Cuando hablamos de patrimonio cultural, evocamos más de cincuenta mil sitios con vestigios arqueológicos y ciento diez mil edificaciones históricas construidas entre los siglos XVI al XIX. Pensamos en los pueblos que destacan por su traza, su singularidad arquitectónica, por ser suma de signos y por su belleza.

Este rico patrimonio le ha dado a México un lugar en el mundo. Con 34 sitios en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, somos el país del continente americano con el mayor número de bienes inscritos.

Nuestro vasto y excepcional patrimonio es el corazón de cada pueblo, de cada rincón del país. Son lugares privilegiados de reunión en las comunidades y en grandes ciudades donde se festeja la vida. Son dignos espacios donde se vive lo cotidiano, se venera lo eterno y se renuevan los lazos de amistad y fraternidad.

La grandeza no es asunto del pasado, es el presente, es la creatividad e imaginación de los mexicanos contemporáneos; de todos, de la gente de a pie, de artistas y académicos. Es entraña de esa solidaridad que se palpa en las calles, que evidencia que somos un país y que nuestra identidad y nuestro patrimonio cultural están allí, hilo a hilo, armando el tejido social. Hablamos del patrimonio cultural de México tejido en piedra, adobe y palabras. Hablamos del pasado que nos hace mirar hacia el futuro.