El año pasado un predio del cerro de La Vaca, ubicado en Manzanillo, Colima, fue afectado por un incendio forestal que consumió 129 hectáreas de vegetación de selva, pero su mayor severidad fue sobre dos hectáreas de vegetación arbórea.

Esa zona alberga 200 ejemplares de palma de cayaco (Orbignya guacuyule) o palma coquito de aceite, como se le nombra comúnmente.

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Esta palma es la más alta de las palmas nativas de Colima, cuyos bosques llegaron a cubrir una gran parte de la costa del Pacífico mexicano; sin embargo, su población se fue extinguiendo debido a la explotación de sus pequeños cocos o nueces, de los que nuestros antepasados extraían aceite que funcionaba como combustible.

Los coquitales o bosques de cayaco tenían presencia en los esteros de Colima, así como en la gran laguna de Cuyutlán y fueron hogar de venados, jabalíes, tejones, mapaches y jaguar.

Es una palma que llega a medir hasta 8 metros de altura, con el tronco grueso y recto. Tiene grandes hojas agrupadas al final del tronco, que brindan varios metros cuadrados de sombra con su espeso follaje, característico de la selva templada.

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En ese incendio, las llamas alcanzaron los troncos de las palmas. A un año del siniestro se pueden observar pequeños ejemplares brotando del suelo fértil gracias a un proceso natural de regeneración.

Si bien los incendios forestales contribuyen a la regeneración natural de algunas especies, ya que consumen el tapete de materia orgánica y las semillas de los árboles pueden completar su ciclo de desarrollo, no todas las especies se adaptan al fuego.

La capacidad de la palma coquito de aceite para resistir al incendio y abrirse paso entre las cenizas es un ejemplo de la adaptación que algunos ejemplares presentan.

Cuando los incendios forestales afectan ecosistemas forestales selváticos, se presentan casos de especies como el barcino y guásima que no logran sobrevivir y que para repoblar la superficie afectada se necesitan obras de restauración y trabajos de reforestación que tardan varios meses e incluso años con ayuda de las personas.

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Además de sobrevivir al incendio forestale, esta palma fue capaz de continuar con su reproducción en un proceso natural que asombra.

Personal del área de restauración forestal de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), que verificó y documentó el proceso de regeneración, estima que esos nuevos ejemplares de palma pueden completar su desarrollo si son capaces de absorber los nutrientes del suelo y no se presentan nuevos incendios que afecten la zona.

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Esta especie está sujeta a protección especial por la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010 y su cuidado se enmarca dentro de la Ley General de Vida Silvestre.