Después de un incendio de severidad alta o moderada, las laderas se convierten en superficies descubiertas, desecadas y desprotegidas de las primeras lluvias de la temporada, desencadenando flujos de escombros. Éstos contienen grandes cantidades de agua, además de un número considerable de residuos orgánicos y/o inorgánicos que fluyen a altas velocidades pendiente abajo.

La formación de flujos se debe a varias razones: 

  • Un incendio quema todo a su paso (árboles, ramas, hojas, suelo, casas, basura, etc.), lo que crea una nueva capa superficial compuesta por ceniza y escombros. La ceniza es un material muy fino, resbaladizo y lubricante que convierte a una ladera en la superficie deslizante perfecta.
  • El fuego además de quemar, seca y enfría el suelo, reduciendo su capacidad de absorción y creando una capa hidrófoba que dificulta la infiltración del agua, cualquier lluvia adicional se convierte en escorrentía superficial.
  • Las primeras lluvias significan un barrido de escombros que el agua va arrastrando conforme escurre hacia los valles y barrancas, haciendo de estos lugares los más propensos a tener flujos de escombros.

No debemos olvidar que todo depende de las características del suelo en cada sitio, pero al contrario de un deslizamiento, los flujos entre más agua y material reúnan, mayor alimentación le ofrecen a la inestabilidad, produciendo consecuencias catastróficas.