Las posadas son una festividad que en México está profundamente arraigada y forma parte de la tradición popular decembrina. Algunos escritores y especialistas afirman que surgieron en el año de 1587, en el poblado de San Agustín de Acolman, Estado de México, con el propósito de adoctrinar a los pueblos originarios; otros, como Mariano de Cárcer y Disdier(1) sostienen que llegaron de Andalucía, España. En México los elementos que las rodean las convierten en una práctica única en el mundo.

En ciertas celebraciones, como es el caso de las posadas, coincide el calendario mesoamericano y el de los pastores europeos(2). A este sincretismo, donde se fusionan el nacimiento de Jesús y la cosecha del ciclo agrícola mesoamericano, se le conoce como “reelaboración simbólica”, en donde dos cosmovisiones están imbricadas en una misma festividad(3).

En nuestro país, las fiestas decembrinas de los pueblos originarios están íntimamente ligadas al sistema cultural de la milpa. Octubre es el mes de la cosecha; después de recogerla en los pueblos ya no se trabaja, es el tiempo de la fiesta, tiempo de las secas. Con regocijo se agradece a los dioses y se celebra esta relación entre el hombre y la naturaleza que prevalece en la cultura indígena y popular de México.

Las posadas, que inician el 16 y finalizan el 24 de diciembre, tienen su antecedente en el México colonial, con las llamadas Misas de Aguinaldo (donde se ofrecían obsequios de Navidad y se acompañaban con villancicos alusivos al nacimiento del Niño Dios).

En este sentido, existe un legado culinario entre algunas poblaciones indígenas y mestizas con alimentos que tradicionalmente sólo se preparan o se comparten durante esta fiesta, más allá del ponche –que se ha extendido a lo largo del territorio nacional, con variadas recetas según la región y los ingredientes del lugar–, como el atole, los tamales, los buñuelos, la colación y la fruta propia de esta conmemoración.

En la tradición popular las posadas son el símbolo de la abundancia y de los dones que se reparten al momento de romper las piñatas y como celebración posterior a la cosecha. Entre los evangelizadores se adoraba al niño Jesús; en la tradición mesoamericana eran los “tlaloques”, pequeños servidores del dios de la lluvia, Tláloc y que también se relacionaban con el maíz, los que de alguna manera lo representaban. Al término de la estación de lluvias regresaban a la tierra durante la cosecha, cuando el maíz ya estaba maduro (los niños eran las mazorcas).

De acuerdo con estudios, se afirma que la celebración del nacimiento de Huitzilopochtli se realizaba alrededor de los días que coinciden con la Navidad. Se llevaba a cabo durante la noche y al día siguiente había fiesta en todas las casas, donde se obsequiaba a los invitados comida suculenta e ídolos pequeños hechos de maíz azul, tostado y molido, mezclado con miel negra de maguey(4).
 

  1. Investigador nacido en Málaga y nacionalizado mexicano.
  2. Estela Vega Deloya, investigadora del Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Dirección de Desarrollo Regional y Municipal de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura. 
  3. Johanna Broda Prucha, investigadora mexicana.
  4. En 1942, investigador mexicano Germán, Andrade Labastida, presentó un trabajo que sustentaba esta idea