En México, existe un conjunto muy importante y robusto de regulaciones técnicas obligatorias (NOM) de eficiencia energética, que se aplican a los equipos que consumen más del 80% de la energía en hogares promedio y que han tenido un efecto evidente de reducción en las tendencias de crecimiento del consumo de energía en los hogares mexicanos.

En nuestro país, los hogares compran cerca de 10 millones de enseres mayores que usan energía y de 200 millones de lámparas al año que, por ley, están obligadas a cumplir con las NOM.

Esto puede considerarse como un caso de éxito del Estado mexicano, a través de la Conuee, y que ha venido asociado a programas de diversos organismos (como FIDE, INFONAVIT y FIPATERM), que proveen de financiamiento para la compra de equipos eficientes.

Estas regulaciones se han concentrado en el desempeño y calidad de los equipos en lo individual.

Existen también regulaciones que tienen que ver, de manera indirecta, con equipos y sistemas relacionados con las comunicaciones e información, como lo son las de

  • energía en espera y
  • fuentes de alimentación externa.

Sin embargo, hay un serio retraso en lo relacionado con la envolvente de las viviendas en regiones de clima cálido (que lo anotó el titular de la Conuee como algo relevante y urgente).

Lo que es indudable es que el matrimonio entre la electricidad y las tecnologías de la comunicación y la información ya se dio, y cada día más hogares las integran para un mejoramiento de los servicios energéticos (como la iluminación, la seguridad, el confort, el entretenimiento y la salud).

El que los niveles de electrificación sean superiores al 97%, que 25 millones de viviendas tengan acceso a Internet y que cada vez sean más comunes los elementos (tipo Alexa) en los hogares, implica que ya hay una urgencia en contar con regulación que asegure calidad, desempeño y, además, privacidad y cuidado de datos personales.

Un hecho evidente es que los dispositivos sujetos a NOM de eficiencia energética integran cada vez más elementos que les permiten funcionar en lo que se conoce como el Internet de las Cosas, con implicaciones en su consumo de energía, pero también con capacidades para reducir el desperdicio de energía asociado a hábitos de los ocupantes de las viviendas.

Desde una perspectiva de eficiencia energética, el reto inminente es el de la integración de las regulaciones técnicas específicas para este propósito con las propias de los elementos y sistemas de comunicaciones e información.

De manera paralela, quizá sería útil producir y difundir entre la población las oportunidades y las precauciones que hay que tomar para el mejor aprovechamiento de estos acelerados cambios tecnológicos.