Calles más seguras para peatones y ciclistas, banquetas de calidad, calles con prioridad peatonal, ciclovías y ciclocarriles y programas de bicicleta pública; días sin auto y cierre de calles enteras, liberándolas de automóviles y recuperándolas para peatones, ciclistas y para usos recreativos, son algunas acciones que promueven la movilidad no motorizada.

Durante décadas, la planificación tradicional de transporte se centró en privilegiar, así como mejorar las condiciones para los automóviles privados, sin considerar espacios para peatones y ciclistas. Sin embargo, hoy en día, la mayoría de la población mundial depende de la bicicleta y de caminar, así como de otras formas de transporte de tracción humana para ir al trabajo y trasladarse diariamente en la ciudad.

Es por ello que fomentar y aumentar el uso de la bicicleta y proveer de las infraestructura que faciliten caminar, son algunas de las formas más prácticas y accesibles para reducir las emisiones de CO2, además de que fomentan la accesibilidad a mayores oportunidades económicas para las personas en condiciones de vulnerabilidad y contribuyen a paliar un problema serio de salud pública que es la inactividad física, misma que se refuerza si se tienen largos recorridos en vehículos de uso individual.

Diversos estudios documentan los beneficios en la salud pública de la actividad física diaria como caminar y pedalear. El primer beneficio es que fortalece la personalidad y autoestima de las personas. Además de que actividad física regular de intensidad moderada tiene considerables beneficios para la salud en todas las edades, existe una asociación positiva entre la actividad física y la reducción de la ansiedad y de síntomas de depresión; también estimula la concentración, la memoria y el rendimiento académico.

 

Fuente(s): ConnectCities, WRI México, ITDP y Comisión Ambiental de la Megalópolis