Escenario de conciertos, danza, interpretaciones, puestas en escena y espectáculos nacionales y extranjeros que han pasado a la historia; museo de arte considerado el primero de su tipo en el país; galería viva con obras de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Jorge González Camarena y José Clemente Orozco; el recinto cultural más importante de México, el Palacio de Bellas Artes. 

Su historia comienza a principios del siglo XX hacia finales de la administración de Porfirio Díaz, caracterizado por erigir edificios monumentales como la Penitenciaría de México, el Palacio de Correos, el Hospicio para Niños y el Instituto Geológico Nacional. El entonces presidente de México ordenó iniciar un proyecto de construcción para el Nuevo Teatro Nacional, empresa que cayó en manos del arquitecto italiano Adamo Boari y del ingeniero Gonzalo Garita, quien abandonaría el proyecto años posteriores dejando a Boari como único responsable. 

Para su construcción se eligió un espacio ubicado en la entonces llamada calle Mariscala, hoy avenida Hidalgo, y se tomó la decisión de demoler el antiguo Teatro Nacional, considerado el más importante de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XIX. 

Adamo Boari obtuvo influencia del Art Nouveau, estilo artístico en el cual predominan las formas orgánicas, para la realización del exterior del recinto. Las obras iniciaron en 1904 y un año después el presidente Díaz coloca la primera piedra de la construcción.   

Una vez concluida la estructura de acero, construida sobre una plataforma flotante, fue recubierta con concreto y los muros exteriores revestidos con mármol blanco mexicano, mientras que el mármol utilizado en los elementos ornamentales fue traído desde Italia. 

Pese a que la fachada del Palacio de Bellas Artes obtuvo inspiración europea, también cuenta con elementos provenientes de las culturas prehispánicas, por ello encontramos cabezas de monos, coyotes, serpientes, un guerrero jaguar y un guerrero águila. 

En los detalles del edificio también se encuentran algunas cabezas de perro, las cuales están inspiradas en la mascota de compañía de Adamo Boari. 

El elemento ornamental más destacado se encuentra en la fachada principal; se trata de un tímpano conformado por un conjunto escultórico que tiene como protagonista a La Armonía, además son representados El beso y El juego del amor. Esta pieza fue elaborada por el escultor italiano Leonardo Bistolfi, quien también realizó las piezas La música y El tiempo, ubicadas en la parte superior del tímpano. 

Los elementos decorativos no solo se encuentran en las paredes exteriores del edificio, sino que en su interior se halla un telón de cristal de aproximadamente 22 toneladas de peso y construido en Nueva York por la casa de joyería Tiffany. 

Dicho telón, ensamblado en el recinto para 1912, está decorado con la imagen de las cumbres nevadas del Valle de México y lo conforman 206 tableros y cerca de un millón de piezas de cristal opalescente. Mide cerca de 12.5 metros de alto, 14.5 metros de ancho y tiene un espesor de 32 centímetros. 

Ya en esos momentos el proyecto comenzó a presentar hundimientos importantes generados por diversos factores, entre ellos la monumentalidad del proyecto, las características del terreno y los movimientos telúricos. 

Pese a que la temporalidad de las obras estaba prevista, los problemas presupuestales, diversos asuntos técnicos, la situación económica del país y el estallido de la Revolución retrasaron su ejecución. La construcción del edificio fue detenida definitivamente en 1916 luego de que Adamo Boari dejara el país con rumbo a Europa, lo cual llevó a que el edificio fuera realmente terminado en 30 años y no en cuatro como se tenía planeado originalmente. 

Se cree que entre 1917 y 1929 el edificio permaneció en abandono; no obstante, existen pruebas de que, en ese periodo, y tras una serie de acondicionamientos, el recinto ya era utilizado para algunos eventos importantes; además, existía un gran interés por parte del gobierno por concluir su construcción. 

Hubo dos intentos de retomar el proyecto, el primero durante la administración del presidente Venustiano Carranza en 1919 y el segundo durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, quien emitió un acuerdo para la terminación del Teatro Nacional. 

El proyecto de culminación se puso en manos del arquitecto Federico Mariscal, quien trató de dar continuidad a la idea de Boari; sin embargo, en esta nueva etapa el interior de la construcción recibió un estilo Art deco, caracterizado por la sobriedad y la sencillez. 

La finalidad de esta nueva etapa del proyecto, culminado por Mariscal el 10 de marzo de 1934, era convertir el edifico en “asiento de una institución nacional de carácter artístico", razón por la que el recinto cambió de nombre de Teatro Nacional a Palacio de Bellas Artes, mismo que abrió sus puertas el 29 de septiembre de 1934.