Han pasado siete días tras el sismo de 8.2 grados que cambió el paisaje en San Mateo del Mar, Oaxaca. El movimiento telúrico más intenso que ha experimentado México en su historia.

Aún se observan escombros en los espacios que algún día ocuparon pequeños comercios y casas habitación, muchos de los habitantes pensaron en desplazarse a otros pueblos ante la pérdida de su patrimonio, pero no, se quedaron, incluso hay más bullicio que antes.

Efectivos de las Fuerzas Armadas, servidores públicos del gobierno federal y estatal, maquinaria pesada y vehículos oficiales se mueven por doquier para restablecer la vida de este municipio del Istmo de Tehuantepec que a las 23:49 horas del 7 de septiembre se agitó como nunca.

“Al mismo tiempo que el movimiento de la tierra, la luz se fue y las casas comenzaron a crujir y caerse. El pueblo se asustó y muchos de nosotros, ante la amenaza de un tsunami, comenzamos a abandonar el pueblo”, dijo Laura Frillo, habitante de este municipio.

El llamado de alerta fue la palabra “Ateamb”, que significa terremoto en lengua Ombeayiüts, con la que se comunican en este pueblo de 100 kilómetros cuadrados la mayoría de las personas pertenecientes a la etnia Huave.

En las labores de ayuda se sumó la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) coordinada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).

Elementos de la CONAFOR en Oaxaca y de cuatro estados más viajaron a la región del Istmo de Tehuantepec para integrarse a la fuerza de tarea que apoya a esta pueblo fundado en 1606 y que hoy tiene 14 mil 800 habitantes.

El equipo de trabajo se conformó con personal de la gerencia de la CONAFOR en Oaxaca, la gerencia de la Ciudad de México, además de Puebla,  Guerrero y Morelos.

La dinámica es visitar casa por casa y evaluar si las viviendas aún son habitables, presentan daños menores o, en su caso, reportarlas como pérdida total. El levantamiento de afectaciones y la entrega de víveres a los damnificados son coordinados por la SEMARNAT, tarea para la que se han desplegado un total de 132 elementos de la Comisión. Hasta este jueves se ha realizado el censo de mil 312 casas.

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“Estamos acostumbrados a los huracanes pero  no a los temblores”, reconoce la misma Laura atavida con un najaljal y  un meed, el huipil y falda tradicional de la región.