La vocación del ejido Chavarría Viejo, en el municipio de Pueblo Nuevo, Durango, es forestal. Basta andar por el camino que lleva hacia esta región del estado para ver la riqueza que poseen en sus recursos naturales.

Fundado en diciembre de 1963, en la actualidad, Chavarría Viejo abarca 8 mil 700 hectáreas y se conforma por 94 ejidatarios: 62 hombres y 32 mujeres, en un 70 por ciento personas de la tercera edad.

En el año de 1985 decidieron emprender su empresa social con un aserradero, el cual mantuvieron por 30 años sin buenos resultados para su economía.

“Nunca tuvo la eficiencia ni la productividad necesaria para generar ganancias al ejido”, platica el presidente del Comisariado ejidal, Miguel Ángel Alvarado Huizar.

El aserradero laboró en números rojos por décadas pero lo mantenían debido a que generaba 30 fuentes de empleo para las familias de la zona.

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Sin embargo, en el 2015, al conocer el proyecto de Modernización de la Industria del Aserrío de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR,  tomaron la decisión de participar para reinventarse.

Es así como les fue asignado un recurso de 3.8 millones de pesos por parte del Gobierno Federal, el Gobierno del Estado les apoyó con 452 mil 964 pesos y el ejido aportó 502 mil 796 pesos para adquirir un aserradero Baker de alta tecnología que les ha permitido crecer y ser más competitivos.

Al empezar con la nueva maquinaria, en una primera instancia su plantilla laboral se redujo a 17 plazas, lo que los impulsó a expandir sus horizontes para no dejar en el desamparo a sus empleados.

Así, abrieron una astilladora donde generaron 14 empleos y venden su producto a Masisa,  empresa productora de tableros de madera.

Para aprovechar al máximo las trozas también decidieron producir palo para escoba, actividad en la que generan cuatro empleos más.

A dos años se iniciar operaciones con su nuevo aserradero, los resultados han sido satisfactorios.

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“Fue un aprendizaje muy rápido, a los dos meses estábamos estandarizando la producción por la pericia de los trabajadores y estamos aprovechando el aserradero a su máxima capacidad. Nos ha dado buenos rendimientos económicos administrativamente hablando, lo cual es un impacto social importante”, indicó Alvarado Huizar.

En el aserradero, en donde trabajan 240 días del año, producen 12 mil pies tabla por turno.

Durante nueve meses trabajan con volumen propio del ejido pero también consumen otros dos mil metros cúbicos de madera a ejidos de la región. 

Ahora, con esta nueva organización, tienen una utilidad anual de 1.5 millones de pesos, sobre todo por la disminución en los costos de producción.

 “Ahora producimos más tablas y menos aserrín. Nuestro producto tiene una mejor calidad con mejores dimensiones y acabados”, señala el Comisariado.

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Antes sólo vendían sus tablas en empresas locales pero ahora las comercializan con compañías de Guadalajara y Monterrey.

El siguiente paso es contar con la estufa para secar madera, lo que esperan se pueda consolidar a mediano plazo.

“Ha sido un proceso difícil porque a veces unos se quedan y otros empujan. Éramos 94 personas con experiencias negativas en la industria, ahora estamos volviendo a la confianza, de que la industria es buena”, finalizó.