“El culto a la muerte es lo que hace a México ser México”, afirmaba el cineasta Sergei Eisenstein, quien fascinado por las calaveras que había descubierto en el estudio de su amigo Diego Rivera, decidió investigar más profundamente sobre aquella tradición que en su opinión hacía sentir a los vivos en una conexión directa con los seres queridos que habían partido.
 
A partir de acercarse a la tradición del 2 de noviembre, el cineasta comenzaría a filmar la película que después sería conocida como Death Day y que formaría parte de una serie de materiales que han sido recatados bajo diversos títulos, uniendo escenas de luchas campesinas y sociales, bodas indígenas, tradiciones de diversas comunidades como danzas y ritos, llegando a las diversas interpretaciones que a través de ofrendas y danzas se hace de la muerte en nuestro país.
 
“No hay evento más maravilloso ni de mayor dignidad que pueda ser capturado por una cámara como lo es el Día de Muertos en México”, afirmó alguna vez Sergei Eisenstein, cuyas filmaciones fueron rescatadas en 1979 por el cineasta Grigori Aleksandrov, a partir de los story boards originales de Eisenstein,  para compilar la cinta Da zdravstvuyet Meksika!, que fue el montaje más cercano a la concepción original del cineasta ruso.
  
Sin embargo, se rumora que gran parte de los materiales inéditos que Sergei Eisenstein filmó sobre la festividad del Día de Muertos se perdieron junto con toda una colección de dibujos realizados por él, en el incendio de la antigua Cineteca Nacional ocurrido en 1982, donde lamentablemente se guardaban tanto negativos como positivos de su autoría, algunos de éstos sin clasificar.
  
Sería hasta 1957 cuando una película poco recordada  llamada La momia azteca, del director Rafael Portillo, abordaría, aunque de forma muy poco apegada a la tradición el tema de las festividades prehispánicas del Día de Muertos, mezclándola con fantasías alucinantes.
  
En la trama, el Dr. Almada descubre que su novia, Flor, es la reencarnación de una doncella azteca que fue sacrificada por amor y cuyo cuerpo fue ocultado en una cámara secreta en la pirámide de Yucatán. Para despertarla, el hombre, junto con un héroe enmascarado denominado El Ángel, tienen que encontrar los restos de la doncella, pero una vez que profanan el esqueleto azteca, la momia despierta, convirtiéndose en una película de terror.  Curiosamente en la secuela de la cinta realizada años después, la trama se mezcla con la ciencia ficción y aparece incluso un robot. 
  
Sería hasta la llegada de la magistral película Macario, realizada en 1960, que el Día de Muertos sería debidamente incluido en una trama cinematográfica nacional, mostrando su profunda conexión con nuestra identidad nacional.
  
En la cinta de Roberto Gavaldón protagonizada por Ignacio López Tarso y considerada un clásico de la cinematografía universal, el personaje de Macario entra en contacto con la muerte y con el diablo en la víspera de la celebración de noviembre.
  
Muchas han sido las discusiones de especialistas en torno a los símbolos que toca esta cinta en la que el campesino se lleva un guajolote al bosque para comerlo en la soledad, lejos de su necesitada familia.
  
La Muerte se le aparece en la forma de un campesino vestido de negro quien con simpatía le regala agua curativa con la que poco después se enfrenta a problemas con las autoridades del virrey, quienes lo acusan de brujería.
  
El director de culto Juan López Moctezuma, quien dirigiera La mansión de la locura, obra en la que para muchos, las simbologías y la estética del Día de Muertos están presenten en un ambiente europeizado,Macario representaba una obra que bien podría compararse con el séptimo sello, de Ingmar Bergman.
  
