Con apenas 24 años de edad, Juan O’Gorman revolucionaría la arquitectura en México al construir la que es conocida como la primera casa funcionalista del país, un proyecto edificado en Palmas 81, San Ángel. Esta edificación poseyó una marcada influencia que Le Corbusier –uno de los más grandes exponentes de la arquitectura moderna– dejó en O’Gorman a través de su obra, y estableció en el país el inicio de una producción arquitectónica enmarcada en el funcionalismo; es decir, construcciones cuya forma deriva completa y únicamente en relación con su función utilitaria.

En 1930, un año después de realizar esta edificación, Diego Rivera le encargó la construcción de su casa-estudio, hoy conocida como Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. El contacto y amistad con el muralista y la pintora detonó en O’Gorman un acercamiento a las ideas socialistas y comunistas, mismas que tuvieron influencia en sus obras posteriores.

Para 1932 fue nombrado Jefe de la Oficina de Edificios de la Secretaría de Educación Pública, lo cual se tradujo en la construcción de más de una veintena de escuelas funcionalistas en Ciudad de México.

También es conocido por su arquitectura orgánica, una corriente que busca integrar armónicamente las edificaciones con la naturaleza. La casa construida en 1949 en la avenida San Jerónimo es representativa del inicio de esta etapa en la obra de O’Gorman, quien se vio influenciado por el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright. Asimismo, el diseño de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México, que abrió sus puertas en la década de 1950, responde a este principio de arquitectura orgánica.

Si bien el trabajo arquitectónico de O’Gorman atrajo hacia él la admiración y la crítica, otra de las ramas artísticas en las que destacó, y en la que incluso en ocasiones es mejor ubicado, es la pintura.

Juan O´Gorman nació en una familia encabezada por Cecil Crawford O'Gorman y Encarnación O'Gorman Moreno. Su padre, de origen irlandés e ingeniero químico de profesión, influyó en él para que se desarrollara en el ámbito artístico y encontrara en la pintura una forma de expresión.

Pese a que la producción pictórica lo acompañó a lo largo de toda su vida y su ejecución se dio aleatoriamente con sus grandes obras arquitectónicas, fue hacia el final de su vida que dedicó mayor entrega a esta disciplina.

Gran parte de su producción pictórica se desarrolló en la pintura mural, la cual posee una notoria influencia de Diego Rivera.

La primera obra mural importante de O’Gorman son los murales del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, los cuales fueron realizados en 1937 y proyectaban la historia del desarrollo de la aviación.

Entre 1950 y 1951 realizó la que sería considerada una de sus obras murales más famosas y reconocidas por su temática y dimensiones. Se trata de los murales ubicados en las cuatro caras que conforman la parte superior de la fachada de Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, donde plasmó– a través de mosaicos realizados con piedras traídas de diferentes puntos del país– el pasado prehispánico, la época el colonial, el mundo contemporáneo y el México actual.

Se estima que este conjunto de murales miden cerca de 4 mil metros cuadrados.

Posterior a esta obra realizaría en 1960 los murales en el Retablo de la Independencia en el Castillo de Chapultepec. Para 1963 ejecutaría el ubicado en el Seguro Social en la Unidad Independencia de San Jerónimo; en 1965 el del Banco Internacional en Paseo de la Reforma y para 1968 el de la Sala de la Revolución en Chapultepec. Estos son apenas algunos ejemplos del desempeñó de O’Gorman en la pintura mural.

En lo que respecta a la pintura de caballete, sobresale su serie de autorretratos realizada entre los años cuarenta y cincuenta, etapa en la que destaca el realizado en 1950, donde se representa a sí mismo cinco veces en diferentes actividades y atuendos.

En su obra pictórica de caballete también plasmó paisajes como el Recuerdo de los Remedios (1943) y La Ciudad de México (1949). En este rubro se caracteriza por la conjunción de la precisión en el dibujo que como arquitecto dominaba, los símbolos de la identidad nacional y las inquietudes contemporáneas.

Finalmente, otra característica bajo la que se inscribió la pintura de O’Gorman fue la fantasía, pues solía plasmar paisajes oníricos o escenas que remontan a lo apocalíptico. Estos elementos eran acompañados  de una marcada crítica política o ideológica, pero en la mayoría de los casos los cuadros estaban abiertos a la interpretación. Como ejemplo se encuentran Monumento fúnebre del capitalismo industrial (1943), Proyecto de monumento al nacimiento de Venus (1976), Nuestra maravillosa civilización (1976), entre otras.

Además de ser revolucionario e innovador en materia arquitectónica y de destacar en la plástica, O’Gorman se caracterizó por ser sumamente fiel a sus principios, ideologías y posturas políticas, las cuales se asentaban en su simpatía por el marxismo, su inmensa admiración por el arte popular y el nacionalismo. Todas y cada una de sus obras, ya sea en materia arquitectónica, en la pintura o el muralismo, se vieron empapadas por estos principios que de alguna manera las justificaban y daban cuenta de su preocupación por la congruencia.

 

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