Vistas desde el cielo, las áreas verdes parecen islas en una ciudad. Estos espacios disminuyen el estrés, invitan a la recreación, a hacer deportes, mejoran el paisaje urbano, amortiguan el ruido, mejoran la vista y contribuyen a eliminar olores desagradables generados por la actividad en las ciudades. Aportan elementos para alcanzar calidad de vida.

Tal es el efecto positivo en la sociedad que las construcciones a su alrededor aumentan su plusvalía según la cantidad de árboles y el estado en el que se encuentren las áreas verdes.

Por eso, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que propone la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene entre sus puntos importantes la promoción, protección y restauración de espacios verdes como parte de una urbanización de calidad. 

Estos valores se conmemoran en el Día Mundial del Hábitat que se celebra el primer lunes de octubre.

En esta fecha la ONU sostiene que el desarrollo de una sociedad sana tiene que ver directamente con las viviendas, pues modelan la forma de vida, la interacción social, cultural, política y económica.

Y es que la construcción de viviendas inapropiadas fomenta pobreza, desempleo, delincuencia, contaminación y problemas de salud pública. Otro de los problemas es la respuesta ineficiente ante los desastres naturales o catástrofes debidas al cambio climático.

Los árboles urbanos colaboran en disminuir estos efectos porque capturan dióxido de carbono, bajan hasta dos grados centígrados la temperatura, reducen la erosión del suelo, disminuyen el escurrimiento de agua, abastecen de agua limpia el subsuelo y son el hogar de micro hábitats para plantas y animales. 

Las urbes deben ser inclusivas, seguras, resilientes, sostenibles pero también accesibles para cualquier persona.

El cuidado y construcción de nuevas  áreas verdes contribuye a estos objetivos.

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