Vía remota, el director del Centro INAH Guanajuato, David Jiménez Guillén, habló de los retos de la formulación e integración del expediente presentado para lograr la declaratoria

Las misiones franciscanas de la Sierra Gorda de Querétaro cumplirán 17 años como Patrimonio Mundial, el próximo 5 de julio. Uno de los factores que han permitido su conservación en este tiempo ha sido lo infranqueable del territorio, el mismo paisaje agreste que supuso un reto para la evangelización por parte de fray Junípero Serra, considera el arquitecto David Jiménez Guillén, director de la representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Guanajuato.

Hoy, en pleno siglo XXI, “el franquear más de 450 curvas es de pensarse. A la orografía debemos en gran medida la preservación de estos conjuntos arquitectónicos, cuyos terrenos ocupan una superficie que va de los 3,500 km² a los cerca de 7,000 km²”, dijo al referirse a las misiones de San Miguel Concá, Santiago de Jalpan, Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol, Santa María del Agua de Landa y San Francisco del Valle de Tilaco.

Jiménez fue invitado a participar en el ciclo de conferencias virtuales “Conocimiento en movimiento”, organizado por El Colegio de Arquitectos Guanajuatenses. En este espacio, y en el marco de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, compartió los retos de la formulación e integración del expediente que se presentó ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), para lograr la declaratoria.

Destacó que más de 70 profesionales estuvieron involucrados en el proyecto, desde representantes de los tres órdenes de gobierno, hasta personajes como don Miguel León-Portilla. El coordinador general del proyecto fue Manuel Suárez Muñoz, quien también formó parte de la comisión mexicana junto con los doctores Jaime Font Fransi y Antonio Loyola, y el antropólogo Diego Prieto Hernández, entonces titular del Centro INAH Querétaro y actualmente director general del Instituto.

David Jiménez recordó que la declaratoria de las misiones franciscanas de la Sierra Gorda contempla zonas de conservación, las cuales, a su vez, están conformadas por una de máxima protección y otra de transición o de amortiguamiento.

“La misión hace referencia a un concepto más amplio, es un asentamiento, de manera que es muy distinto a una edificación; hablamos de un territorio donde se congregaba a los indígenas para trabajar en tareas específicas. Fue un sistema que se estableció en el siglo XVI para administrar una zona, de ahí que está determinado por la geografía. Así, nos encontramos en un corredor natural donde se suceden valles y serranías.

“Sería injusto hablar de las misiones franciscanas de la Sierra Gorda, como los complejos arquitectónicos del siglo XVIII que han llegado hasta nuestros días, sin referirnos a las dos centurias anteriores, los años 1500 y 1600, en los que hubo presencia de las tres órdenes mendicantes en esta agreste región: franciscanos, agustinos y dominicos. Desde siempre, esta zona representó dolores de cabeza para su evangelización y su sometimiento a la Corona española.  Les fue muy difícil someter a los chichimecas jonaces y los pames; solo a través de la espada y de la cruz se logró la pacificación”, explicó el director del Centro INAH Guanajuato.

Asimismo, continuó, las iglesias edificadas a mediados del siglo XVIII se convirtieron en un elemento de referencia para la prosecución de la evangelización en California, Arizona y Texas, es decir, el septentrión de la Nueva España.

Las cinco misiones: Jalpan, Landa, Tilaco, Tancoyol y Concá, aunque cada una con un tema diferente, tenían en común varias características: capillas posas, un atrio con una cruz al centro, una capilla abierta y una preciosa fachada barroca, adornada con motivos religiosos y vegetales, así como con el escudo y el cordón de los franciscano. También pueden observarse varias representaciones de san Francisco de Asís, el patrono de esta orden religiosa, y de diferentes santos, entre otros elementos.

En cuanto a sus fachadas ricamente ornamentadas, éstas merecen un interés particular porque son un ejemplo de la labor creadora conjunta de los indígenas y los misioneros. Los conceptos cristianos europeos se tradujeron sobre la piedra por las manos de los nativos, quienes crearon una imaginería propia.

El arquitecto David Jiménez hizo hincapié en los avances que en materia de protección del patrimonio biocultural, vinieron aparejados con las tareas en torno a la valoración de las misiones franciscanas. En 1997, esta región se convirtió en Reserva de la Biosfera y, ese mismo año, se creó la Dirección de Sitios y Monumentos del Gobierno del Estado de Querétaro, la cual fue clave para gestionar y coordinar el proyecto.

En 2001, la Sierra Gorda quedó inscrita en el programa “El hombre y la biosfera”, de la UNESCO, y el 3 de julio de 2003 se logró su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial de dicho organismo internacional. Desde hace 13 años, estos sitios (municipios que en su momento no contaban siquiera con un plan de desarrollo urbano) cuentan con un plan de manejo que garantiza su gestión a largo plazo, finalizó.

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