En el interior de un bosque de pino y encino que se encuentra al sur de la Ciudad de México, al noroeste de la alcaldía Milpa Alta, se sitúa la población San Antonio Tecomitl, una de las poblaciones con más tradiciones durante la celebración del Día de Muertos.

Sus aproximados 12 mil habitantes, aprovechan las 284 hectáreas de zona boscosa para recorrerlas unas dos semanas antes del 2 de noviembre donde recolectan todo lo necesario para la ofrenda de sus seres queridos, fuertemente apegados a las tradiciones de sus ancestros.

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Van al bosque, recogen las flores de cempasúchil, cortan la fruta de los árboles, recolectan el material que necesitan para tejer ellos mismos los petates en los que duermen, ya sea en el panteón o en el altar de muertos, también recolectan hojas de maguey que utilizan para decorar sus ofrendas.

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Lo único que no obtienen directamente es el aserrín, el cual compran en la Ciudad de México. Este material considerado desperdicio en los aserríos, la gente lo utiliza para dar forma de policía, bombero, médico, cocinera o cualquier actividad que hacía en vida la persona a la que está dedicada su ofrenda.

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Otra de las tradiciones, es que ellos "Calaverean", es decir pasan de casa en casa a pedir calaverita y lo que siempre se ofrecen son tamales.

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Pasan toda la noche en sus tapetes fuera de su casa, donde cada hogar hacer una lumbrada desde un día antes, de esta manera las pequeñas fogatas iluminan todo poblado.

Tradición mexicana y muy forestal

En México la tradición del día de muertos pinta los panteones y las casas de multicolor. Se cree que la flor de cempasúchil, cuyo nombre es de origen nahuátl, con su color amarillo y su peculiar aroma  ilumina el camino de las almas, decora los altares y con sus pétalos se hacen caminos para guiar a los difuntos hacia las ofrendas y disfrutar de los alimentos que en vida fueron de su agrado.

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La ofrenda se llena de frutas, bebidas, tamales, calaveritas de azúcar, calabaza en dulce y mucho más, lo sublime hace su aparición, y elementos forestales  se hacen participes de esta celebración, sus aromas y sus colores son piezas importantes de esta gran tradición, el papel picado, las calaveras de papel mache, el aserrín pintado con el que se decoran bonitos tapetes que provienen de los árboles de aprovechamiento forestales.

 

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El copal, una resina aromática que proviene de diversos árboles como los son los pinos, abetos, burseras y otros, se colocan en un incensario que con el carbón vegetal que se extrae de algunas especies forestales como el mezquite, despide un aroma distintivo de esta temporada. Los cirios y las veladoras, elaborados con candelilla que crece en las zonas áridas de nuestro país, irradian la luz que se utiliza para invitar a las almas a acercarse a los altares.

La Comisión Nacional Forestal apoya a los productores del país para aprovechar sustentablemente los productos maderables y no maderables y con ellos seguir conservando muchas de las tradiciones que como esta, se llena de diversos productos forestales que invaden los altares con los perfumes del bosque.

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