“Para eso nos dieron palabras. Para escribir testimonios que repetirá la marea de los hombres cuando hallamos partido”. Es el epígrafe de Miguel Ángel Flores con el que dio inicio la mesa en la que sus amigos y compañeros de letras, le recordaron como hombre, poeta, periodista, traductor y académico.

Durante el evento, organizado por La Coordinación Nacional de Literatura de INBA en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, intervinieron uno a uno los escritores Jorge Ruiz Dueñas, Evodio Escalante, Juan Arroyo y Valentín Almaraz, quienes bajo la moderación de Bernardo Ruiz, hicieron al público cómplice de anécdotas y particularidades de la obra de su entrañable amigo, fallecido el pasado 18 de enero.

Para el poeta y narrador Jorge Ruiz Dueñas, Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 1997, Miguel Ángel Flores “ha tocado puntos de la literatura occidental y oriental” siendo un traductor fino y cuidadoso, “pero también un poeta de gran calidad y ciertamente un verso, una poesía interior que nos deja una serie de posibilidades a veces herméticas para interpretar”.

Ruiz Dueñas describió al poeta como un hombre silencioso y discreto cuya capacidad de observar y de mantenerse un tanto alejado del bullicio le permitió crear una obra de amplio registro que tiene que ser conocida y reconocida en toda su magnitud, porque gracias a ella nos hemos acercado a poetas relevantes del mundo occidental ya que “no tendríamos un cabal conocimiento de las recensiones y breves ensayos de Alí Chumacero si no fuera por sus pesquisas hemero-bibliográficas reunidas en su obra en Los momentos críticos”, ejemplificó.

Miguel Ángel Flores, ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes en 1980 por su libro Contrasuberna, también tuvo un significativo acercamiento a la literatura y a la estética oriental, específicamente a la japonesa, explorando de manera profunda el haikú, lo que le fue imposible eludir dada su capacidad de darle fuerza a un pensamiento de manera sintética.

El crítico literario, poeta, ensayista, antologuista e investigador, Evodio Escalante, recordó que Flores, como muchos autores de su época, se acogió con gusto a la sombra que le proyectaba la figura de José Emilio Pacheco. “Es cierto que no fue un escritor o un hombre de letras tan completo como pacheco, pues que yo sepa no trabajó ni el cuento ni la novela, pero heredó cierta vocación de polígrafo al ejercer la poesía, la crítica literaria, la traducción y los prólogos”, añadió.

Nacido en la Ciudad de México en 2 de febrero de 1948, y con una formación en Economía que le llevó a dar cursos en la Universidad de Praga y le otorgó una visión muy amplia de la evolución histórica del orbe del poder, Miguel Ángel Flores nos legó una obra poética de gran armonía en su construcción, compuesta por Sombra de vida (1986), Isla de Invierno (1996), Umbral y memoria (1999), Pasajero de sombras (2007), Jardín atlántico (2008) y Yo cuervo (2012).

En el ámbito del Periodismo, oficio que ejerció durante más de 30 años, trabajó en las revistas Proceso, Revista de la Universidad, Diálogos, Vuelta, Casa del Tiempo, La Palabra y el Hombre, Critica, La Otra, así como en suplementos de periódicos como El Universal, Nacional, Novedades y La Jornada.

Hombre de modesto perfil, también tradujo numerosos poemas de Fernando Pessoa, Paul Claudel y Wallace Stevens. Flores también dedicó gran parte de su tiempo a la docencia e investigación literaria en la Universidad Autónoma Metropolitana.

Información: FAC

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