El transporte va íntimamente ligado a la historia de la humanidad y del comercio. Desde las primeras sociedades, se han visto en la necesidad de trasladar objetos y mercancías para llevarlos consigo o para cambiarlos por otros bienes, ya sea por tierra, mar o por aire o bien, desplazarse de un lugar a otro en búsqueda de comida y un mejor lugar para establecerse.

Los incas se trasladaron a pie a través de sistemas de caminos interconectados y los vikingos trasladaron sus mercancías en knarrs, pero con la implementación del uso de la rueda, los medios de transporte terrestre evolucionaron y permitieron al ser humano, llegar a lugares cada vez más lejanos en menos tiempo.

Carros y diligencias tirados por caballos propiciaron el intercambio de todo tipo de materiales gracias al establecimiento de las rutas comercial. Posteriormente, se inventaron otras formas de transporte terrestre como la bicicleta, que fue el origen de la motocicleta y esta, a su vez, del automóvil.

Si bien con el uso de combustibles fósiles se privilegió el transporte de medios impulsados por motores de combustión interna, la situación crítica a la que llegó la contaminación del aire en décadas anteriores, provocaron un retorno hacia el uso de esos medios de transporte sustentables que fueron desplazados por el coche.

Hoy en día, el uso de bicicletas, autos eléctricos y trenes, por mencionar algunos, se ha popularizado, convirtiéndolos en excelentes medios alternativos de transporte que además de contribuir a la mejora en la calidad del aire al ser de bajas o nulas emisiones contaminantes, permiten una mejor movilidad que la que ofrece el traslado en vehículos particulares.

 

Fuente(s): Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud de Barcelona (ISTAS), Comisión Ambiental de la Megalópolis