De acuerdo a datos del documento “Hacia un modelo de transporte sustentable para las ciudades mexicanas”, en nuestro país, el sector autotransporte utiliza cerca de una 1/3 parte de la energía generada a partir de combustibles fósiles, emite 1/5 parte de los gases de efecto invernadero y, en promedio, consume 8% del tiempo(1) de los habitantes en las grandes metrópolis mexicanas(2), consecuencia de la desconexión entre ciudades, lo que provoca que los desplazamientos sean cada vez más largos, fatigosos y contaminantes.

Si consideramos que cada vehículo particular que se agrega a las vialidades aumentan la congestión vehicular, el tiempo de traslado de bienes y personas, el consumo de combustibles y la contaminación del aire, así como el hecho de que los vehículos automotores hacen un uso ineficiente del suelo urbano al estar estacionado 95% del tiempo (un automóvil puede ocupar el mismo o más espacio que la oficina de su conductor), en contraste, el transporte público está en funcionamiento durante la mayor parte del día y utiliza hasta 50 veces menos espacio vial por pasajero transportado y al ser de bajas o nula emisiones, representa una solución que contribuye a mejorar de la calidad del aire, al tiempo que aporta a la movilidad sustentable.

En mayor medida, la responsabilidad de que un país o ciudad tenga un esquema de movilidad sustentable, compete a las autoridades, sin embargo, éstas se encuentran restringidas a plantearlas en términos de planeación e implementación de política pública, infraestructura, legislación, promoción, así como incentivar la inversión.

Por tanto, es indispensable implementar medidas en las que los ciudadanos opten por dejar sus autos en casa, lo cual sí es posible a través de una red de transporte público que sea eficiente en términos de los tiempos de traslado, confiabilidad, seguridad y cobertura. Un sistema de transporte público atractivo y conveniente puede competir contra las opciones privadas de transporte.

Sin embargo, los ciudadanos deben apropiarse la cultura de la movilidad sustentable, pues es inconcebible que se consolide sin su  participación activa, pues de poco sirve que los gobiernos impulsen una serie de medidas que fomenten la movilidad sustentable si los diversos sectores de la sociedad no las arraigan en su cultura y estilo de vida cotidiano.

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(1) De acuerdo a datos del Centro Mario Molina, en promedio los habitantes de las metrópolis mexicanas gastan 2 horas diarias en transportarse de un punto a otro.

(2) Estimación del Centro Mario Molina con base en información de CTS, Metrobús bienvenidos a bordo, Movilidad Amable, Septiembre, 2005.

 

Fuente(s): Centro Mario Molina