A pesar que muchos no querían admirar su talento como actriz, nadie negaba su carisma y extraordinaria forma de bailar los ritmos que estaban de moda, pero sobre todo a Ninón Sevilla se le reconocía por su innegable sensualidad y avasalladora belleza.

Como cada miércoles último de mes el complejo cinematográfico del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) recibe a los miembros de la AMACC y a invitados especiales para reconocer la trayectoria de personalidades que han enaltecido el quehacer cinematográfico nacional. Y en esta ocasión la charla tuvo como protagonista a la actriz y bailarina nacida en La Habana, Cuba, en 1921, y cuyo nombre real es Emelia Pérez Castellanos.

El periodista Luis Terán y el escritor Jaime García Estrada, moderados por Juan Antonio de la Riva, charlaron sobre la trascendencia de la figura de Ninón Sevilla y sobre cómo en poco tiempo marcó una tendencia sobre un cine social que tenía como tema central a las rumberas y en muchas ocasiones a las sexoservidoras.

Conocida desde su debut en Carita de cielo (José Díaz Morales, 1947), pero consolidada a partir de su participación en Aventurera (1950), de Alberto Guy, la figura de Ninón se convirtió en la imagen y ejemplo de todas las mujeres de la vida nocturna. Pero ¿a qué se debió que de pronto el cine mexicano pusiera entre su temática principal a las mujeres de la vida nocturna y galante –como se le llamaba en aquella época a las sexoservidoras–? preguntó Juan Antonio de la Riva a los invitados.

Al respecto, Terán y García coincidieron que entre los años cuarenta y cincuenta la sociedad mexicana estaba sedienta de realismo, de historias más cercanas y con problemas comprensibles para todos. Por ello encontraban atractivos los dramas que al mismo tiempo retrataban una realidad actual de México.

Es entonces cuando surgió un gran número de películas con mujeres malas y perversas como protagonistas. Filmes que fueron bien recibidos por el público y al mismo tiempo Ninón se convirtió en una símbolo sexual y ejemplo para todas las demás rumberas de la época, quienes podían ser personajes perdidos, maltratados por la vida, duros, pero siempre reivindicadas a través del baile.

Luis Terán también habló de las capacidades dancísticas de actriz, quien dominaba en aquel entonces el Cha-cha-cha, la rumba, el mambo, el calipso y muchos otros ritmos caribeños. Además de ser la primera en introducir en sus bailes algunos fragmentos relacionados a la santería y a la música africana.

Juan Antonio de la Riva invitó a integrarse al presídium a Ismael Pérez Poncianito, quien actúo al lado de la actriz en el filme Victimas del pecado (1951) del director Emilio Fernández. La interpretación de Juanito –hijo de Violeta, papel protagónico interpretado por Sevilla– le valió al actor la nominación en los premios Ariel a Mejor Actor Infantil.

El actor recordó el trabajo al lado de la homenajeada y cómo fue fundamental su apoyo y cariño para la realización de las escenas. “Era muy cariñosa y yo era apenas un niño al que todos apapachaban, por eso le tengo un gran cariño y respeto”, dijo.

De la Riva recordó que pasada la época del cine de rumberas, la estrella se apagó por un par de décadas, hasta que el director Mario Hernández la rescató del olvido en los años ochenta y la integró en los filmes Las noches del Blanquita (1981), Viva el chubasco (1983) y Noche de carnaval (1984). Y precisó que fue a partir de entonces cuando inició su resurgimiento y empezaría una larga carrera en la televisión, donde actualmente, a sus 92 años de edad, continúa rindiendo frutos.

Los ponentes coincidieron que fue una actriz que rebasó las fronteras, pues fue reconocida en varios países, incluso el director francés François Truffaut se refirió a ella como una actriz y bailarina excepcional.

Por ello los integrantes de la mesa del Día de la Academia reconocieron su capacidad y talento, pues aún en la actualidad se mantiene vigente, a diferencias de muchas de las actrices de su época que se apagaron y nunca volvieron a brillar.

Información: NAM

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