Las megalópolis son grandes concentraciones urbanas que se originaron a partir del fenómeno de la sociedad industrial del siglo XX, en el cual, se verifican masivas y continuas migraciones globales.

México cuenta con una zona megalopolitana que se encuentra en la región central del país y está integrada por la Ciudad de México y el Estado de México, así como por los estados de Hidalgo, Puebla, Morelos, Querétaro y Tlaxcala.

Durante las tres últimas décadas, esta zona urbana -la más grande del país- ha tenido un gran crecimiento que obedece tanto a factores económicos como a la fuerte tendencia hacia el centralismo que caracteriza a México, concentrando, en consecuencia, algunas de sus áreas económicas más importantes en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM).

La dinámica de crecimiento de la megalópolis de la ZMVM ocasiona un gran impacto en una de las problemáticas que compete a la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe): la calidad del aire.

Es a través de diversas actividades como la pérdida de las zonas agrícolas provocadas por la expansión urbana; en las emisiones, tanto del solvente que se utilizó para pintar un automóvil, así como de los gases de gases de combustión por el escape y los vapores que se emiten durante su operación, así como los vapores de gasolina cuando se le suministra el combustible al tanque; o bien las emisiones extraordinarias consecuencia de festividades cuando se realizan fogatas y quemas de juegos pirotécnicos.

Todas las mencionadas, son actividades humanas cuyos efectos son acumulativos y aumentan de manera significativa los impactos negativos de la contaminación atmosférica en la población que aquí vive y/o transita.

A lo anterior, se suman los efectos que tiene el cambio climático sobre nuestro país, en particular sobre su región central, como cambios en el clima, en la temperatura, en los vientos, en la estabilidad de la atmósfera y en las emisiones, tanto antropogénicas como biogénicas.

Es por ello que es importante considerar que reducir las emisiones, no sólo ayudará a mejorar la calidad del aire que respiramos; además contribuirá a mitigar el cambio climático y sus impactos sobre éste.

Fuente(s): PROAIRE de la Megalópolis