“Es una cinta que atrapa, que seduce, y con la que todos por el simple hecho de ser mexicanos nos sentimos identificados. Macario es por donde se le vea, la identidad mexicana que sabe que no puede escapar del manto de la muerte, y por ello no sólo negocia con ella, sino que acepta sus dones”, afirmaba Juan López Moctezuma en su conocido programa La llave del tiempo, transmitido por Radio universidad, y que hoy forma parte del acervo de la Fonoteca Nacional.
  
Muchos críticos ven también en la cinta Mictlán (o la casa de los que ya no son), de Raúl Kamffer, realizada en 1969, una clara referencia al Día de Muertos, a través de la historia de un joven nacido en una familia aristocrática durante el porfiriato, donde no se respeta ni valida a las culturas originarias. 
 
El argumento muestra un choque entre culturas, siguiendo las andanzas del joven militar Santiago que vivirá alucinantes experiencias al compenetrarse con el mundo indígena mexicano. En Mictlán, atraviesa finalmente la muerte y renacimiento tras haber tomado el peyote que le da una curandera.
  
Aunque no forma precisamente parte de la cinematografía nacional por estar respaldada por un gran estudio hollywoodense, para muchos Bajo el volcán, de John Huston, realizada en 1984, imprime no obstante el deseo de otras culturas por entender la fascinación que les produce el Día de Muertos en México.
  
Fiel a la novela de Malcolm Lowry, John Huston relata la historia de un alcoholizado cónsul británico Geoffrey Firmin (Albert Finney), en el pueblo de Quauhnahuac, México, durante la fiesta mexicana del Día de Muertos el Día de Muertos en 1938.
  
El comportamiento autodestructivo de Firmin contrasta con el ingenuo idealismo de su hermanastro Hugh (Anthony Andrews). Yvonne (Jacqueline Bisset), la mujer con la que Firmin compartió aquel paraíso, ha regresado con la esperanza de poder ayudarlo.
  
En la mejor tradición del cine de barrio, Luis Alcoriza filma en 1988 la cinta Día de Difuntos, con las actuaciones de Héctor Suárez, Fernando Luján, Pedro Weber Chatanuga, Manuel Flaco Ibáñez, Adalberto Martínez Resortes, Sergio Ramos El Comanche, María Rojo, Carmen Salinas, Ernesto Gómez Cruz, Edgardo Gazcón y Leticia Perdigón.
  
En la cinta, el licenciado Talamantes va al panteón el Día de Muertos a colocar una cruz en la tumba de su madre, ahí convive con otros asistentes que conmemoran a sus deudos: el albañil, el poeta, el zapatero Zacarías, el plomero Baltazar y el peluquero Pedro con sus respectivas familias. Al calor del alcohol todos discuten, exhiben sus debilidades, resuelven desacuerdos de parejas, pelean, coquetean, se reconcilian y se juran amistad eterna.
  
Sería hasta dos décadas después, en  que el director Ricardo Arnaiz apostaría por una cinta de animación colmada de referencias a las tradiciones del Día de Muertos con La leyenda de la Nahuala, realizada en 2007.
  
La cinta se desarrolla en Puebla en 1807, donde un niño es secuestrado por una malvada bruja que habita en una casona abandonada y su inseguro hermano Leo, de nueve años, tendrá que enfrentarse a seres sobrenaturales para rescatarlo. 
  
Entre los datos destacables de esta producción que tuvo gran éxito en taquilla, se encuentra la musicalización por parte de la Orquesta Sinfónica de Puebla, además de ser ganadora del Ariel como Mejor Película Animada en 2008.
  
También es de destacar el cortometraje de animación Hasta los hueso, dirigido por René Castillo con la técnica de stop motion, y cuyo personaje principal experimenta los inconvenientes de estar muerto. Sin embargo, aún en esa condición busca encontrar la felicidad.
  
“Me gusta pensar que después de la vida hay otras cosas, habla mucho de nosotros y de nuestro temor a la muerte, así como de la manera en que la conciliamos todo los días con nuestras creencias personales”, afirmó el director en una entrevista realizada en 2001.

Información: HBL

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