Por muchos años, la cultura, los medios de comunicación, el cine, la publicidad, entre otros, han contribuido a perpetuar la falsa idea del amor “romántico”, un amor basado en relaciones fantasiosas e imposibles de alcanzar.

Más allá de la decepción, las falsas expectativas o la frustración que esto puede generar en mujeres y hombres, esta concepción del amor —y los comportamientos e ideas asociados a ésta— contribuye a perpetuar patrones de conducta desiguales que con frecuencia conducen a la violencia en las relaciones de pareja.

Los mitos del amor romántico

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Uno de los mitos más comunes sobre el amor romántico es el de la media naranja. El problema con esta premisa es que se basa en la idea de que, si no tenemos a alguien a nuestro lado, estamos incompletos, es decir para ser felices es vital encontrar pareja.

También existe la idea de que el amor de verdad es para siempre y en muchos casos, esto no es así. Esta idea es peligrosa porque obliga o compromete a las personas a soportar situaciones o aceptar comportamientos de su pareja a costa de su bienestar e integridad.

Esto incide directamente en la violencia contra las mujeres porque en el mito del amor romántico generalmente son las mujeres las que deben sacrificarse, renunciar a sus sueños y aspiraciones, a darlo todo “por amor”.

El amor romántico en las relaciones de pareja

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Durante las relaciones de pareja, es común escuchar frases como la de “te celo porque te amo”. Esto refuerza la idea de que sin celos no hay amor, un recurso dañino que se usa para justificar los comportamientos controladores que restringen la libertad y la autonomía de la pareja.

En realidad, los celos surgen del temor que se tiene a perder aquello que se percibe como una posesión, es decir son un ejercicio de pertenencia y, por lo tanto, son tóxicos. Pensar que tu pareja te pertenece es un error que conduce a actos de violencia que pueden ir escalando de intensidad con el paso del tiempo.

Por último, la idealización del amor o el romanticismo conducen a pensar que el amor lo puede todo al punto de decir “te quiero más que a mi vida”. Esto pone a la pareja en completa sumisión y la “obliga” a aceptar situaciones o conductas no deseadas en nombre del “amor”. La realidad es que el amor no va a cambiar mágicamente la conducta de la otra persona, ni es un pretexto para justificar o aceptar conductas violentas, maltratos, abusos o explotación.

Por ello, es importante entender que el romanticismo es un mito que convence a las personas de que en el amor hay que sufrir, sacrificarse, aguantar, renunciar y pasarlo mal. De igual forma es necesario reconocer que la pareja no es nuestra única fuente de bienestar y felicidad.

De ahí que el amor sin romanticismos se basa en la autonomía de cada uno, sin el miedo de perder a la persona amada, sin obligarla a que se ajuste a nuestro modelo de hombre o mujer ideal.

Romper con el mito del amor romántico que nos enseñan los cuentos de princesas permite construir relaciones igualitarias y libres de violencia.

Por Celia Ramírez Zolezzi
Twitter: @celiazolezzi