Taide Acosta Rodríguez, jefe de la brigada ECO 11 de Río Hondito, en el Estado de México, recuerda que caminaba en un túnel de fuego, con llamas de aproximadamente 20 metros de altura.

Llevan dos horas y no han controlado más de un 50 por ciento del siniestro. Es tal su magnitud que se escucha un crujido estremecedor, es la naturaleza que se quebranta con la furia de las llamas.

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“Nos encontrábamos en el corazón de ese incendio forestal que ocurrió hace 20 años en La Marquesa, sentíamos una temperatura superior a los 600 grados centígrados”, recordó Taide Acosta, quien es la tercera generación de su familia que dedica su vida al combate directo del fuego.

Mientras veía a la fauna del lugar huir para sobrevivir, él y su equipo de brigada se adentraban más y más.

A pesar de sus 25 años de trayectoria, asegura que no ha perdido la capacidad de asombro cuando observa que el fuego consume vorazmente a la naturaleza.

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“El fuego arrasaba con un bosque de pinos y encinos, me acuerdo y percibo el olor agridulce que desprendían los árboles y que nos irritaba la nariz y garganta. Volteaba a ver a mis compañeros que iban firmes y sólo se daban el tiempo para rehidratarse y seguir”, compartió Acosta Rodríguez.

Tras casi tres horas de trabajo el incendio estaba fuera de control, por lo que buscaron una ruta de escape.

Con el humo espeso frente a sus ojos, trató de ubicar a todos los elementos de la brigada y cerciorarse que regresaran.

Con el lema subimos diez, bajamos diez, se motivaban en busca de la salida. El combatiente asegura que no hay incendio que se deje de atender por agresivo que sea, sólo hay que replantear la estrategia y buscar otra entrada al siniestro.

“Parte de la profesionalización en incendios forestales es saber retirarse a tiempo, tal como lo dice la norma de combate número 10, combate al incendio agresivamente no sin antes haber previsto por tu seguridad”, señaló Taide.

De nuevo dio la orden de ingresar al bosque, el combatiente de incendios forestales es el único que camina al infierno sin titubear, sabiendo que hay riesgo de no regresar.

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Este incendio se controló en menos de cuatro horas, así quedó asentado en las bitácoras, pero en cada uno de los elementos de la brigada quedó como una experiencia satisfactoria y para Taide un logro más para honrar la memoria de su abuelo y la vida de su padre de quienes aprendió el oficio.

Preparación para el combate

La adrenalina al enfrentar un incendio la sienten los combatientes desde que llega el llamado de emergencia al centro de mando, Taide tiene la tarea de organizar a la brigada que empaca la herramienta que utilizarán, cada uno cada uno sabe su función.

Ya en el lugar observan y evalúan las condiciones climatológicas, topográficas y el tipo de combustible.

Aunque son elementos preparados y capacitados en el manejo del fuego, las condiciones climatológicas pueden favorecer o no que los combatientes logren liquidar el incendio en el menor tiempo posible.

Taide asegura que la brigada completa debe dejar los problemas personales en el campamento y estar totalmente enfocados en el incendio.

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Durante su preparación, aprenden a monitorear el tiempo atmosférico, pasos que parecen sencillos pero que de no tomarse en cuenta pueden arrebatarles la vida.

“Nadie mejor que yo para saberlo, sobreviví al desplome de una aeronave a unos tres mil 800 metros sobre el nivel del mar, durante el combate de un incendio forestal en El Nevado de Toluca en el 2005, es el único de su tipo en el país en el que no hubo fallecidos y porque un eventual dolor en la columna me lo recuerda cuando me expongo a largas horas de trabajo”, compartió Taide quien asegura sentirse orgulloso de ser combatiente de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR).  

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Esta anécdota y todos los conocimientos acumulados en su trayectoria lo han acompañado por Honduras, Guatemala, Colombia, República Dominicana, Brasil, Perú, Estados Unidos y Canadá, donde ha brindado capacitaciones y apoyo en el combate de incendios forestales.