Existen múltiples fuentes verbales y pictóricas que dan cuenta de los orígenes de los mexicas y que narran el proceso por el que este pueblo pasó hasta llegar a la fundación de México-Tenochtitlan; sin embargo, uno de los más significativos es el Códice de Boturini, ya que se trata de un manuscrito en el que se registra de manera legible la salida de los mexicas desde su antigua tierra hasta su llegada al valle de México pocos años antes de que se erigiera Tenochtitlan.

Pese a que este archivo está inconcluso, es considerado uno de los documentos fundacionales de la historia de nuestro país, pues es el documento más temprano de la migración azteca y la versión histórica que retrata es una de las más utilizadas. Incluso se encuentra reproducido en grandes dimensiones en el patio central del Museo Nacional de Antropología.

El códice, también conocido como Tira de la Peregrinación, fue hecho en una tira de amate constituida por 22 láminas que forman un biombo de 5.49 metros. Se cree que puede estar basado o ser una copia de un documento más antiguo.

De acuerdo con lo narrado en las láminas, el dios Huitzilopochtli ordena a los aztecas abandonar Aztlan, su tierra de origen cuyo nombre significa “lugar de garzas” o “lugar de blancura”, un sitio misterioso ubicado al norte que obtiene su denominación probablemente ante la abundancia de garzas en las aguas que rodeaban la isla donde se asentó originalmente este pueblo.

Su dios les indica que deben buscar un nuevo asentamiento por lo que los aztecas, portando las reliquias o una figura de madera que representaba a Huitzilopochtli, inician su recorrido atravesando lugares desérticos acompañados de siete u ocho barrios provenientes de un poblado cercano.

Tras separarse de ellos por orden de su dios, se encontraron en su camino con los mimixcoas, divinidades lunares o demonios. Huitzilopochtli ordenó a los aztecas que los sacrificaran como primera ofrenda para él.

Después del sacrificio, Huitzilopochtli renombró a su pueblo y a partir de ese momento tomaron el nombre de mexicas; fueron consagrados así cuando su dios les entregó el arco, la flecha y la red.

Siguieron su camino y se asentaron por primera vez desde que salieron de Aztlan en Coatlicamac (las fauces de la serpiente) y Cuextecaichocayan (lugar donde lloró el huasteco). El códice narra que tras varias décadas llegaron a Tollan, donde se quedaron por 20 años, para después llegar al antiguo lago de Texcoco, en donde viajaron y se asentaron por diversa zonas durante varios años (Tlemaco, Atotonilco, Apazco, Tzompanco, Xaltocan, Acalhuacan, Ehecatepetl, Tulpetlac y Cohuatitlan, en este último descuben el maguey y aprenden a hacer pulque).

Son atacados por un pueblo y obligados a asentarse en Pantitlan, donde son víctimas de una epidemia.

Continuaron su viaje nómada hasta que se asentaron en Chapultepec por 20 años, pero ahí son tomados prisioneros por el tlatoani de Colhuacan, quien ante la abundancia de mexicas en uno de sus barrios, los usa como guerreros para deshacerse de ellos en una batalla contra los Xochimelcas.

El tlatoani les pide que maten o tomen prisioneros a varios de ellos y que les corten sus orejas, las cuales deberán llevar en un saco como muestra de su hazaña. Los mexicas se organizan y deciden utilizar hojas de obsidiana como armas y resuelven que mejor cortarán las narices de sus enemigos para que el tlatoani de Colhuacan no piense que cortaron ambas orejas; así llevarán una pieza por cada enemigo.

Hasta aquí llega el Códice de Boturini, el cual relata las vicisitudes de este pueblo previas al encuentro con la manifestación sagrada del águila sobre el tunal, una visión narrada como una profecía dictada por Huitzilopochtli como seña del lugar elegido para asentarse.

A partir de este momento inicia el periodo sedentario definitivo de los mexicas; el portento del águila y el nopal es narrado en el Códice Mendocino, en el que se muestra entre otros personajes a Tenoch, un sacerdote sentado sobre un petate que vislumbra al águila en donde es fundada Tenochtitlan (el lugar cerca del tunal).

No hay conceso sobre la fecha de su fundación; sin embargo, a principios del siglo XX se designó el 13 de marzo de 1325 como fecha para la conmemoración de la fundación de Tenochtitlan.