Una de las figuras fundamentales de la transformación del cine en los años sesenta, hacia el camino de lo experimental y crítico, fue el director Alberto Isaac Ahumada, a quien amigos y compañeros de trabajo recordaron con motivo del Día de la Academia, en la Cineteca Nacional.
En este marco el actor y director Julián Pastor, el actor Raúl Adalid y el historiador Antonio Avitia se unieron para charlar del cineasta, pintor, narrador, caricaturista, director y guionista Alberto Isaac, personaje emblemático de la cinematografía nacional quien, a pesar de no contar con una filmografía vasta, fue parte de una nueva ola de directores que apostaron por un cine más experimental.
Moderados por el representante de la AMACC, Juan Antonio de la Riva, los ponentes recordaron no sólo a quien fuera un gran promotor del cine nacional, sino también a un competidor olímpico que fue conocido como “La flecha colimense”, representante nacional en diversas competencias de nado a nivel internacional y ganador de varias medallas de oro.
Fue un cineasta multinominado a las Diosas de Plata y los premios Ariel, de los cuales a lo largo de su trayectoria obtuvo 11 de estos reconocimientos, entre ellos el Ariel de Oro por el filme Mariana Mariana (México, 1987), como lo recordó De la Riva.
Alberto Isaac incursionó en el documental, el drama y la ficción, casi siempre inspirado por los textos de sus grandes amigos y contemporáneos, como Gabriel García Márquez, quien escribió el texto de su ópera prima En este pueblo no hay ladrones (México, 1965), o José Emilio Pacheco, autor de Batallas en el desierto, libro que inspiró Mariana, Mariana y cuyo guión fue escrito en colaboración con Vicente Leñero.
Después de una larga trayectoria como profesor normalista y competidor olímpico, Isaac Ahumada, hacia mediados de los años sesenta, incursionó en la cinematografía gracias al primer Concurso de Cine Experimental, el cual impulsó él mismo y su entrañable amigo Julián Pastor, quien recordó cómo realizaron aquel evento que les permitió debutar en la cinematografía, como director y actor respectivamente, con la ópera prima arriba mencionada.
A su vez, el actor Raúl Adalid hizo una amplia remembranza de toda su cinematografía, destacando las características de cada una de las películas y documentales que dirigió y recordó al homenajeado como parte esencial de México y sobre todo del cine nacional.
Dijo que “Alberto Isaac es México, es la provincia de tic-tac de En este pueblo no hay ladrones, es el verde de Camino Real de Comala, es el caminar de hormigas sobre la piel de Anacleto Morones; es la defensa del pueblo simbolizada en la lucha de los actores del teatro Tívoli (México, 1975); es el sueño de Belisario Domínguez, es la mirada triste y de coraje de un Abraham en Tiempo de lobos (México, 1985); es el beso que Carlitos siente de Mariana, es esa canción Virgen de medianoche de sus Mujeres insumisas (México, 1995); es un trago refrescante de tuba de guaje de Comala, es las cenizas vivas de su cine que se mecen en ese mar colimense de Cuyutla y que en manto de olas lo resguarda”.
Mientras que Antonio Avitia recordó las aportaciones que el cineasta conocido también como “El güero” hizo a todo lo relacionado con el quehacer cinematográfico nacional, pues fue miembro fundador del Instituto Mexicano de Cinematografía y formó parte de las negociaciones para la construcción de la -en ese entonces nueva– Cineteca Nacional, pues era un convencido de que los realizadores jóvenes debían contar con un espacio donde las producciones mexicanas fueran preponderantes.
Fue así como la AMACC y el recinto que él mismo vio nacer recordaron al cineasta, quien pasó sus últimos días en un poblado de Colima, estado que lo acogió por muchos años y donde realizó muchas de las piezas que integran su filmografía, y en cuyo mar descansan las cenizas del gran realizador nacional.
En el marco de este homenaje se proyectó en la misma Sala 9, Juan Bustillo Oro, El rincón de las vírgenes (México, 1972) y Tívoli (México, 1974).
Información: NAM
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