Benito Juárez, el liberal, el niño que aprendió a leer, escribir y estudiar derecho por ambición propia, el primer presidente de origen zapoteco. Las raíces de aquel hombre que trascendió en la historia mexicana por haber promovido las leyes de Reforma y triunfar sobre el conservadurismo, se encuentran en el amor al conocimiento, al aprendizaje y a los libros, y que adquirió a muy temprana edad. 

El niño Juárez, huérfano y pobre, apenas hablante del español, encontró un padrino, el cura franciscano Antonio Salanueva, quien lo aceptó en su casa como aprendiz del oficio de encuadernación. Esta labor fue el primer acercamiento del joven a los libros; aprendió a leer y escribir lenta e imperfectamente, pues en su educación se cruzaron malos maestros que lo discriminaron por su origen étnico y su falta de conocimiento de la lengua. Juárez, al verse reprimido, tomó la firme convicción de separarse de su escuela y “practicar por mí mismo lo poco que había aprendido para poder expresar mis ideas por medio de la escritura, aunque fuese de mala forma”, como recuerda en su autobiografía Apuntes para mis hijos

Con dicha determinación ingresó al Seminario por recomendación de su tutor y ahí aprendería las materias escolásticas, como filosofía, teología y gramática latina. No obstante, esta educación no satisfacía al joven e incluso le aburría, a pesar de que se graduó con los más altos honores. Gracias al triunfo de la independencia y el establecimiento de un Congreso liberal en Oaxaca, se fundó el Instituto de Ciencias y Artes −hoy Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca−, donde inició su formación en Leyes, tuvo oportunidad de perfeccionar su español y de acercarse a las obras del pensamiento liberal francesas, inglesas y estadounidenses. Su nivel académico siempre fue el más alto. 

En sus primeros años como abogado fue testigo de los excesos de la Iglesia y de sus malos tratos hacia los indígenas oaxaqueños. El propio Juárez sufrió arrestos constantes por tratar de defender a las pequeñas comunidades marginadas de los excesos del clero. En estas circunstancias reflexionó continuamente sobre la necesidad de separar la Iglesia del gobierno; varios años después redactó la ley de desamortización de los bienes eclesiásticos, mejor conocida como Ley Juárez. Este texto, de su puño y letra, sirvió para consolidar las Leyes de Reforma, que representaban el fin de las disputas políticas entre liberales y conservadores. México no progresaba por dichos conflictos. 

Desde muy temprana edad, Benito Juárez comprendió los beneficios que le traería aprender el español y tener una formación académica, pues ésta le abriría caminos insospechados para él, como la gubernatura de Oaxaca y la presidencia de México; para Juárez, leer, escribir e iniciar una carrera fueron verdaderos actos de rebeldía y superación personal. A la postre, se convertiría en uno de los más célebres personajes de la historia mexicana; su camino de crecimiento inició en los libros.  

*Samuel Aguayo es prestatario de Servicio Social adscrito a la Subdirección de Publicaciones de la Dirección de Comunicación y Cultura del Conafe.