nueva patria conoció a Ana María Icaza, su compañera de siempre, su mejor amiga, como él mismo afirmó. El pilar que cada día lo alentó a escribir y cito sus palabras: “Ella es la primera persona en ver mis textos, es la primera en revisarlos, porque tiene interés en mis cosas, y luego conversamos sobre cómo le pareció la obra”, afirmaba el poeta.

“El diálogo amoroso, inteligente, que sostenían nos habla de más seis décadas de complicidad, de entendimiento, de intercambio intelectual, y es parte del homenaje que realizamos hoy con la generosa presencia de nuestra querida Anita”, expresó en el texto la secretaria de Cultura.

Eduardo Matos Moctezuma dijo que Xirau fue un filósofo-cantor que supo cantarle a la vida y que nos enseñó una presencia continua de las barcas que surcan la mar en su poesía, al igual que el color verde y el amor por Anita, su esposa eterna.

"Cuando las palabras cobran su pleno significado todo cambia, por eso el poeta que fue Ramón y su amor por Anita sobrepasan los límites del tiempo. Si dicen que el amor no es eterno, ellos dos parecen contradecir esto".

Matos Moctezuma dijo que, si la filosofía es para muchos la manera de entender al mundo, Ramón Xirau lo comprendió también a través de la poesía, pero afirmaba siempre la necesidad de una filosofía que cimentara sus raíces en la historia.

"Ramón fue profundamente catalán y profundamente mexicano, la primera por nacimiento y la segunda por convicción. Su cuerpo quedó arropado en la tierra que vivió y sufrió. Su cuerpo es una semilla para futuras generaciones que verán en él un ejemplo a seguir".

El músico Mario Lavista, amigo íntimo de Ramón Xirau, recordó cuando en una de sus primeras revistas Ramón Xirau le pidió que escribiera un espacio sobre música. A partir de entonces sus conversaciones sobre el tema invocaban a Bach y otros compositores.

"Él creía en la naturaleza eterna de la música y su presencia como un puente entre el hombre y la divinidad. Creía que en las composiciones de Bach se podía entablar un diálogo con Dios".

Mario Lavista recordó que Xirau tenía la convicción de que la música debía enseñarse a la par de disciplinas como las matemáticas y la astronomía, para a través de las notas y acordes aspirar a lo inefable y hacer de la música un elemento de comprensión de Dios y el mundo.

"Todo puede ser música, desde el sonido de una rama hasta el de un clarinete, así lo creía Ramón cuando decía que las fronteras entre el arte y la vida se diluyen y confunden".

Mauricio Montiel, coordinador nacional de Literatura del INBA leyó un texto del escritor Juan Villoro en el que afirma que Xirau con las barcas, los manzanos, el mar, encontró su manera muy personal de describir el infinito, con sus huellas llameantes y sus hojas trémulas de pájaros.

"La manera como Xirau se apropia de los paisajes recuerda a la poesía japonesa. Xirau celebra el paisaje en otra clave, en la vida interior de la materia, una serena alabanza. Su acto poético se convierte en una expresión de la naturaleza".

Finalmente Elsa Cross recordó a su amigo entrañable con la lectura del poema Olas, que entre sus estrofas reza: "Tu terco afán de luz sostenido de un hilo frágil en medio del desastre... siempre una sonrisa amiga y el corazón a flor de piel. Un niño frente al mar”.

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