La delgada línea entre la realidad y la ficción; el carácter libre y experimental del género documental dentro de la cinematografía; así como la apuesta por crear un lenguaje que permita llegar a nuevos públicos son algunos de los tópicos que abordan los cineastas Everardo González y Roberto Fiesco en las primeras emisiones de Documenta 22.

Canal 22, en el marco de la campaña Contigo en la distancia impulsada por la Secretaría de Cultura, estrena el programa de producción propia Documenta 22, dedicado al quehacer de los documentalistas mexicanos, así como a incentivar el conocimiento y el gusto por este género cinematográfico entre el público.

En la primera emisión, el documentalista Everardo González, comparte los aspectos de sus procesos creativos y técnicos al rodar películas como Los ladrones viejos (2007), El cielo abierto (2011), Cuates de Australia (2011) y en especial, La libertad del diablo (2017), un documental que le da voz tanto a las víctimas como a los victimarios del crimen organizado en México y en el que González optó por presentar enmascarados a los personajes para dar su testimonio a la cámara, esto con la intención de que se expresaran con mayor libertad. El realizador ahonda en el estado del documental en México, género al que considera libre y experimental, así como en la incorporación de aspectos dramáticos en sus filmes, tanto en la construcción de los personajes como de las tramas, con el propósito de llegar a los espectadores comunes y no sólo al público especializado que suele acercarse al documental; destaca también el papel que juega el narrador y la ficción en este género cinematográfico, que suele tenerse por plenamente objetivo, y la forma en la que ha elegido a los personajes y las historias que ha documentado.

En la segunda entrega de Documenta 22, el director Roberto Fiesco habla sobre su película Quebranto (2013), desde cuestiones anecdóticas como las circunstancias en las que conoció a Lilia Ortega Doña Pinoles y posteriormente a su hija Coral Bonelli ‒quien en su infancia era conocida como Pinolito y actúo papeles menores en varias películas‒; hasta los avatares narrativos a los que se enfrentó para contar la historia de estas dos mujeres, madre e hija, y los caminos que el rodaje abrió por sí mismo, dada la naturaleza de los personajes y del particular mundo que habitan. Fiesco señala que este filme, aunque tiene tintes de un melodrama musical, es, con todo, una película documental.

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