Las ventanas arqueológicas que hoy abrimos están situadas en uno de los sitios sagrados que más identidad nos han dado como país. Aquí se redescubre el origen, por primera vez en 500 años, el sol se posa sobre el tempo de Ehécatl, por primera vez.

La apertura de estas ventanas es resultado de un trabajo común, un trabajo de enormes voluntades y muy dedicados talentos. Un homenaje a quien dedica su vida a la arqueología, la investigación, la antropología física, la restauración, la arquitectura y también a los trabajadores de la construcción, de la mano de empresarios responsables y conscientes del tesoro que comparten.

Las ventanas sirven para resguardarnos de las inclemencias del clima, del frío, del calor, del ruido, nos protegen de los elementos extraños, nos permiten acceder a la luz, nos dan cobijo, nos permiten ver hacia afuera. Estas ventanas tan singulares nos permiten ver hacia dentro, resguardarnos de las inclemencias del olvido, de la falta de memoria, del silencio al que se condenó y permaneció oculto nuestro interior más profundo: las culturas de México que se intentaron destruir. Hoy inauguramos este recorrido que permitirá literalmente asomarnos a las raíces vivas de las culturas de México.

Aquí, en este corazón de la nación tallado en piedra, emergen las raíces: en la casa del Marqués del Apartado, en el Templo de Ehécatl, en el Calmécac, en el Juego de Pelota, en el Palacio de Axcayácatl y en el Huei Tzompantli, donde se encuentra la ofrenda para la vida, aportación cultural dedicada al Dios Sol, única en el mundo.

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Estas ventanas se van articulando como un gran museo subterráneo, es este espacio que honra aquellas raíces resistentes y que a partir de ahora podemos articular como piezas de una ciudad sagrada que imaginábamos y hoy la reconocemos en sus fragmentos. Sitio sagrado donde se honra a la vida, a la muerte y a la educación. Debemos tener presente que nuestra historia es sobre todo una historia viva. Los herederos que tallaron en piedra el corazón de este país siguen aquí como comunidades vivas, como comunidades palpitantes.

Conmemoramos la historia y celebramos la resistencia, la de hace 500 años y la de hoy. Cinco siglos donde los pueblos originarios han padecido discriminación, rechazo, clasismo y racismo; cinco siglos también en los que la tarea cultural se fue olvidando justamente de esas raíces.

Ahora, para el Gobierno del México, aquellos olvidados están al centro, no podemos pensar en la recuperación, conservación o difusión del pasado prehispánico sin el conocimiento, respeto y, sobre todo, dignificación de las comunidades indígenas actuales: el reconocimiento de la diversidad cultural como nuestra mayor y más grande riqueza.

Su resistencia logró preservar sus culturas, 68 lenguas con 364 variantes que nos permiten 364 de maneras de nombrar al mundo. Y son ellos, los pueblos originarios, los primeros invitados a visitar este museo vivo, un museo subterráneo que emerge hoy.

¡Que viva la grandeza cultural de México!

 

Alejandra Frausto Guerrero
Secretaria de Cultura del Gobierno de México