Durante muchos años la pesquería de escama fue sostenida por el mero rojo (Epinephelus mori), cuya máxima producción se registró en la década de 1970 (19 mil toneladas). Sin embargo, la composición de especies en esta pesquería ha cambiado a través del tiempo. En los 70, el mero representaba entre el 90 y 95 por ciento en la composición de la captura total de escama en México.

En 2017 se registró una producción total de 10 mil 768 toneladas de mero. El estado de Yucatán contribuyó con 7 mil 111 toneladas de producto, mientras que Veracruz, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, fueron las otras entidades de la región del Golfo de México y Mar Caribe que en su conjunto aportaron 2 mil 106 toneladas. Otro estado que registró un volumen importante fue Baja California, con mil 290 toneladas.

Esta pesquería ha sido de gran relevancia social y económica para las comunidades pesqueras de la Península de Yucatán, en las que participa una flota artesanal o ribereña y otra de mediana altura con diferente poder de pesca, que concentran sus actividades pesqueras en distintos componentes del stock de mero (juveniles y adultos), causando interacciones tecnológicas entre las flotas.

Las especies de mero, como otros productos pesqueros de escama, presentan abundancia y características biológicas específicas pero convergen en su distribución en algunas zonas del Golfo de México y Mar Caribe, razón por la cual se han establecido medidas de manejo y de regulación para su aprovechamiento sustentable.

Además, el mero es un producto pesquero de alto valor nutricional, aporta a la dieta una elevada cantidad de proteínas, vitaminas, minerales y calorías. También, existe una gran variedad de platillos culinarios basados en este pescado y que son típicos de la gastronomía regional de la Península de Yucatán, como los son el mero en “tikinchic” o el “macún”, así como el filete empanizado, a la plancha, asado, empelado, frito, en caldo, ceviche y tacos.